El último aleteo de mis mariposas

15

Las semanas con Víctor pasaban volando. Me sentía tan cómoda con él que, por primera vez en mucho tiempo, dejé de sentirme sola. A veces me quedaba a dormir en su casa, otras se quedaba él en la mía. Nos dábamos el lote y poco más, porque aunque había química, también había mucha claridad: no llevábamos mucho tiempo, y ambos estábamos enfocados en los estudios.

Entonces llegó Semana Santa y, con ella, la tradición de la barbacoa en la isla, cortesía de Andrés. Sabía que sería imposible escapar a la cita, y cuando Andrés me llamó, su entusiasmo se oía desde kilómetros.

—¡Uepa, morena! ¿Quedamos o no quedamos? —gritó al teléfono.

—Pues claro, ¡no voy a perderme esa barbacoa! —le respondí riéndome.

—Aunque… me ha dicho un pajarito que puede que vengas acompañada…

—¿Y ese pajarito se llama Javi? —pregunté, con un tono que sonaba a “esto se va a poner interesante”.

Andrés soltó una carcajada.

—Mmm, no sé… Puede que sí, puede que no.

—Y supongo, claro, que él también irá.

—Vamos, Sofía. Javi es mi amigo, claro que irá. También le echo de menos, ¿sabes?

—Lo sé, lo sé… No lo decía por ti. Es solo que si voy con Víctor… ya sabes, no quiero que Javi lo pase mal.

—Sofía, tarde o temprano, tiene que hacerse a la idea de que cada uno tiene su propio camino. Y tú también.

Me mordí el labio, pensativa. Andrés tenía razón, claro.

—Nos vemos el sábado en el merendero entonces, ¿no? —añadió Andrés—. O si quieres, te paso a buscar.

—No, iré con Víctor, ¿vale?

Colgamos, y al momento me di cuenta de que lo había dado por hecho. ¿Y si Víctor ya tenía planes con sus amigos? Lo llamé de inmediato y, por suerte, me lo encontré en casa.

—¡Hola, Víctor! Oye, ¿tienes planes para el sábado? —pregunté, nerviosa—. Es que mis amigos han organizado una barbacoa y… me encantaría que vinieras y te los presento.

Víctor no tardó ni un segundo en responder.

—Algo tenía por ahí, pero estoy tan saturado de planes que me guardo el sábado para ti, ¿vale?

—¡Perfecto! —sonreí, encantada—. Eso sí, el domingo me toca a mí, ¿no? ¡Voy a conocer a tus amigos!

—Hecho —dijo riendo.

El sábado nos presentamos puntuales en el merendero. La mayoría de mis amigos ya habían llegado... Incluso, Javi. Me lancé a abrazarlos a todos, empezando por Andrés, quien, fiel a su tradición, me cargó como si fuera un saco de patatas, arrancándome una carcajada mientras él se giraba hacia Víctor:

—¡Tú debes ser el famoso Víctor! —le dijo Andrés con una sonrisa—. Encantado de conocer al que ha conseguido que Sofía se nos olvide de vez en cuando.

—El placer es mío —respondió Víctor, soltando su típica sonrisa.

Saludé a Isabel, Marta y el resto del grupo, y mientras tanto, noté cómo Víctor se integraba sin problemas, tomando la iniciativa de presentarse, siempre con esa cercanía que lo caracterizaba. Viendo que él estaba en su salsa, me acerqué a Javi para saludarlo.

—Hola, Javi. ¿Cómo estás? —le dije, intentando que mi tono sonara relajado.

—Bien, con hambre. ¿Y tú? —respondió, con una sonrisa medio torcida.

—Bien, con ganas de ver a esta gente. Se les echa de menos.

—Sí, sí que se les echa de menos —me dijo, mirándome directamente a los ojos, y por un momento, la intensidad de su mirada me dejó sin palabras.

Antes de que la situación se volviera incómoda, Víctor apareció de la nada, extendiendo su mano hacia Javi.

—Hola, Javi, ¿qué tal? —dijo con naturalidad.

—Bien. ¿Víctor, te llamabas? —respondió Javi, tratando de disimular.

—Sí, Víctor. —Víctor le sonrió y le ofreció algo de beber—. ¿Te apetece una cerveza?

—Venga.

Dios, en mi cabeza pasaba de todo. Veía esa escena de Javi intentando ser amable y Víctor llenándolo todo con su cercanía y simpatía… No sabía si iba a salir bien o si todo iba a estallar en cualquier momento. Decidí dejarlos solos un rato y me acerqué a las chicas para preguntarles sobre sus vidas.

La barbacoa transcurrió divertida y sin tensiones. Víctor encajó como si fuera uno más del grupo, charlando con todos y metiéndose en conversaciones incluso con Javi y Andrés. Me empecé a relajar. Todo parecía tan normal que casi olvidé el pequeño drama que había en el aire.

Aun así, cada vez que Javi y yo nos cruzábamos, no podía evitar notar cómo me miraba de reojo. Y cuando lo sorprendía mirándome, rápidamente esquivaba la mirada, como si tratara de ocultar algo que no quería que yo viera. No sabía cómo interpretar eso, pero intenté no darle más vueltas.

La tarde avanzó, la barbacoa fue un éxito, y aunque yo sabía que las cosas con Javi no iban a ser fáciles, por primera vez me sentí en paz. Porque ahí estaba Víctor, dándome esa seguridad tranquila que tanto necesitaba.

El domingo, bajé a la capital para conocer a los amigos de Víctor. Tenía los típicos nervios de presentar a alguien importante ante su grupo, y aunque Víctor siempre me hacía sentir segura, esta vez era distinto. Era su grupo de amigos de toda la vida, y en mi cabeza solo deseaba que todo saliera bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.