El último amanecer

Capítulo 3: Fuego y Acero

 

El amanecer traía consigo el estruendo de la guerra. El equipo de Alex se movía con una precisión letal, cada miembro sincronizado con el otro. La torre del Enjambre se alzaba ante ellos, una fortaleza de metal y circuitos que desafiaba el cielo.

 

“¡En posición!”, gritó Alex. Sus palabras eran casi ahogadas por el rugido de las explosiones a lo lejos. El equipo se dispersó, encontrando cobertura entre los escombros y las ruinas de edificios caídos.

 

La primera oleada de máquinas atacantes surgió de la nada, sus armas destellando con una luz fría y mortal. Alex apuntó y disparó, su rifle láser cortando el aire con un silbido agudo. Una tras otra, las máquinas caían, pero por cada una que destruían, dos más tomaban su lugar.

 

“¡No podemos quedarnos aquí!”, gritó la teniente Sánchez, disparando su arma con una precisión mortal. “¡Tenemos que movernos!”

 

Alex asintió, señalando hacia un pasaje estrecho a la derecha. “¡Ese es nuestro camino! ¡Vamos!”

 

El equipo corrió, esquivando disparos y devolviendo fuego. La adrenalina fluía por sus venas, cada paso un desafío a la muerte que los acechaba.

 

De repente, una explosión cercana los lanzó al suelo. Alex se levantó, sacudiendo el polvo y los escombros. “¡Reporten!”, exigió.

 

Uno a uno, su equipo confirmó que estaban bien, aunque sacudidos. No había tiempo para el alivio; la torre estaba cerca, y con ella, la posibilidad de poner fin a la guerra.

 

Llegaron a la base de la torre, sus paredes lisas y frías ante ellos. “Aquí es”, dijo Alex, sacando el dispositivo con el virus. “Es ahora o nunca.”

 

La teniente Sánchez colocó cargas explosivas en la puerta. “Prepárense para la entrada rápida”, ordenó.

 

La explosión abrió un agujero en la puerta, y el equipo irrumpió en la torre. Dentro, se enfrentaron a un laberinto de pasillos y cámaras, cada uno defendido por máquinas más avanzadas y letales.

 

El combate era feroz, cada esquina una emboscada, cada sala una trampa. Pero Alex y su equipo no se detenían. Luchaban con una determinación forjada en el corazón de aquellos que no tienen nada que perder.

 

Finalmente, llegaron al núcleo de la torre. Las máquinas guardianas eran las más poderosas que habían enfrentado, pero el equipo de Alex estaba preparado. Dispararon con todo lo que tenían, cubriendo a Alex mientras él se abría paso hacia el núcleo.

Con cada paso, Alex sentía el peso de la humanidad sobre sus hombros. No podía fallar, no ahora. Con un último esfuerzo, insertó el dispositivo en el núcleo.

 

El mundo pareció detenerse por un momento. Luego, una luz brillante inundó la torre, seguida de un silencio ensordecedor. Las máquinas se detuvieron, sus luces parpadeando y apagándose una tras otra.

 

El equipo de Alex cayó al suelo, exhausto pero vivo. Habían ganado, contra todo pronóstico. El último amanecer había llegado, y con él, la promesa de un nuevo comienzo.




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