El equipo partió al amanecer. Eva llevaba consigo el pergamino de la profecía y la determinación de cumplir su papel como elegida. A medida que avanzaban, encontraron ruinas antiguas, tecnología olvidada y señales de una civilización perdida. Las estrellas parecían observarlos, como si supieran que el destino de la galaxia estaba en juego.
La caravana de la resistencia se adentraba en el corazón de lo desconocido, dejando atrás la seguridad de su base. El cielo del amanecer se teñía de tonos rojizos y dorados, un hermoso pero sombrío recordatorio de la misión que llevaban a cabo.
Eva, con el pergamino firmemente sujeto entre sus manos, lideraba con una mezcla de temor y valentía. Las ruinas que encontraban a su paso eran testigos mudos de una era que ya no existía, sus estructuras desmoronadas y sus calles vacías hablaban de un pasado glorioso y de una caída abrupta.
“Estas civilizaciones perdidas… ¿seremos nosotros algún día?”, murmuró uno de los miembros del equipo, su voz perdida en el viento.
Eva se detuvo y se volvió hacia él. “No si podemos evitarlo”, dijo con firmeza. “Aprendamos de sus errores y luchemos por un futuro diferente.”
La tecnología olvidada que encontraban entre las ruinas les ofrecía pequeñas victorias: datos, armas, incluso refugio. Pero cada descubrimiento venía con su propio conjunto de preguntas. ¿Quiénes eran? ¿Qué sabían sobre el Enjambre? ¿Y cómo había sido posible su desaparición?
Las estrellas, ahora visibles en el cielo nocturno, parecían parpadear con un conocimiento ancestral. Eva sentía su mirada, como si la galaxia entera estuviera pendiente de su éxito o su fracaso.
“El destino de la galaxia puede estar en juego, pero no estamos solos”, dijo Eva, mirando hacia arriba. “Las estrellas nos guían, y las memorias de aquellos que vinieron antes nos fortalecen. No somos solo un equipo; somos el legado de la humanidad.”
Con renovada determinación, el equipo continuó su marcha. Cada paso los acercaba más a la fuente del Enjambre, y cada noche, las estrellas les susurraban secretos que solo el universo conocía. El viaje a lo desconocido estaba lleno de peligros, pero también de maravillas, y Eva sabía que cada descubrimiento los acercaba a la luz de un nuevo amanecer.