El funeral de Lucas fue sombrío. Los miembros del equipo se reunieron alrededor de una pira funeraria improvisada. Eva pronunció unas palabras, recordando la valentía de su hermano y la promesa que le había hecho. Las llamas consumieron su cuerpo, y el humo se elevó hacia las estrellas.
El silencio se extendía mientras el humo de la pira funeraria de Lucas se elevaba, llevando consigo las memorias de un héroe caído. Los miembros del equipo, con sus rostros iluminados por el fuego, compartían una mirada de respeto y dolor.
Eva, con la voz temblorosa pero firme, continuó su discurso. “Lucas no era solo mi hermano, era nuestro compañero, nuestro amigo, y un guerrero incansable. Nos enseñó que incluso en la oscuridad más profunda, una chispa de coraje puede encender la llama de la esperanza.”
Una a una, las personas presentes comenzaron a hablar, compartiendo historias de Lucas. Cómo su sonrisa podía aliviar el peso de la batalla, cómo su estrategia había salvado vidas, cómo su sacrificio no sería olvidado.
“Que las estrellas sean tu morada, y que la luz de tu espíritu guíe nuestro camino”, dijo Eva, mirando hacia el cielo nocturno. “Hoy, no solo despedimos a un héroe, sino que renovamos nuestro compromiso de luchar, de vivir y de triunfar en tu honor.”
Con el final de la ceremonia, cada miembro del equipo encendió una pequeña linterna y la dejó flotar hacia el cielo, creando un río de luz que se mezclaba con las estrellas. Era un adiós, pero también un recordatorio: la luz de Lucas seguiría brillando en cada uno de ellos, en cada batalla, en cada acto de valentía.
Mientras las llamas se extinguían y el amanecer se acercaba, Eva sabía que el último amanecer de Lucas era el comienzo de su propia resurrección, una promesa de continuar la lucha hasta que el verdadero amanecer llegara para todos.
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