El Último Aliento

13. Una amistad arruinada.

13. Una amistad arruinada

LUKE

Llevaba más de una hora buscando a Madd en medio de toda esta marea de gente, pero lamentablemente no había dado con ella en toda esta hora.

A parto a unas cuantas personas con un poco de amabilidad mientras los nervios se van disipando en mi cuerpo. Las luces de colores cubrían mi cuerpo y la música a todo volumen me hacía sentir sordo en un par de ocasiones. Veo a mi hermano que estaba charlando con unas chicas que formaban parte del equipo de porristas y me apresuro a llegar a él, sin decirle nada lo tomo del brazo sacándolo de aquella burbuja en la que se encontraba, su bebida se menea con violencia dentro del vaso de plástico por el brusco movimiento. En cuanto estamos en una esquina poco concurrida por todas esas personas, lo dejo libre al momento en que limpio mis dedos en el polo que traía porque han sido manchados por la bebida que se salió de su interior.

—¿Cuál es la urgencia? —Me reprocha, lambe sus dedos que también estaban cubiertos por aquella sustancia, pero sus ojos jamás dejaron los míos en ningún momento—. ¿He hecho algo que nos pueda meter en problemas? —Cuestiona.

Niego con la cabeza y acerco mi boca a su oreja para no gritar.

—No puedo encontrar a Madd —relamo mis labios y sigo—, la he buscado por una hora entera y no la he hallado, creí que estaba contigo.

—Estaba conmigo —me informa, me alejo de él y me cruzo de brazos esperando a que siguiera—. No me mires de esa forma, es aterrador —lleva el vaso a su boca y bebe tan lentamente que empiezo a mover mi pie con impaciencia—. Se la ha llevado Conan —suelta, me hace a un lado con su mano y al ver las preguntas impregnadas en mis ojos se apresura a responderlas antes de que pudiera ejecutarlas—, no tengo ni idea de a dónde pudieron ir ese par, pero Conan ya estaba un poco tomado.

Con eso sale de mi vista, perdiéndose entre la multitud. Saco el móvil del bolsillo trasero de mis jeans y vuelvo a marcar su número, pero nuevamente me manda a buzón de voz, sin muchas opciones emprendo mi camino fuera de esa casa ruidosa que se encontraba en muy mal estado, pero era perfecta, ya que se situaba lejos de la ciudad y por ende lo había vecinos que pudieran quejarse por lo fuerte que estaba la música o por el desastre que armaban esos adolescentes

Afuera las personas eran contadas; unas cuantas chicas que iban en el mismo salón conmigo me saludan, pero estoy seguro de que me han confundido con mi hermano por su extraña forma de hablar o cómo casi se aventaban sobre mi cuerpo para deshacerse de las prendas que me cubrían el cuerpo. Busco en todos los lados hasta el más remoto lugar que se me pueda venir a la cabeza, pero no la encuentro.

Veo cómo una chica castaña sale de un lugar que parece ser un pequeño almacén abandonado. Me acerco al lugar y espero a que la chica se vaya lejos para adentrarme en ese lugar. Lo primero que veo es lo que la tune luz que transmite la luna llena se cuela por las ventanas rotas y otras que ni siquiera sabían lo que era tener un vidrio, cuatro puertas de metal oxidado estaban colocadas de mala forma por todo el lugar, las paredes arruinadas por el moho y la suciedad que se pegaba con fuerza en los azulejos deteriorados en donde algunas ramas se desplazaban por lo largo de la pared casi cubriéndola. Sin pensar mucho en lo que era este lugar, me inclino hacia abajo para poder ver debajo de los espacios que dejaba la puerta del piso sucio.

Pero antes de que pudiera llegar a la segunda puerta, un fuerte estallido se escucha al fondo. Con pasos silenciosos me aproximo al lugar de donde provino el sonido y lo primero que veo es la espalda de un chico que reconocí de inmediato. Conan.

—¿Todo eso se te hace justo? —Le pregunta la voz de una chica, Madd—. Soy consciente de todas las malditas cosas que has hecho a lo largo de todos estos años, Conan, no me quieras ver la cara de estúpida.

Se detiene y un pequeño sollozo inunda el lugar. De inmediato, mi corazón se contrae dentro de mi pecho, aprieto mis manos haciéndolas puños, conteniéndome.

—Tú puedes decidir quién está dentro o fuera de mi vida, tomas decisiones por mí en cosas en las cuales no deberías meter tus narices, pero lo haces. En más de una ocasión me lastimaste y ni siquiera te diste cuenta. —Veo cómo su pequeña figura se mueve entre la jaula que le ha hecho Conan con sus brazos para que no se escapara—. Solo te estoy diciendo lo que creo que es lo mejor para ti, me preocupo y, en cambio, tú lo ves como la peor traición. Te quiero tanto, que me duele ver cómo te arrodillas y te dejas pisotear por una mujer que en todo momento dejó en claro que no le gustabas y que por ningún motivo iba a intentar encajar en tu mundo. Nos dejaste por ella, alejaste a tus mejores amigos por ella, dejaste de darle prioridad al basquetbol... me ignoras y en verdad me duele. Dejaste todo por ella, y eso es demasiado estúpido cuando lo único que te regresa son palabras cortantes y te hace sentir inferior.

—¿Y tú qué mierda sabes de mi puta relación? Si dejo que ella me haga como quiere, es mi jodido problema, no el tuyo, y como lo dices, ya no deberíamos meter nuestras narices en asuntos ajenos, así que mantente apartada de todo esto, ignórame como yo lo hago contigo. ¡Deja de rogar por mi atención, Maddison! ¡Te ves ridícula!

—El único ridículo de los dos eres tu maldito cabrón, y cuando te des cuenta de toda la mierda que estás haciendo y quieres que te perdone ni, aunque te arrastres de rodillas, te concederé el perdón. Hasta aquí se acaba todo, a partir de ahora ya no te conozco. Ahora hazte a un puto lado, me estorbas.




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