El tutor de japonés

Capítulo 19

La luz solar ataca a mis ojos y me obliga a abrirlos esa mañana. Hoy es sábado y no tengo que ir a trabajar, pero debo limpiar el apartamento; hacer la colada; la compra; buscar un gimnasio para hacer algo de ejercicio y apropiarme de un parque al que ir para tomar un poco el aire. Ese es mi planning para el fin de semana. También tengo que hablar por videoconferencia con mi padre; con Ana; con Celia y algún amigo más, y contarles mi primera semana en Japón. Pero al remolonear un rato más en la cama, me doy cuenta que ésta no es la mía y que es muy grande; enorme. Entonces recuerdo que estoy en la habitación rococó de la casa de Aiko y que tengo que conseguir salir de aquí cuanto antes, sin parecer demasiado desagradecida.

Me levanto con una misión en mi cabeza. Busco el vestido que llevé anoche, pero no lo encuentro por ningún lado. ¡Qué raro! –pienso- Si lo dejé apoyado en el banco a los pies de la cama. Abro el armario y encuentro unos pantalones cortos de punto, tipo bermudas, de color rosa pastel; una camiseta blanca de pedrería, y unos zapatos de cuña. En el baño me recojo el pelo en un moño; me lavo los dientes y la cara y me dispongo a bajar al primer piso, pero cuando atravieso la puerta del dormitorio al salón, veo un montón de bultos en el suelo; cajas y maletas que reconozco al instante. Son mis cosas. Las que traje y dejé en mi apartamento el mismo día en el que me mudé. No son muchas, pero son mías y no sé qué están haciendo aquí. Me dispongo a bajar con un cabrero del quince que ni siquiera intento ocultar. Lo que ha hecho Aiko me parece muy grave. ¿Quién se cree que es?

- Buenos días Violeta –oigo antes de entrar en el salón.

-¡Violeta!

Haru vuelve a lanzarse a mis brazos, con el consiguiente descenso de mi cabreo. Tengo que guardarlo para cuando me enfrente al padre, pues el niño no tiene la culpa…

-¡Deja que te mire! –digo- ¡Pero cuánto has crecido! ¡Si sigues así nos alcanzaras a todos antes de tiempo!

-¡Papá me ha dicho que te quedas con nosotros! ¡Qué bien! ¡Ya no te irás! ¡Y podremos jugar todos los días! ¡Qué contento estoy!

Mientras abrazo al niño y siento su alegría, miro directamente a los ojos del padre, muy enfadada.

-Haru, cariño, ve a la cocina y pide a Ima que te haga el desayuno. Ahora iremos nosotros, en cuanto hablemos de un asunto de mayores –dice el padre a su hijo- Siéntate –me dice en cuanto se va el pequeño.

Y lo hago. Voy a aflojar un poco antes de tirar. Me siento frente a él, en un sofá de cuero que hay cerca de la ventana.

-Supongo que te habrá sorprendido ver todas tus cosas aquí, ¿no?

-Sorpresa no es la palabra…

-Bueno, independientemente de la palabra que escojas, como has comprobado, he mandado traer aquí todas tus cosas, y he cancelado el contrato de alquiler que tenías con tu casero. He tenido que pagarle una gran cantidad, claro.

-¿Y por qué lo has hecho?

-Quiero que me ayudes con Haru. Quiero que hagas de madre; de amiga; de compañera de juegos, lo que sea, pero que estés en su vida.

-Tengo trabajo. ¿Lo has olvidado?

-No. Todas las madres trabajan y luego vuelven con sus hijos a casa… Haru tendrá una cuidadora hasta que tú regreses.

-¡Yo no soy su madre! –digo alzando la voz.

-No me importa. Es innegociable.

-¿Innegociable? ¿Qué soy? ¿Una mercancía?

-No quisiera llegar a esto, pero… ¿Recuerdas que tienes una deuda conmigo? Si me ayudas con Haru quedará saldada.

-¿Cuánto tiempo?

-El necesario.

-¿No soy libre?

-Podrás hacer lo que quieras, mientras no abandones a mi hijo.

Ya sabía yo que el día iba a ser raro después de encontrarme, sorprendentemente, a Aiko en la fiesta de mi empresa. Espera… Las preguntas en mi mente vuelan como cuervos sobre carroña.

-¿Tienes algo que ver con la editorial para la que trabajo? –le pregunto.

-Los negocios no son importantes entre nosotros… -me dice el muy cretino.

-Voy a volver a preguntártelo… ¿Tienes tú algo que ver con mi contratación? ¿Trabaja Ken Tanaka para ti?

-Está bien… -dice resignado- No quería que lo supieras, pero “Editoriarukomikku” es una sección pequeña de The Asahi Shimbun, una editorial de prensa que tiene sus oficinas centrales a unas calles de tu torre y…

-¿Y?

-Me pertenece. Es importante controlar a la prensa si vives en un mundo como el mío… -me dice el muy descarado.

-¿Tú ordenaste al Sr. Tanaka contratarme para traerme aquí y cuidar de Haru?

-Había una plaza libre en el departamento de creación artística. Ambos te conocíamos y no vimos mejor candidata que tú. Lo de cuidar de Haru se me ocurrió después… ¿Crees que puedas con ello?

-¿Tengo otra alternativa?

-Si quieres trabajar en Japón, no…

No puedo creer que el idealizado padre y viudo, sea en realidad este tipo de persona. Otra vez siento que no llevo las riendas de mi propia existencia y que tengo que interpretar un papel que no me corresponde. ¿Qué les pasa a los hombres japoneses?




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