El Último Aliento

19. Permiso negado

MADDISON

El permiso baila entre mis manos que estaban escondidas debajo de la mesa; puedo incluso sentir cómo pequeñas gotas de sudor se deslizan por mi espalda. Muevo el pie con inquietud ante todos los pensamientos que me rondaban en la mente. Los nervios sacuden cada uno de mis huesos, no estoy tan segura de que mi madre me deje ir, pero en verdad espero que se apiade un poco y me deje disfrutar de esta nueva experiencia.

El plato de porcelana blanca en donde hace unos segundos estaba una rebanada de cheesecake de limón es en lo único que mis ojos son capaces de ver, hay un silencio muy poco agradable, espero a que mamá termine de comer el postre, pero antes de que las palabras se apresuraran a salir de mi boca, la cuchara de plata repiquetea en la orilla del plato extendido provocando que las personas que se encontraban en la mesa (Thierry y yo) volteáramos a verla.

—Maddison, que no se te olvide llevar el justificante al director, como quiera yo ya hablé con él.

El entrecejo se me frunce al no comprender lo que me trataba de decir. ¿Cuál justificante? Ladeo un poco la cabeza intentando recordar cualquier cosa que me fuera útil, pero lo único que soy capaz de recordar es que ya no tengo resaltadores ni post-it. En lo que va del mes he tenido tan pocas conversaciones con ella que ya no soy capaz de recordar cuál fue la última vez en la que entable una conversación sin que una de las dos saliera molesta o dolida por palabras de la otra.

—¿Qué justificante? —Me atrevo a preguntar, sus ojos me fulminan como si hubiera dicho una grosería.

—Se ve que me prestas atención —se queja, aleja un poco el plato para después cruzarse de brazos con cansancio—. Iremos a París a la revisión mensual, tal parece que la enferma soy yo en vez de ti.

Mis ojos van rápidamente a Thierry quien me regresa la mirada. Sus ojos me sonríen y por un instante desearía no tener que ir con ellos, pero lastimosamente, la que se está muriendo soy yo.

Arrugo la hoja de papel casi haciéndola bolita, me muerdo el interior de la mejilla cuando Matías (el encargado de darme mis pastillas cada vez que como, ya que a mí a veces se me olvida aun así tenga miles de alarmas en el móvil) me deja cuatro pastillas de diferentes tamaños y colores junto con un vaso de agua lleno hasta la mitad.

—Entonces, ya ni hablamos sobre darme autorización para ir al campamento, ¿verdad? —Los ojos me pican cuando las lágrimas van brotando como grandes gotas que caen de una fuente.

Sin entusiasmo tomo las pastillas una por una y me las trago sin hacer una sola mueca, dejo el vaso sin una sola gota de agua y con el dorso de la mano me limpio las comisuras de la boca.

Odio estas pastillas.

Odio tener que ir a París para mis chequeos médicos.

Odio estar enferma.

Odio el solo pensar en que tal vez ni siquiera llegue a cumplir los dieciocho años, porque una extraña enfermedad me mate antes de que encuentren un donador que sea compatible conmigo.

—Sabes perfectamente que no puedes ir de viaje, Maddison —deja la servilleta de tela sobre la mesa para ponerse de pie—, deja de hacerte ilusiones.

Con eso se pierde, un sollozo se me escapa, pero ya ni quiera me esfuerzo para ocultarlos.

Un par de segundos después, siento unos brazos rodearme. Thierry acaricia mi cabello con comprensión y amor de inmediato, enrollo mis brazos alrededor de su cadera y escondo el rostro en la tela de su polo negra.

—Si ya sabemos que me voy a morir, ¿por qué no puedo simplemente fingir que soy una adolescente normal por un par de minutos?

—Cielo, no te morirás —toma mi rostro entre sus manos; en cuanto mis ojos dan con los suyos, puedo ver el dolor que le causan mis palabras—. Haré todo lo que esté en mi poder para que puedas no solo vivir una vida normal por unos cuantos minutos, sino para toda la vida.

Sé que Thierry no miente, porque entre mi madre y él, él es el que está mucho más interesado en encontrar un donador para que pueda vivir con normalidad tal y como lo hacía un año. Thierry lleva una parte de mi historial y control médico, sin embargo, el doctor Dupont no deja que se meta mucho en mi caso, por cosas de políticas y no sé qué cosas más.

Después de todo el caos que se generó en la escuela y en los medios de comunicación sobre nosotros cuatro, una semana después tuve un accidente que afecto gradualmente mi corazón, fui trasladada al mejor hospital de París y me sometieron a una larga cirugía en donde me colocaron un marcapasos en el corazón y drenaron demasiada sangre que se acumuló en la zona. Al principio todo pintaba bien, pero todo empeoró cuando encontraron algo dentro del corazón y me están tratando con medicamentos a ciegas porque aún no descubren a ciencia cierta lo que tengo.

En la última consulta, le dijeron a mi madre que había una gran probabilidad de vida si encontraban un donador que fuera compatible conmigo, pero todos han sido rechazados.

Puedo fingir normalidad aun cuando siento que me voy a desplomar ahí mismo, como esa vez cuando Conan me arrogo a la piscina con él, Luke creyó que tenía un ataque de ansiedad, pero era que mi corazón había dejado de mandar pulsaciones y mi cerebro recibió órdenes confusas prohibiendo el oxígeno en mis pulmones tal y como si ya hubiera muerto, si no fuera por el marcapasos hubiera muerto ahí mismo.




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