El tutor de japonés

Capítulo 21

Me levanto temprano y me preparo para irme al trabajo. Haru aún duerme. Kaori, la chica que cuida de él mientras yo no estoy, ya está en casa y debato con ella algunas normas que afectarán al niño esa mañana. Desayuno en la cocina y le pregunto a Ima si Aiko aún sigue durmiendo, pero la doncella me dice que se fue hace un par de horas. Prefiero que no esté en casa ahora mismo, pues necesito gestionar todo lo que me dijo anoche y creo necesitar un poco más de tiempo para enfrentarme a él. Subo al Rolls-Royce que me espera todas las mañanas en la puerta y el conductor me deja en la torre a las siete y media de la mañana. Una vez que meto mi cabeza en la editorial, todo lo demás se diluye de ella.

A mediodía como algo ligero en la cafetería que hay unos pisos debajo de mi oficina, y me voy al gimnasio que encontré más cercano. Un poco de ejercicio; una ducha y vuelta al trabajo con las pilas cargadas. A las cinco me lleva de nuevo el chófer a casa con Haru. Al entrar por la puerta veo que el coche de Aiko está aparcado afuera. En ese momento me acuerdo que no he pensado más en el asunto y aunque sé que tengo que hablar con él, no se me ocurre qué voy a decirle exactamente.

-¡Mamá! –oigo gritar a Haru mientras se abalanza hacia mis piernas.

-Hola Violeta –dice el padre- ¿Podemos hablar?

-Claro… -contesto.

Aiko está extraño. Lleva un esmoquin muy elegante, pero su cara tiene cierto pesar. Aiko es un hombre de treinta y pico años, aunque su tristeza persistente le da algunos más a su apariencia. Diría que es un hombre oscuro y poco dado a la alegría, pero reconozco que hoy está guapo. Emana un cierto halo de misterio que tengo ganas de descubrir, así que le sigo a su despacho.

-¿Qué pasa? –pregunto ante tanta formalidad.

-Hoy tengo una cena muy importante. Una vez al año nos reunimos todos los clanes de la yakuza para intentar encontrar lazos de unión entre nuestros grupos. No es una velada fácil, pero es aconsejable asistir.

-Bien. Quieres que cuide de Haru, ¿no?

-No, quiero que me acompañes. Ya le he dicho a Kaori que debe quedarse esta noche con él, mientras tú y yo salimos.

-¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué voy a hacer en ese sitio?

-Voy a presentarte como mi novia.

-¿Por qué?

-Uno, porque debo demostrar que soy un guía fuerte y que he superado la pérdida de mi esposa. De otra manera estaría poniendo en tela de juicio mi liderazgo y el poder de mi clan, y dos, porque no quiero que olvidemos lo que te dije anoche. Yo no lo he olvidado y sé que tú tampoco, y aunque quieras hacer como que no sucedió, sí pasó, y estoy muy contento de habértelo dicho, porque ahora las cosas serán diferentes entre nosotros.

-¿Qué quieres decir?

-¿No es obvio? Voy a conquistarte.

-Aiko… Yo…

-Shh… -sus labios emiten esa ligera vibración, mientras posa su dedo índice sobre los míos- No digas nada, sólo déjame intentarlo. Si es posible te tendré, sino, moriré intentándolo.

No sé qué decir. Es lo más bonito que me han dicho en mis veintidós años, pero no sé por qué tengo el corazón cerrado y desconozco la manera de volver a abrirlo.

-Ve a cambiarte –me pide- Saldremos enseguida.

Subo a mi habitación totalmente ida. Sé que no había preparado nada para decirle por su confesión de anoche, pero esto me ha dejado totalmente fuera de juego. ¿Y ahora qué hago? Me meto en la ducha para librarme, no sólo del cansancio del día, sino de todas esas preocupaciones que ocupan mi mente. Elijo un vestido negro; liso y largo hasta los pies, con una apertura en la pierna izquierda hasta la rodilla; escote en “V”; manga larga; talle alto y marcado. Completo la vestimenta con unos zapatos de tacón color plata vieja; un collar con una lágrima al final, y unos pendientes a juego. Me hago un recogido en el cabello y regreso al salón, cuando observo cómo los dos hombres de la casa me miran como si descendiera por la pasarela de Paris.

-¡Mama guapa! –dice mi niño.

-Estás espectacular cielo –me alaga Aiko.

Un coche nos lleva de nuevo al Hotel Imperial. Ahora sé que a Aiko le gusta el lujo. Pero esta vez, el salón dónde nos encontraremos con la “creme” de la mafia es más grande y ostentoso, que el que usó Editoriarukomikku para darme la bienvenida. A decir verdad ocupa toda la planta inferior del hotel, incluidos sus hermosos jardines. El lugar está decorado con sumo cuidado y belleza, como si fuese a asistir la familia imperial, en lugar de un grupo de chantajistas; lavadores de dinero; corruptos; especuladores; asesinos; traficantes de drogas, de armas y de personas.

Aiko me ofrece su brazo para avanzar a la boca del lobo. Siento que somos el foco de atención. Mujeres y hombres, vestidos tan elegantemente como nosotros, nos observan sin ninguna pretensión de disimulo. Los cuchicheos se oyen entre el tintineo de las copas de champaña y bandejas de canapés, que ofrecen los camareros de corrillo en corrillo. Aiko me entrega una copa para mí.

-Estate tranquila –me dice- No voy a dejarte sola ni un solo momento.

-No estoy nerviosa –contesto mientras intento disimular el eco de mi corazón- pero te lo agradecería porque no conozco a nadie aquí.




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