El Último Ángel

Capítulo II

Me quede boquiabierta mirando la puerta, hasta que me golpee a mí misma para salir de mi asombro ¿un ángel? ¡Ni de broma! Tiré el libro a los pies de la cama, no pienso leerlo, o ver lo que hay dentro. Al menos no por ahora.

Envolví mi cuerpo con una manta que hay en el respaldo del sillón. Necesito un poco de aire, aunque este helado afuera, mi cabeza da vueltas, esto es muy difícil de asimilar. El inmenso ventanal, es realmente muy pesado, casi imposible de abrir, pero lo logro y al hacerlo una gran ola de frio con copos de nieve me atravesó. Esta helado. Aun así, la magnífica nieve es un paisaje maravilloso.

La gente camina en las afueras del castillo, abrigados y quejándose por el frio. Todavía recuerdo las palabras del rey Adaonn, quiso matarme. Una idea en el fondo de mi mente titila, tal vez lo que quería fue asustarme para que ocurriera todo lo que ocurrió después. Él lo sospechaba.

El bosque se ve congelado, parece aún más inerte que el rio de abajo del puente. Pero después de observarlo un largo tiempo, me doy cuenta de que una de las sombras que imagine que era un tronco de un árbol, caminaba entre ellos. Los bellos de mi cuerpo se erizaron y sentí un escalofrío recorrer cada extremidad de mi cuerpo. Me aterraba, en todos los sentidos. Sabía quién era. Esa persona que me ataco en el bosque. Me observaba, lo notaba y eso me hacía temblar aún más.

Se detuvo repentinamente y allí se quedó por unos segundos, como dejando que sintiera el miedo, advirtiéndome que me aleje de él ¿Qué problema tenía conmigo? El libro, tengo que leer ese libro. En cuanto la idea cruzo mi cabeza, esa silueta envuelta por esa espesa capa negra, se disolvió en el aire en un humo negro, escalofriante.

Tengo que leer ese libro ¡ya! Corrí a la habitación y cerré los ventanales, con todas las cerraduras que encontré. Y como no me parecía suficiente, arroje la manta y comencé a correr el sillón para impedir que se abriera. Pero tampoco me parecía suficiente.

Creo que pase una hora corriendo muebles, estoy exhausta, y mi cuerpo se queja. Obviamente el ropero y la biblioteca seguían en su lugar, no pude con ellos. Pero el resto de las cosas, terminaron todas apiladas contra la ventana.

Suspire agitada, necesitaba sentarme antes de que me desplomara del cansancio. Tocaron la puerta y casi me prendo del techo. Estoy demasiado alterada.

—Adelante— Saurs entra con una bandeja de comida, una pequeña caja de madera pequeña y ropa —¿más ropa? Si desaparece.

—Si...— me miro y enseguida aparto su rostro.

— ¿Qué...— cuando miré hacia abajo me di cuenta de porque había apartado la mirada, estaba desnuda, otra vez.

Volví a colocarme la manta que había dejado tirada en el piso. Me impresionaba que no sintiera vergüenza de mi desnudez, a los demás parecía molestarles, pero a mí no.

—Todavía no sientes vergüenza por estar desnuda, — volvió a mirarme —porque es tu naturaleza, pero todo este mundo te acostumbrara a muchas cosas, algunas no tan lindas, otras hermosas— colocó la bandeja encima de la cama.

—¿Qué podrías catalogar como hermoso? — la pregunta ha salido así sin más de mi boca, pero me interesaba saber que le parecía hermoso a él.

—Eh...— sus mejillas se tiñeron un poco de rojo, no entendía porque —creo que no sería un momento adecuado para decirlo... ya que... bueno... tu... estas desnuda— ¿y eso que tiene que ver?

—No logro entenderlo señor Bayrthens. No creo que haya preguntado algo muy difícil— se aclara la garganta.

—Es difícil responderlo cuando ha sido lo primero que se te ha ocurrido, justo cuando tienes a una muchacha casi desnuda enfrente tuyo— creo que estoy captando la información, pero no me apena decirlo, asique instantáneamente se lo pregunto.

—Para ti algo hermoso es el sexo ¿eso quieres decir? —nunca he tenido sexo, o al menos no lo recuerdo, asique no lo podría catalogar yo como algo hermoso.

Por su parte el parece totalmente incomodo con la conversación y su rostro ha pasado de un color a otro en segundos.

—Quien lo diría, eres lujurioso Saurs— sonrío de costado y Saurs parece querer salir corriendo.

No sé porque hago esto, pero es muy gracioso verlo en esta posición, aunque recién lo conozca. Pero pareciera que hubiese algo que nos acercara ¿será alguno de los secretos que estoy segura de que guarda?

—No... eh yo... a lo que me refería... hablo de más que el sexo, hablo de...— no sabe cómo hablar, esto es muy gracioso. Sus mejillas rozadas me dan ternura —hacer el amor.

—¿No es lo mismo? — ¿hacer el amor no es tener sexo?

—Claro que no, sexo seria por placer, hacer el amor...— se ha trabado de nuevo —cuando haces el amor expresas tus sentimientos —oh, ya lo he entendido.

—¿Has hecho el amor antes? — ¿por qué a él parece darle tanta vergüenza esto y a mí no?

— ¿Podemos cambiar de tema? — se aclara la garganta. No hay otro lugar donde apoyarla, todo es un desorden detrás mío.



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En el texto hay: angeles, demonios, angeles caidos

Editado: 26.09.2018

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