El Último Aliento

20. Una nueva sensación

MADDISON

Con lentitud deslizo mis pies por el piso pulido de la escuela. Mientras más me acerco al lugar en donde se encuentra Margot, más ganas de dar media vuelta y cambiar la respuesta negativa de mi madre se elevan, pero sé que, aunque le cambiara la respuesta, no asistiría a ese campamento.

Cuento los pasos que doy y me imagino la cantidad de los que me faltan dar. Suelto un suspiro al momento en que mis hombros decaen.

Debería de estar feliz, después de que concluyan las clases pasaré el resto del fin de semana con mi papá y mis hermanos que decidieron quedarse en casa de él en vez de la de nuestra histérica madre. Tal vez si le hubiera pedido a mi padre que me firmaran el permiso, lo hubiera hecho o tal vez no.

Quiera o no, tengo que asistir a mis consultas. Aunque sepa que puedo morir en cualquier momento.

Un golpe en seco me hace salir de mis pensamientos, me sobo el hombro derecho y subo la mirada para ver quién ha sido el culpable. Al encontrarme con unos ojos marrones, retrocedo un paso de manera vacilante, meneo mi cabeza hacia el lado izquierdo esperando ver a un alumno o a un profesor si es que el destino se apiadaba de mí.

—¡Fíjate por dónde caminar! ¿Acaso ya no te sirven los ojos? ¿El ratón de biblioteca ya se le desgastó la vista de tanto estar metida en un libro? —Se burla, suelta una risa que me estremece y esos viejos recuerdos que tengo de ella, me hacen retroceder otro paso más.

Se sacude el hombro con el que me ha golpeado con su mano de una manera detestable. A ambos lados de ella se encuentran sus secuaces, Renata y Melani, ambas se cubren la boca simulando ocultar la carcajada que llego a mis oídos sin ningún tipo de distorsión.

Intento mantener la boca cerrada y doy un paso a la derecha para salir de ese lugar, sin embargo, ella también da uno para prohibirme el paso.

—¿No piensas disculparte, ratón de biblioteca mal oriente?

Ignoro lo que ha dicho e intento dar otro paso, pero nuevamente me obstruye el paso.

—Deja de hacerte la boba, sabes que eso no funciona —desvío la mirada cuando sus ojos profundizan el contacto visual, sus pisadas resuenan en el desolado lugar y antes de que pudiera dar otro paso hacia atrás, coloca su mano sobre uno de mis hombros y hace presión—. Sabes perfectamente que huir no es una opción o ¿quieres que te recuerde lo que sucedió la otra vez?

Intento hacer caso omiso a cada una de sus palabras, pero mi cuerpo temblando debajo de su mano me delata y ella sonríe de manera siniestra. Quiero salir de aquí, pero mis esperanzas se van acabando mientras los segundos transcurren y absolutamente nadie aparece por el pasillo.

Si gritaba, ¿alguien vendría a ayudarme?, ¿Alguien me salvaría de las garras y el veneno que suelta Scarlett cada vez que quiere herir a alguien? Sus uñas se entierran en el saco que traspasa hasta tocarme la piel. Intento ocultar el dolor, pero la mueca invade mi rostro antes de que pudiera ocultarla.

—Discúlpate —presiona, su aliento golpea mi mejilla y mi nariz de arruga.

—No he hecho nada malo —me oigo decir—, así que no tengo por qué disculparme.

—¡Claro que tienes! ¡Discúlpate ahora mismo!

Su respiración se acelera, enfurecida. Algo que sé, es que Scarlett detesta con toda su alma que las personas no hagan lo que ella les ordena. En su vocabulario no existe la palabra «por favor» ni «gracias». Desde pequeña fue demandante y les decía a todos qué hacer, incluso los profesores le temían. Cuando ella iba a la primaria, sus padres tenían demasiado poder en las palmas de sus manos, eran personas muy relevantes e importantes, por lo que su única hija no sabía lo que era ser amable. Lo único que Scarlett era capaz de hacer: eran los berrinches.

Cuando intenté acercarme a ella para jugar en el recreo, lo que ella hizo fue golpearme en la cabeza con la bandeja de su comida para después tirarme su jugo encima. Desde entonces, entendí que no debía acercarme a ella así fuera solo porque yo era amable. Pero en la secundaria, ella tuvo interés por mí, y yo muy ingenua, creí que finalmente quería que fuéramos amigas.

Un grave error que me costó mucho.

Sus manos me dejan libres, y antes de que pudiera reaccionar, Luke me toma de la mano y me saca de ahí. El rostro de Scarlett se tiñe de un rojo intenso, pero estoy tan aturdida que no soy capaz de escuchar lo que nos está diciendo.

Bajamos las escaleras de la entrada principal y continuamos caminando. No digo nada, simplemente voy hacia el lugar a donde me quiera llevar sin protestar. El pavimento se desvanece debajo de nuestros pies y se convierte en césped verde, el aroma del césped recién cortado inunda mis fosas nasales, respiro profundamente llenando mis pulmones de aquel agradable olor.

Luke suelta mi mano cuando nos detenemos debajo de las gradas. Los murmullos de las personas que se encuentran en la clase de educación física apenas y se escuchan a la distancia que estamos. Luke se echa el cabello hacia atrás, pero se le regresa. Sonrío al ver cómo sus intentos fallan al querer dejar su cabello lejos de sus ojos.

No me había percatado de que tenía unos cuantos mechones más largos que le cubren casi por completo los ojos. Parpadeo un par de veces, cuando mi mano ahora intenta ayudarlo, su mano se detiene sobre su cabeza y cuando mis dedos rozan los suyos, alejo mi mano de inmediato al sentir cómo un toque de electricidad me sacude la mano.




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