MADDISON
La tranquilidad que había en la escuela se había esfumado para convertirse en una completa tortura.
Un parte de mí estaba profundamente agradecida con el rechazo y el nulo interés que sentía Conan hacia mí. Pero la otra parte, rogaba por su atención. Estoy dolida, molesta y triste, porque me enfurece que todos hayan sabido lo que Conan tramaba antes que yo. Mientras que Conan se paseaba de la mano junto con Scarlett por los pasillos y todos los alumnos lo vitoreaban como si fuera un jodido dios, yo solo podía ver como perdida a uno de mis mejores amigos.
Estoy a punto de estrellar mi cabezota contra la puerta metálica de mi casillero, al recordar cómo es que su nueva novia me miraba, suspiro lentamente intentando encontrar la paz que se había desamparado de mi cuerpo y alma. Cierro la cremallera de la mochila y con pasos lentos y decisivos camino hasta llegar a la cancha de basquetbol en donde me estaban esperando los gemelos.
Hoy les tocaba entrenamiento, por ende, tenía que esperarlos dos horas.
No es que me molestara pasar dos horas de mi día sentada en una de las gradas viendo a doce chicos sudorosos pasándose una pelota; era un poco entretenido de ver. Empujo la puerta de metal con mi mano abriéndome paso y lo primero que escucho son los chirridos de los tenis que se deslizaban por la cancha, con cuidado la cierro para que no hiciera tanto ruido al cerrarse y busco el lugar en el que deseara sentarme, cuando eran los entrenamientos tenía todos los lugares libres mientras que cuando eran los juegos me tenía que conformar con lo que me tocara. Me desplazo por las gradas con agilidad hasta llegar a la parte superior. Al encontrar mi asiento, dejo la mochila a un lado mío antes de tomar asiento.
Recargo mis codos sobre mis rodillas, viendo todo el lugar, y sin darme cuenta, mis ojos buscaban al chico que me estuvo ignorando por horas, pero antes de que pudieran dar con él, unos ojos verdes se interpusieron en mi camino. Luke le aventó la pelota que estaba botando a uno de sus compañeros y una sonrisa de oreja a oreja curveó sus labios. Lo saludo con mi mano y una leve risa sale de mi boca al ver que me regresaba el mismo saludo.
Estiro mi mano hacia la mochila y busco a ciegas mi cuaderno de bocetos junto con un lápiz. Al encontrarlo, lo saco y, con un poco de pena por romper el contacto visual que tenía con Luke, fijé mi vista en mi cuaderno que tenía manchas de pintura seca junto con tiza. Busco una hoja en blanco e inicio a trazar líneas. Subo la mirada de vez en cuando para ver a Luke para dibujarlo bien y no salga deforme, como me suelen salir unos dibujos cuando la persona que estoy intentando trazar está en constante movimiento.
La punta gris del lápiz se mueve con suavidad sobre la hoja con cada trazado. Al volver a despegar mis ojos del dibujo que ya comenzaba a tener forma, me encuentro con Luke de frente; su cabeza está inclina un poco a la derecha, mientras que sus ojos siguen cada uno de los movimientos de mi mano. Vuelvo a sentir nuevamente ese revoloteo de mariposas dentro de mi estómago e intento disimularlo con colocarme la capucha de mi sudadera que es parte del uniforme, esperando que desde la distancia en que nos encontrábamos no pudiera ver mis mejillas sonrojadas.
Sus ojos me dejan libre por un segundo cuando toma su termo de agua, se lo empina y vuelve a verme, tal pareciera que no puede dejar de hacerlo.
Voltea la cabeza a sus lados para ver que el entrenador no lo estuviera viendo y al checar que su atención se encontraba en otro lado, sube las gradas rápidamente. Sus piernas largas le facilitan mucho la tarea, por lo que en un solo parpadeo ya está a menos de medio metro de mi asiento.
Cierro el cuaderno esperando a que no haya visto lo que dibujaba minutos atrás. Así de cerca puedo notar el sudor que escurre por su frente y se desliza hasta llegar a sus clavículas que se mostraban. Su piel blanca brillaba por lo mismo del sudor, pero parecía que se había echado algo en la piel para que le brillara de esa forma.
—Pareces un hada —le digo. Sus cejas se juntan levemente sin entender el porqué a lo que le apunto el pecho con el dedo, baja la mirada y sonríe al notar todo el sudor y lo que está provocaba que su camisa deportiva se le pegara en el torso.
—Espero ser un hada del reino este, porque si soy del oeste… —Se detiene abruptamente al darse cuenta de que ese libro aún no me lo terminaba de leer—. Soy un hada de la casa azul —suelto una carcajada y me cubro la boca al ver su intento de corregir su error.
—En definitiva, eres un hada de la casa azul, todo en ti grita eso —«que sin importar lo herido o el dolor que sientas, sigues adelante y terminas convirtiéndote en el mejor guerrero». Intento decir eso en mis palabras.
Las hadas de la casa azul, son reconocidas en el reino por su gran valentía, son guardias del rey, ya que son capaces de sacrificarse con tal de que la persona que esté a su cuidado esté siempre a salvo, no tienen miedo de quemar sus alas e incluso morir en el campo de batalla. Y eso es lo que es Luke.
Sube otro escalón más y, al estar a escasos centímetros de mí, coloca sus brazos a ambos lados de mi cabeza recargándose en la última grada.
—Aunque prefiero ser el guerrero que cuide y queme el mundo por la princesa heredera antes que dar mi vida por la del rey —sus ojos me miran fijamente, sus iris verdes relucen y casi soy capaz de ver el fuego en ellos—. Tú eres mi princesa heredera, veraxhe malvera —el corazón me da un vuelco dentro del pecho y la piel de mis brazos se me pone de gallina.
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Editado: 10.04.2025