El Último Amanecer.

Capítulo 2: Sombras del Pasado.

El eco del último grito aún resonaba en la mente de Yisus mientras se retiraba de la confrontación, sus pasos resonando entre las ruinas. La adrenalina le daba fuerza, pero la realidad del mundo lo abrumaba. Las calles, antes vibrantes, estaban cubiertas de escombros y vegetación que había reclamado su territorio. Edificios colapsados se alzaban como monumentos de un pasado olvidado, y el aire estaba impregnado de un olor a moho y desesperación.

La ciudad había sido una vez un símbolo de progreso, un lugar donde la tecnología y la naturaleza coexistían en armonía. Pero todo eso cambió hace años, cuando una serie de catástrofes naturales arrasaron el paisaje. Terremotos, tormentas devastadoras y tsunamis habían dejado a la humanidad al borde del abismo. La gente había luchado por sobrevivir, pero la avaricia y la desesperación habían guiado a muchos a cometer actos atroces. Yisus sabía que no podía permitir que la historia se repitiera, y por eso había decidido luchar.

Mientras se alejaba de la escena, su mente divagaba hacia el futuro. ¿Era posible revertir el daño? ¿Podría este mundo roto volver a ser lo que fue? Las preguntas lo atormentaban, pero había algo más profundo que lo impulsaba: un deseo de redención, no solo para él, sino para toda la humanidad.

Con cada paso, se dio cuenta de que necesitaba aliados. Aquellos hombres armados no eran los únicos que luchaban por la supervivencia. En las sombras, había otros como él, dispuestos a arriesgarlo todo. Yisus tenía que encontrar a esos sobrevivientes, aquellos que todavía creían en un futuro.

Mientras caminaba, su mente evocó recuerdos de su infancia, cuando se sentaba en las rodillas de su abuelo, escuchando historias de héroes y leyendas. “La unión es la clave”, le decía. “No importa cuán oscura sea la noche, siempre habrá luz si hay alguien a tu lado”. En ese momento, su determinación se solidificó. Tenía que formar un grupo, una comunidad, algo más grande que él mismo.

Al llegar a la plaza central de la ciudad, se detuvo. Aquí, en medio de los escombros, había algo que una vez había sido un símbolo de esperanza: una fuente. Ahora, el agua estaba estancada, cubierta de hojas y suciedad. Yisus se acercó, y al tocar el agua, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Era un recordatorio de lo que había sido, de lo que aún podía ser.

De repente, un ruido lo sacó de sus pensamientos. Se giró rápidamente, preparado para lo peor. Fue entonces cuando vio a un grupo de personas emergiendo de los escombros. Eran supervivientes, sus rostros marcados por el sufrimiento, pero en sus ojos había una chispa de esperanza. Yisus sintió que su corazón latía más rápido.

“¡Eh! ¡No se acerquen!” gritó uno de ellos, un hombre de cabello desaliñado y mirada desafiante. Pero Yisus no iba a retroceder. Sabía que el miedo solo engendraba más miedo.

“Soy Yisus”, se presentó, levantando las manos en señal de paz. “No estoy aquí para hacerles daño. Estoy aquí para proponer algo. Juntos, podemos cambiar las cosas”.

El hombre lo miró con desconfianza. “¿Y qué nos aseguras? ¿Qué tienes para ofrecernos en este mundo lleno de mentiras?”

“Ofrezco unidad”, respondió Yisus con firmeza. “Ofrezco la oportunidad de reconstruir. Sé que la esperanza se ha desvanecido, pero si no comenzamos a trabajar juntos, nunca saldremos de esta oscuridad”.

El grupo intercambió miradas, y Yisus pudo ver la lucha interna en sus rostros. Finalmente, la mujer que estaba al lado del hombre dio un paso al frente. Tenía ojos intensos y una voz firme. “¿Y cómo planeas hacerlo? ¿Con palabras vacías o con acciones? Porque hemos escuchado promesas antes”.

“Acciones”, afirmó Yisus, su voz resonando con convicción. “Necesitamos recursos, herramientas, y sobre todo, un plan. Pero más que nada, necesitamos fe. Yo sé que en algún lugar de esta ciudad hay un antiguo refugio que puede contener lo que necesitamos. Si podemos llegar allí, podemos encontrar lo que nos falta para empezar a reconstruir”.

La mujer arqueó una ceja, escéptica pero intrigada. “¿Y si te traicionamos? ¿Qué nos impide dejarte atrás?”

“Porque no soy solo un hombre”, respondió Yisus. “Soy un hombre que ha visto la desesperación, que ha sentido la soledad, y que se niega a vivir en un mundo sin esperanza. Estoy aquí para darles una razón para seguir luchando”.

Poco a poco, la tensión en el aire comenzó a desvanecerse. Uno a uno, los miembros del grupo comenzaron a acercarse, sus miradas llenas de curiosidad. La mujer finalmente sonrió, una chispa de luz en medio de la oscuridad.

“Está bien, Yisus. Te daremos una oportunidad. Pero ten cuidado, porque en este mundo, los amigos son escasos y los enemigos están a la vuelta de la esquina”.

Con un grupo de nuevos aliados, Yisus sintió que una chispa de esperanza comenzaba a encenderse en su interior. Sabía que el camino sería arduo, lleno de giros inesperados y desafíos monumentales. Pero había algo más poderoso que el miedo: la posibilidad de cambiar el destino de un mundo que había olvidado lo que significaba vivir.

Mientras se adentraban en la ciudad, Yisus miró hacia el cielo gris, y por un breve instante, creyó ver un rayo de luz atravesando las nubes. Quizás el amanecer no estaba tan lejos después de todo. La lucha apenas comenzaba, y con ella, la historia de Yisus y sus nuevos compañeros. Una historia que podría cambiar el rumbo de la humanidad.



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En el texto hay: suspenso drama

Editado: 11.12.2025

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