El tutor de japonés

Capítulo 23

La velada de la fiesta ha creado numerosos y extraños sueños que vienen a visitarme esa noche. En ellos vuelvo a ver a Rio y a Takeshi… No sé ni porqué pienso en ese hombre que me engañó y me entregó como carnaza a su peor enemigo. Si existiese una palabra para ese hecho tan abominable… sería una en otro idioma; un sonido lleno de consonantes y que sonase feo y extraño en el oído; algo dicho como en lengua klingon… Aparecen también imágenes de Sakura pidiéndome ayuda. Por supuesto no ha creado en mí ningún sentimiento de compasión. La tengo por una persona interesada que hace lo más la conviene, pero Daiki… No sé por qué ese chico me produce otra cosa. Sé que estaba en la trama que idearon para hacerme daño, pero no dejo de tener un sentimiento más benévolo por él. Si fuera mi hermano pequeño y estuviera en graves problemas, me gustaría que alguien lo ayudara…

Es domingo por la mañana. Aiko y Haru están jugando en la piscina y yo decido enviar un mensaje a Kumiku para desayunar juntas. Creo que una opinión externa y femenina me vendrá bien en este momento… Salgo de la casa por mi cuenta, con la intención de llegar sola a la cafetería del distrito de Kotö donde hemos quedado. Eso es lo que más necesito; una mañana de chicas; un helado y un par de confesiones.

A Kumiku la conocí hace un año, en mi anterior visita a Japón, y enseguida conectamos, pues ella sí que es una auténtica Otaku. Lleva el pelo pintado de rosa; los ojos operados para que se vean enormes y lentillas azules; maquillaje profuso y vestido de dibujo animado, como una falda súper corta; corsé de color, con blusa y botas altas a juego, y una prótesis en sus orejas, para que parezcan las de un elfo. Su personaje favorito es Kanna Kamui, de los Kobayashi-san. Lo cierto es que para una occidental como yo resulta inquietante su atuendo, pero quién soy yo para juzgar la vestimenta de nadie, mientras que yo me he colocado unos pantalones pitillo; unas zapatillas deportivas y un top corto negro.

Kotö es una especie de isla en el medio de la Bahía de Tokio, pero no es la única. Nuestro destino es el parque de Yumenoshiva, un lugar donde ir a practicar deporte y ver un invernadero tropical.

-¿Vas a contarme qué te traes con el Sr. Shinoda, el presidente de nuestra editorial? –me pregunta mi amiga.

-Nada. Le conocí el año pasado y al vernos en la fiesta quiso hablar un rato conmigo.

-¿Y por eso vives en su casa, porque no tienes nada con él? Cuando vi que te habías mudado del condominio y el casero me dijo a dónde te ibas, casi me da algo… ¡Además te trae y te lleva un chófer todas las mañanas al trabajo!

-Sólo cuido de su hijo –la digo- Perdió a su madre y el chico lo ha pasado mal. Empezó a hablar por primera vez conmigo y por eso Aiko piensa que soy una buena influencia.

-¿Aiko? –me pregunta sagazmente- ¿Pero hay algo entre vosotros?

-¡Qué va!

-Entonces lo habrá, ¿no?

-¡No!

-¿Por qué? ¡Está buenísimo y forrado, y su hijo te adora! ¿Qué te pasa? ¿No tienes ojos en la cara?

Por un momento mi cerebro revive el momento en que Celia me preguntó si no me gustaban los hombres japoneses. Ese recuerdo me hace sonreír mientras guardo silencio.

-¡Ah! Ya sé… Hay otro –dice Kumiku.

-¡No!

-Pues explícamelo porque no lo entiendo.

Entonces empiezo a desgranarle toda la historia que sucedió hace un año y medio, sin meterme en el tema de la mafia, claro.

-No estarás pensando en Takeshi, ¿verdad?

-¡No! Sólo que me dejó bastante jodida, la verdad, y no quiero que me vuelvan a hacer daño.

-¿Te enamoraste de él? –me pregunta.

¿Me enamoré de él? Durante algún tiempo me hice esa pregunta, pero no encontré ninguna respuesta que me gustara. ¿Cómo iba a enamorarme de un ser tan mezquino, traidor y arrogante? Entonces… ¿Por qué no he querido liarme con ningún hombre? Siempre he pensado que ha sido por temor a que vuelvan a engañarme, pero aquella semana tan poco fue tan determinante en mi vida sentimental como para que no quiera vivir algún idilio romántico, ¿verdad? La forma en cómo acabo sí, pero eso me ha traído a dónde estoy ahora. ¿Por qué no me doy una oportunidad? ¿Por qué no empiezo a liberar mi corazón? ¿Por qué no lo intento con Aiko? ¿Es por la mafia?

-Aiko es una persona muy distinta a mí y se mueve en círculos desconocidos –le digo a Kumiku como respuesta- Y eso me asusta. No me enamoré de Takeshi, pero hizo que me cueste confiar en alguien.

-Sí, pero confiar en alguien sólo en el tema amoroso, porque haces muchos amigos y no te cuesta socializar. Sólo tienes miedo si es para tener pareja. ¿Te has dado cuenta de eso?

Kumiku mete el dedo en la llaga de una manera que antes no había hecho nadie. Por primera vez me da la respuesta a la pregunta que me he hecho durante ese tiempo, pero que no quería escuchar.

-Quizá pueda pasar algo entre nosotros… -digo finalmente, a lo que mi amiga sonríe.

El resto de la mañana la pasamos viendo flores típicas del trópico, dando un paseo por el cálido parque que recorre una larga extensión; comiendo mochis de varios sabores y hablando de la vida en general y de los hombres en particular. Una auténtica sesión femenina reconstituyente. Cuando regreso a casa en el metro, abro por primera vez en muchas horas el móvil. Tengo siete llamadas perdidas de Aiko y en la última un mensaje que no entiendo. Intento llamarle, pero no tengo cobertura, así que le mando un mensaje diciéndole que estoy bien y que regreso a casa. Supongo que el texto llegará antes que yo, cuando coja algo de señal.




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