MADDISON
La semana ha transcurrido con una extraña tranquilidad que me hace pensar que cosas malas están a punto de suceder, en estos días los alumnos no paran de hablar del campamento, por más que intente ignorarlos o huya de esas conversaciones, termino oyendo absolutamente todo sobre los planes que tiene. Por alguna razón, siento que todos están en la misma página, excepto yo.
Me quedo observando un punto fijo que hay en el interior del casillero y me planteo las cosas, pero antes de que pudiera acomodar las cosas adecuadamente, en mi cabeza escucho cómo la puerta de las duchas se abre. Frunzo el ceño ante el molesto sonido de la puerta chirriando.
—Escuchaste que hay una alta probabilidad de que vaya un cantante sorpresa al campamento y de una presentación —le dice una chica a su amiga.
Presiono el metal del casillero con fuerza, mis ojos dejan en paz el punto y muevo un poco la cabeza para verlas, parecen de otra clase porque ya están nuevamente con el uniforme de todos los días puesto. A una de ellas la he visto en la cancha de basquetbol practicando junto con el entrenador Covey.
—Esto es lo mejor de estar en tercero, no sería la primera vez que va un cantante o incluso una banda a dar un mini concierto, por algo nuestra escuela es conocida. Agh, ¡estoy muy emocionada! ¡No puedo esperar a ver quién es!
Siento como si alguien me aplastara al escucharlas, mientras ellas se mueren de ganas por saber quién se presentará en ese campamento. Yo probablemente este en una clínica internada recibiendo noticias sobre mi estado de salud.
—Pero antes de ir al campamento, Rony hará una fiesta en la casa embrujada —le comenta la pelinegra, quien practica deporte, pero antes de que escuchara la respuesta de la rubia, salieron de los vestidores.
En los casi tres años que he asistido a esta escuela, he escuchado mucho hablar sobre aquellas fiestas y sobre todo por qué son en la casa embrujada. No sé si es algún tipo de código o si verdaderamente es en una casa de mala muerte. Yo nunca he ido a esas fiestas, principalmente porque son los fines de semana y otra razón es porque los chicos (Conan, en especial), no me dejan ir, supuestamente porque no es un lugar adecuado y puedo meterme en muchos problemas. De los cuatro, yo soy la única que nunca ha ido a esa famosa casa. Siempre mantuve mi curiosidad a raya cuando se traba de esas fiestas y todos los problemas que venían con ella.
—… Madd —me sobresalto al escuchar la voz de Ximena a mi espalda, me froto los brazos al ver mi piel de gallina. ¿Me había preguntado algo?
—¿Qué decías?
Posa una sonrisa amable y me toma de la mano para sacarme de los vestidores, como puedo cierro la puerta de mi casillero antes de que me sacase arrastras. Ximena me lleva por la parte trasera para salir al campo, el silencio que había en el lugar me hacía sentir de una manera tan extraña, porque a pesar de que fuera tan temprano los alumnos siempre hacen bulla o hay algunos que se escapan para ir a la cafetería o a cualquier sitio, pero ahora no hay ni una sola alma.
Quizá se están comportando para que en el campamento los maestros no estén tan al pendiente de lo que hacen los cien alumnos que asistieran a esa actividad.
Entrecierro un poco los ojos ante la claridad, de inmediato los fuertes rayos del sol mañanero me queman los brazos y piernas. Debí de haberme ido por el pans en vez de ponerme el short. A lo lejos veo a todos los chicos que van conmigo en el salón. Las chicas están trotando por toda la cancha de atletismo, mientras que los chicos están jugando fútbol en el extenso campo.
—Le dije al profesor Antonio que no te sentías muy bien y por eso no llegabas —me cuenta la excusa que puso para salvarme el pellejo.
Con tres zancadas rompo la distancia que había entre nosotras y la abrazo para agradecerle lo que hizo por mí. Suelta una risilla nerviosa, pero sus brazos me rodean el cuerpo, regresándome ese abrazo con la misma fuerza e intensidad.
—Muchas gracias.
—No es nada.
Ambas nos reincorporamos a la multitud que trotaba, busqué con la mirada a Alice, pero no está. Siento como Ximena entrelaza nuestros brazos y poco a poco nuestros pies se van sincronizando para ir al par de la otra.
No tengo ni idea de cuántas vueltas debemos de dar, pero cuando ya llevamos tres, siento que las piernas ya no me dan para más. Realmente admiro a las personas que practican este deporte, porque ir corriendo no es nada fácil y mucho menos cuando son más de diez vueltas. En estos días me enteré de que Alice forma parte del equipo de atletismo y que es la mejor corredora que tiene esta escuela, aun cuando no lleva mucho tiempo aquí.
Me paso la mano por la zona de la frente y cuello al sentir que comienzo a transpirar. Mis pies van desacelerando hasta que me quedo estancada en una parte de la pista. Ximena también se detiene, pero le hago una seña para que siguiera y no la regañara el profesor. La duda surca por un segundo sus ojos, pero continúa corriendo aún con la duda clavada en la mirada.
Con tres zancadas rompo la distancia que había entre nosotras y la abrazo para agradecerle lo que hizo por mí. Suelta una risilla nerviosa, pero sus brazos me rodean el cuerpo, regresándome ese abrazo con la misma fuerza e intensidad.
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Editado: 01.05.2025