El tutor de japonés

Capítulo 16

Sé que he hecho lo que debía; lo que habíamos planeado durante tanto tiempo… Sé que con toda esta farsa hemos acabado con los problemas y los miedos, pero entonces… ¿Por qué me siento tan mal?

Cuando vi cómo se iba de mi vida me olvidé por un instante que debía fingir. Mi grito fue sincero; mi angustia, sin embargo Sakura tuvo que avisarme que ya se habían ido y que no hacía falta que siguiese gritando. Evidentemente no le dije que lloraba de rabia auténtica, porque no lo habría entendido. Ni siquiera lo entiendo yo…

Ahora puedo continuar con mi vida. Acabaré mi master y me dedicaré al negocio familiar. Es lo que se espera de mí y es por lo que me he estado preparando durante tanto tiempo. Mi padre ya es mayor y necesita que lo sustituya. Sé que no me van a regalar nada; tengo que ganarme el puesto y no puedo mostrarme débil ni estar reconcomiéndome por lo que he hecho; no es la primera vez que hago algo que perjudica a un inocente… pero con ella… ¡No sé por qué me siento como un puto miserable!

Mi padre se ha acercado y ha zanjado el problema con una sonrisa. Hacía tanto tiempo que no lo veía sonreír… Sin embargo en mi hermano he visto una pizca de tristeza y de arrepentimiento.

-Me gustaba esa chica… –me dice y yo tengo que esconder mis propias emociones.

Sakura está más que feliz. Exuda alegría y despreocupación por todos los poros de su piel. La idea de buscar a una chica que fingiese ser mi prometida fue de ella, aunque luego no pudiese tolerar ni su sola presencia. Tuvimos que convencerla para que se llevase a cabo la boda, visto que el clan de los “Yamaguchi-gumi” no parecía creerse que el hijo del jefe del clan “Sumiyoshi-kai” iba a casarse con una occidental. Y al final teníamos razón, hasta que no me he casado con Sumire, no han venido a por ella…

Hay que ser de la yakuza para saber las cosas que tienes que hacer para mantenerte con vida, aunque en este caso fuese para proteger a Sakura. El mismo Shinoda ken’ichi prometió que mataría a la prometida del hijo primogénito del jefe de nuestro clan, o sea mi padre; o sea yo; o sea Sakura, y todo porque en un desafortunado incidente en el que nos vimos inmersos, su nuera murió sin nadie pretenderlo. Su hijo no volvió a ser el mismo, y quería que yo me consumiera en el mismo dolor y en la misma amargura, pero uno, Sakura no quería morir, y dos, yo tampoco lo quería, por eso se nos ocurrió suplantar su papel con una occidental que tragara el anzuelo, y no tuviese conexiones con la mafia ni con la sociedad japonesa. Cuando en mi universidad avisaron del intercambio de estudiantes, pensé que era nuestra oportunidad, pero no me imaginé que esa chica caminara directa por la senda que la estábamos preparando… ¡La culpa es suya! ¿Cómo puede irse a vivir con un desconocido con la sarta de mentiras que le conté? ¿Está loca o qué? No se puede ser más ingenua…

Mi madre no ha querido involucrarse en este plan descabellado. Para ella el tema de la boda es una cosa muy seria, y tiene razón, pero si con ello hemos podido salvar la vida a Sakura… Ella sabe que no podré casarme nunca, al menos mientras sea jefe Shinoda, así que seré un pobre viudo el resto de mi vida… No sé si eso me alegra o me entristece. La cosa es que ya está hecho. No creo que a Sumire le quede mucho tiempo…

Subo a mi apartamento mientras tengo la mirada penetrante de Aneko. Esta mujer es como una segunda madre para mí, pero al contrario que la auténtica, ésta siempre me da su opinión e intenta que la siga.

-Sabes que has hecho algo horroroso, ¿verdad? -me dice.

-Sí, lo sé… ¿Pero qué otra opción tenía?

-Pensar lo dejo para ti, yo sólo te digo que nunca podrás librarte de semejante acto de inhumanidad. Esa chica valía más que tú y tu prometida, y si no fueras tan mezquino y egoísta tú mismo lo habrías detenido.  ¡Esa chica te seguirá en tus sueños el resto de tu miserable vida! Ya lo verás…

Bien. Hoy tengo que lidiar con una noche de bodas sin novia; con la muerte de una inocente, y con la maldición de una vieja geisha… Creo que es suficiente. Voy a darme una ducha y a dormir, pero no lo consigo. En el mismo momento que entro en mi aposento, el recuerdo de Sumire está conmigo. La veo en la cocina, ayudándome a cocinar; la veo intentándose sentar con soltura en nuestros cojines de suelo. La primera vez que vi su estilo tuve que contenerme la risa. La veo deslizando las puertas del apartamento y la cara de sorpresa tras lo que iba descubriendo detrás de ellas, ya fuese un armario, el baño, o el hermoso jardín de abajo. A veces la veía cerrar los ojos y aspirar fuerte la brisa perfumada que subía del parterre, y yo me la quedaba mirando como si estuviese contemplando una fusión de su cuerpo con las flores… La veo introduciéndose en el baño, y salir con el pequeño kimono que le compré en un puesto del mercado, enseñándome sus largas y esbeltas piernas y el contorno de su cintura, para lavarse esa preciosa boca y desenredar ese maravilloso y encrespado pelo que lucía cuando se levantaba del futón. Y la veo durmiendo a mi lado, con esa cara dulce, limpia; sin atisbo de malicia ni de mal pensamiento. Muchas noches la observaba dormida y creo que nunca había visto una visión tan angelical.

Tengo que analizar los sentimientos que tengo por esa occidental. Se supone que estoy enamorado de Sakura, ¿no? ¿Y por qué no deseo vivir con ella? ¿O dormir con ella? ¿Por qué sueño en hacer todo con Sumire? Reírme; pasear y ver como abre sus grandes ojos azules… ¡Oh! Esos enormes ojos azules… Aneko tiene razón. Esos ojos van a seguirme toda mi vida…




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