El Último Amanecer

Despertar En Sombras

Las noches de Leonel solían ser un refugio de calma, un respiro de las tensiones del día. Pero últimamente, sus sueños estaban llenos de imágenes perturbadoras, fragmentos de un pasado que no podía recordar.

Se sentía como un actor en una obra cuya trama desconocía, y la incertidumbre lo atormentaba. Sin embargo, la verdadera revelación estaba aún por llegar.

Una noche, mientras el cielo derramaba su luz estelar sobre la tierra y el silencio envolvía la pequeña ciudad, Leonel se recostó en su cama, sintiendo el peso de la fatiga en sus párpados.

Cerró los ojos, esperando encontrar el consuelo del sueño. Pero en su interior, algo más estaba despierto, algo que había permanecido en la sombra, esperando el momento propicio.

El sueño de Leonel era profundo, un océano de calma en el que se sumergió rápidamente. Pero dentro de ese océano, una tormenta comenzaba a gestarse. Luzbel, la esencia atrapada dentro de su receptáculo humano, se agitaba. Sentía la debilidad y la confusión de Leonel, y sabía que era su oportunidad para tomar el control.

En la oscuridad de la noche, Leonel se estremeció, y su cuerpo comenzó a moverse de manera casi imperceptible. Sus ojos se abrieron lentamente, pero ya no eran los ojos de un joven adolescente. Eran los ojos de un ángel caído, llenos de una luz antigua y una oscuridad insondable. Luzbel había despertado.

Con un movimiento fluido, Luzbel se levantó de la cama. Sentía el cuerpo de Leonel como una armadura nueva, aún rígida y poco familiar, pero adecuada para sus propósitos. La mirada de Leonel, ahora bajo el control de Luzbel, era intensa, penetrante, como si pudiera ver más allá de las sombras de la noche.

Luzbel salió de la casa en silencio, sus pasos ligeros como el susurro del viento. La luna llena iluminaba el camino, y las estrellas parecían observar su marcha con una curiosidad silenciosa.

Se dirigió hacia un sitio abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar que había sido olvidado por los hombres, pero que ahora serviría como el escenario de un encuentro crucial.

El sitio abandonado era un viejo edificio industrial, sus paredes cubiertas de grafitis y ventanas rotas que miraban al vacío. Luzbel se adentró en el lugar, su presencia llenando el espacio con una energía palpable. La atmósfera se volvió densa, y una sombra oscura emergió del rincón más profundo.

— Ah, Luzbel. Sabía que vendrías.

La voz de Belial era un eco de maldad, una melodía oscura que resonaba en el aire. Su figura se materializó, alta y amenazante, con ojos que reflejaban el abismo.

— Belial. Siempre tan predecible.

Belial sonrió con desprecio, sus labios curvándose en una mueca de burla. Dio un paso adelante, sus movimientos llenos de confianza y arrogancia.

— Mírate, Luzbel. Apenas una sombra de lo que solías ser. ¿Qué esperas lograr con este cuerpo humano? No eres ni la mitad del ángel que fuiste.

Luzbel sintió la mordacidad en las palabras de Belial, pero se mantuvo firme. Levantó una mano, y una ligera chispa de su antiguo poder brilló en la punta de sus dedos. La chispa era débil, un reflejo pálido de su antigua gloria, pero aún así, era un recordatorio de lo que una vez fue.

— Todavía hay suficiente poder en mí para acabar contigo.

Belial soltó una carcajada, el sonido retumbando en las paredes del edificio. En un rápido movimiento, se lanzó hacia Luzbel, sus manos envueltas en una oscuridad tangible.

Luzbel se defendió, pero sus movimientos eran lentos y torpes en comparación con la agilidad de Belial. El choque de sus poderes llenó el aire con una energía chispeante, una tormenta de luz y sombra.

El enfrentamiento fue breve pero intenso. Belial atacaba con la precisión de un depredador, mientras Luzbel se esforzaba por mantener el control del cuerpo de Leonel.

Cada golpe resonaba con un eco de dolor y desesperación. Belial se burlaba continuamente de su contrincante, sus palabras cortando más profundamente que cualquier herida física.

— ¿Es esto todo lo que te queda, Luzbel? Unas chispas insignificantes y una voluntad quebrantada. Deberías haberte quedado en la sombra, donde perteneces.

Luzbel sintió la rabia burbujeando dentro de él, una furia antigua que luchaba por liberarse. Se lanzó hacia Belial con toda la fuerza que pudo reunir, pero Belial lo esquivó fácilmente, su risa resonando en el aire.

— Patético. Ni siquiera eres digno de llamarte mi enemigo.

En ese momento, un destello de luz pura atravesó el aire, separando a los dos combatientes. Belial retrocedió, su sonrisa desvaneciéndose al sentir la presencia de una fuerza mayor. Luzbel, confundido, buscó el origen de la luz.

Desde la oscuridad, una figura se materializó, envuelta en una radiante luz celestial. Era el arcángel Miguel, su espada de fuego en la mano, y una mirada de resolución en sus ojos.

— Belial, tu tiempo aquí ha terminado.

Belial gruñó, su rostro torcido en una mueca de odio. Sabía que no podía enfrentarse a Miguel en su estado actual. Con una última mirada de desprecio hacia Luzbel, se desvaneció en la sombra, dejando el lugar en un silencio profundo.

Miguel se volvió hacia Luzbel, sus ojos llenos de compasión y tristeza. La luz alrededor de él se suavizó, y su presencia se volvió reconfortante.

— Luzbel, viejo amigo, te he estado buscando. No puedes continuar así. Debes encontrar tu camino de regreso.

Luzbel, aún en el cuerpo de Leonel, sintió una mezcla de emociones. La aparición de Miguel despertó recuerdos enterrados, y la esperanza comenzó a brotar dentro de él. Pero antes de que pudiera responder, sintió una fuerza tirando de él hacia la oscuridad.

Leonel se despertó de repente, encontrándose de pie en medio del edificio abandonado. Su mente estaba nublada, y los recuerdos de lo que había sucedido eran vagos y confusos. Miró alrededor, tratando de comprender dónde estaba y cómo había llegado allí.




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