La investigación sobre el traidor continuaba. Alex y Eva interrogaron a los sospechosos, buscando señales de complicidad con el Enjambre. Finalmente, descubrieron al culpable: Nadia, una científica que había estado filtrando información a los invasores. Nadia fue arrestada, y su mirada desafiante no dejaba dudas sobre su lealtad.
La sala de interrogatorios estaba bañada en una luz fría y dura. Nadia estaba sentada, esposada, frente a Alex y Eva. Su mirada era de acero, sin rastro de arrepentimiento.
“¿Por qué Nadia?”, preguntó Eva, su voz apenas contenía la traición que sentía. “¿Por qué traicionar a tu propia especie?”
Nadia sonrió con desdén. “¿Mi especie? ¿La humanidad? Una masa de seres egoístas y destructivos. El Enjambre ofrece un nuevo orden, una evolución forzada. Es la única manera de salvarnos de nosotros mismos.”
Alex golpeó la mesa con furia. “¡Has condenado a miles! ¡Tu ‘nuevo orden’ no es más que esclavitud y muerte!”
“¿Esclavitud?”, replicó Nadia. “No, es liberación. El Enjambre nos liberará de nuestras debilidades. Y yo seré parte de esa nueva era.”
Eva se levantó, su silueta recortada contra la luz. “No habrá nueva era para ti, Nadia. Solo habrá justicia.”
La puerta se abrió y dos guardias entraron. “Llévensela”, ordenó Eva. “Que pague por sus crímenes.”
Mientras Nadia era escoltada fuera de la sala, su última mirada a Eva no fue de miedo, sino de una promesa. Una promesa de que la guerra estaba lejos de terminar.
La traición de Nadia había sido un golpe duro, pero también había fortalecido la resolución de la resistencia. Ahora, más que nunca, estaban unidos en su lucha contra el Enjambre. Y mientras la puerta se cerraba tras Nadia, Eva sabía que la verdadera batalla apenas comenzaba