Diciembre llegó como un resorte. Siempre me había encantado este mes, ¿a quién no? Entre el puente, mi cumpleaños, las vacaciones, la Navidad... Diciembre era perfecto. Sin embargo, con toda esa magia también llegó un recordatorio incómodo: febrero estaba a la vuelta de la esquina y mis exámenes me miraban con cara de "¿y cuándo piensas ponerte seria?". Aunque llevaba los apuntes al día, sabía que era momento de hacer esquemas y empezar una planificación de estudio seria. Así que, con todo el dolor de mi corazón, advertí a Eva:
—Este mes no cuentes demasiado conmigo para planes. Solo voy a salir los sábados y no pienso acostarme tarde.
Eva, como siempre, reaccionó sin el menor trauma.
—¡Perfecto! Yo ya me busco la vida.
Y vaya si se la buscaba. Entre semana siempre encontraba algo que hacer, y últimamente parecía que los viernes estaban reservados para salir con Víctor y Javi. Sí, mis ex. Vaya por Dios, las casualidades de la vida, pensé más de una vez, sin decidirme si me molestaba o simplemente me parecía surrealista.
Al día siguiente de una de sus salidas nocturnas con ellos, estábamos comiendo juntas en casa cuando Eva, como siempre, empezó a ponerme al día con un entusiasmo que me hacía sospechar qué tan bien lo había pasado.
—¡Buah! ¡Qué noche! Hoy no creo que haga tarde… Necesito recuperarme.
—No te preocupes. Ya te dije que no quería acostarme tarde los sábados. —Respondí sin mucho interés, concentrada en mi plato.
Eva soltó un suspiro dramático.
—Debo decirte que has tenido mucha suerte con tus ex.
La miré, sin saber a dónde quería llegar.
—¿Ah, sí? ¿Y eso?
—Pues porque no son unos capullos —Dijo con total seguridad, como si estuviera exponiendo una verdad universal.
—Debo entender entonces que todos tus ex son unos capullos.
—Exacto. Todos. Sin excepción. Pero tú… Eres de las pocas personas que conozco que se lleva bien con sus ex. Y conociéndolos, todo encaja. Son monísimos en todos los sentidos.
—Me alegro por ti —dije, pero mi tono era más sarcástico de lo que pretendía.
Eva me miró con el ceño ligeramente fruncido.
—Suenas sarcástica.
—¿Y cómo quieres que suene, Eva? —Solté el tenedor en el plato y la miré directamente—. ¿Tienes idea de lo surrealista que es que tú, mi amiga, salgas de marcha y te hagas súper amiga de mis dos ex? Es como vivir en un culebrón.
Eva se encogió de hombros, como si no entendiera el problema.
—Yo me guío por señales, Sofía. ¿Qué culpa tengo yo si los tres nos llevamos estupendamente?
—No estoy hablando de culpas. Hablo de que no he tenido ni un momento para desconectar de ellos y tener mi espacio, con gente nueva. Piensa en esto: me enrollé con Marc y Víctor estaba allí, viendo todo.
Eva arqueó una ceja, claramente poco impresionada.
—Ya, pero a Víctor no le importa. Ya lo viste.
—No, Eva, no lo vi. No sé qué siente. Si le molesta, si le ofende… no tengo ni idea, porque no he hablado con él. Lo que sí sé es que, en otras circunstancias, Javi me hubiera cortado del todo. Y cuando tú los sigues metiendo en mi vida una y otra vez… —resoplé, frustrada—. Tengo que estar pendiente de si estoy haciendo daño a alguien y, te juro, es una puta mierda.
Eva frunció el ceño, algo más seria esta vez.
—Joder, lo siento. No pensé que te lo tomabas así… Pero de verdad, ambos te tienen mucho aprecio. Ayer, por ejemplo, se pensaban que venías y se quedaron un poco plof, sobre todo, Javi.
Sentí un pequeño nudo en el pecho. La mención de Javi me revolvió más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Suspiré. Sabía que no tenía remedio. Eva era así, un torbellino que hacía lo que quería y rara vez se detenía a pensar en las consecuencias. Me levanté de la mesa, cansada de darle vueltas al tema.
No me apetecía pasar la tarde con Eva. No me entendía y yo no la entendía a ella. Tumbada en la cama, no pude evitar pensar en todo lo que había dicho. Me sentía dividida. Por un lado, sabía que no había mala intención en sus acciones, pero por otro, era agotador lidiar con la constante presencia de Javi y Víctor en mi vida. Había creído que el tiempo y la distancia serían suficientes para enterrar ciertos sentimientos, pero la realidad se empeñaba en recordarme que no era tan sencillo.
Luego vino a mi mente Marc, como un destello lejano. Nuestra noche especial, que en su momento me había hecho sentir en una nube, ahora parecía parte de otra vida, de un pasado tan distante que casi no lo reconocía. Todo parecía haberse mezclado en un lío emocional que no sabía cómo desenredar.
—Menudo desastre tengo en la cabeza… —murmuré al techo, así que me levanté y me puse a repasar varias asignaturas antes de salir de marcha de nuevo.
Le dije a Eva directamente, sin rodeos:
—Eva, puede que estés pensando en organizarme algo por mi cumpleaños. O quizás no. Pero ya te adelanto que no me apetece nada a lo grande. Este año quiero algo sencillo, en casa. Quiero invitar a Elena —que desde que tiene novio parece que se la ha tragado la tierra—, a Vicente, a Lucía, a María, a Edu, a Pablo, a Juan… y a ti. Nadie más.
Editado: 11.05.2025