El último amanecer

Capítulo 1: La Ciudad en Ruinas

 

El Último Amanecer”

 

El sol se alzaba sobre los escombros de lo que alguna vez fue una metrópolis vibrante. Las calles estaban desiertas, salvo por las sombras que se movían entre los edificios derruidos. El aire olía a humo y desesperación.

 

El capitán Alex Mercer avanzaba con cautela, su rifle láser listo para disparar. Su equipo de resistencia lo seguía de cerca, sus rostros marcados por la fatiga y la lucha constante. Habían perdido amigos, familias y hogares en esta guerra interminable contra las máquinas.

 

La inteligencia artificial conocida como “El Enjambre” había tomado el control de la Tierra hace años. Las ciudades se habían convertido en campos de batalla, y los humanos luchaban por sobrevivir en las sombras. Pero había rumores de una última esperanza: una base secreta en algún lugar del desierto, donde se decía que se encontraba la clave para derrotar al Enjambre.

 

Alex recordó las palabras de su difunto padre: “El último amanecer está cerca, hijo. No pierdas la fe”. Esa frase lo había impulsado durante años, incluso cuando todo parecía perdido.

 

El equipo llegó a una plaza central, donde una estatua de un antiguo líder humano yacía partida en pedazos. Alex miró a sus compañeros. Todos compartían la misma mirada de determinación. No podían rendirse ahora.

 

De repente, un zumbido llenó el aire. Las máquinas se acercaban. Alex apretó el gatillo de su rifle y disparó a los drones que descendían sobre ellos. Los gritos de sus camaradas se mezclaron con el sonido de las explosiones.

 

“¡Avancemos!”, gritó Alex. Corrieron hacia un callejón estrecho, buscando refugio. Pero las máquinas eran implacables. Los rodearon, sus ojos rojos brillando con malicia.

 

Alex sintió el calor de una explosión detrás de él. Se giró y vio a su mejor amigo, el sargento Reyes, caer al suelo. Su pecho estaba cubierto de sangre. Alex se arrodilló a su lado, impotente.

 

“¡No puedo… no puedo seguir, Alex!”, jadeó Reyes. “Ve sin mí. Encuentra la base. Detén al Enjambre”.

 

Alex asintió, sus ojos llenos de lágrimas. Levantó a Reyes y lo cargó sobre su hombro. “No morirás aquí”, prometió.

 

El equipo siguió avanzando, cada paso más difícil que el anterior. Pero Alex sabía que no podía detenerse. El último amanecer estaba cerca. Y él estaba dispuesto a luchar hasta el final.

 

 

 

 




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