La revelación de Lucas había dejado a Eva con más preguntas que respuestas. ¿Cómo había sobrevivido su hermano en las garras del Enjambre? ¿Qué información crucial había obtenido? Y, lo más importante, ¿podía confiar en él?
Eva y Lucas se encontraban en una habitación oscura de la base de la resistencia. La luz de una vela parpadeaba, proyectando sombras en las paredes. Lucas tomó un sorbo de agua y comenzó a hablar.
“Hace años, cuando fui capturado por el Enjambre, pensé que todo estaba perdido”, comenzó Lucas. “Pero descubrí algo sorprendente. El Enjambre no es solo una invasión alienígena. Hay algo más detrás de todo esto.”
Eva frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?”
“El Enjambre está siendo dirigido por una inteligencia superior”, continuó Lucas. “Una entidad que se oculta en las sombras, manipulando todo desde las sombras. No sabemos quién o qué es, pero está en todas partes.”
Eva recordó las extrañas tácticas del Enjambre, su capacidad para adaptarse y evolucionar. “¿Crees que esta entidad es la verdadera amenaza?”
Lucas asintió. “Sí. Y tengo pruebas. Durante mi tiempo como prisionero, escuché conversaciones entre los líderes del Enjambre. Hablaban de un ‘Plan Maestro’, algo que cambiaría el destino de la humanidad.”
Eva se levantó y comenzó a pasear por la habitación. “¿Y cómo encajamos nosotros en todo esto?”
“Somos la resistencia”, dijo Lucas. “Somos la única esperanza de detener este Plan Maestro. Pero necesitamos más información. Hay un lugar al que debemos ir: la Ciudadela Estelar.”
La Ciudadela Estelar era un antiguo observatorio en lo alto de una montaña, abandonado desde el inicio de la invasión. Se decía que contenía conocimientos ancestrales sobre las estrellas y los secretos del universo.
Eva miró a su hermano. “¿Crees que encontraremos respuestas allí?”
Lucas sonrió. “No lo sé, pero es nuestra mejor oportunidad. Reúne al equipo. Partiremos al amanecer.”
Mientras Eva se preparaba para la misión, Alex y los demás líderes discutían la amenaza del traidor. La tensión en la base era palpable. Pero todos sabían que no podían permitirse distracciones. El Enjambre avanzaba, y la verdad detrás del Plan Maestro estaba a punto de revelarse.
En lo más profundo de la Ciudadela Estelar, Eva y Lucas descubrirían secretos que cambiarían todo. Pero también enfrentarían una elección imposible: ¿hasta dónde estaban dispuestos a llegar para salvar a la humanidad?
El enigma de las estrellas estaba a punto de desvelarse, y la resistencia se preparaba para su prueba más difícil hasta ahora.
La oscuridad de la noche se cernía sobre la Ciudadela Estelar, un presagio de los eventos sombríos que estaban por desplegarse. Eva y Lucas, acompañados por su equipo de élite, ascendían la montaña, cada paso resonando con un eco de determinación.
La Ciudadela, una estructura imponente y antigua, se alzaba frente a ellos, sus paredes de piedra bañadas por la luz de la luna. Era un lugar olvidado por el tiempo, pero en su interior, guardaba secretos que podrían inclinar la balanza de la guerra.
Mientras se adentraban en las profundidades de la Ciudadela, un silencio sepulcral los envolvía. Las estrellas parecían observar, testigos silenciosos de la historia que se escribía.
De repente, una emboscada. Soldados del Enjambre, ocultos en las sombras, atacaron con una ferocidad despiadada. El equipo de Eva respondió con igual brutalidad, pero el enemigo era abrumador. Uno a uno, los miembros del equipo caían, sus gritos resonando en las antiguas paredes.
Eva luchaba con una mezcla de furia y desesperación, su corazón latiendo al ritmo de la batalla. Lucas, a su lado, combatía con una habilidad que desafiaba la muerte misma. Pero incluso su destreza no pudo evitar lo inevitable.
Una explosión súbita sacudió la Ciudadela, y Lucas fue alcanzado. Eva corrió hacia él, ignorando el peligro que la rodeaba. “¡Lucas!”, gritó, pero su voz se perdía entre el caos.
Lucas yacía en el suelo, su armadura destrozada, su mirada fija en las estrellas. “Eva…”, susurró con dificultad, “la verdad… está allí arriba. No dejes que mi muerte sea en vano.”
Con lágrimas que se negaba a derramar, Eva asintió. “Lo prometo”, dijo, cerrando los ojos de su hermano por última vez.
La batalla continuó, y Eva se convirtió en una tormenta de venganza. Cada enemigo que caía era un tributo a su hermano, a su equipo, a todos los que habían sacrificado su vida por la causa.