La semana de la sanción paso más rápido de lo que creí, debe haber sido porque la pase más que bien junto Addalia mientras trabajábamos. Fue una locura y en su opinión nunca una reprimenda fue tan divertida. Los cocineros del lugar preparaban la cena para todos los que Vivian en el castillo, una locura. Eran veinte personas cocinando, tanto hombres como mujeres. Addalia y yo, estábamos encargadas de hacer el postre para el rey. Al principio no podía creer que nos dieran una tarea tan importante para ellos como hacer la comida para Adaonn, pero entendí todo cuando le hablaron a mi compañera de castigo con suma confianza. Me explico que en más de una ocasión ella venía a ayudar porque amaba cocinar.
—Haremos unos deliciosos panecillos de guquesias— en un libro había leído que era una fruta muy dulce.
— ¿Puedo hacer uno por mi cuenta y llevármelo?— Addalia me miro alzando una ceja
—Déjame adivinar, le llevaras uno a nuestro querido profesor— sonreí, había adivinado con suma facilidad.
—Le debo mucho a Saurs
—Además de que logro ver cierta cercanía entre ustedes— esta chica nunca se cansa.
—Eso es imaginación tuya— revolvía la mezcla mientras me hablaba. Ella no podía hacerlo, tenía su mano enyesada.
—Pues, eres la única persona que lo llama Saurs, además del rey, además de que no habla con nadie, excepto contigo y el rey— sentí calor subiendo hacia mis mejillas.
Prepare un panecillo aparte, mientras ayudaba a Addalia, era difícil para ella trabajar en la cocina en su condición, pero se las apañaba muy bien. Terminado el postre, nos sentamos a descansar en las bancas. Había apartado dos para comer nosotras. Me metí un trozo en la boca, el panecillo era una delicia, jamás había probado algo así. Addalia tenía una mano excelente para la cocina. Tenía ganas de llorar de la emoción.
—Creo que será mejor que vayas a llevarle tu obsequio a Saurs, antes de que se haga más tarde.
Tenía razón, asique me despedí y salir corriendo con mi panecillo de guquesias envuelto en una servilleta de tela. No sabía dónde podía estar, asique empecé a correr por los pasillos. Hasta que llegue a la puerta de la biblioteca, ahí estaba. Hablaba con una mujer vestida con una chaqueta blanca. Era doctora seguro, tenía un estetoscopio colgado del cuello. Él estaba de espaldas, asique la primera en verme fue ella. Me detuve antes de llegar, no quería interrumpir su charla. Pero ella me sonrió y le señalo a Saurs de que estaba esperándolo.
—Oh Eileen, acércate— me acerque a él, que me hacía señas de que lo haga —te presento a la doctora del castillo, Gebra— escuche su nombre antes.
—Es un placer— con este sonriéndole, parecía una buena persona.
—El placer es mío, al igual que todos estoy muy contenta de que este aquí para ayudarnos— mire a Saurs con los ojos abiertos.
—Ella lo sabe— oh, es una sorpresa, casi nadie lo sabía.
No sé qué contestar, cada vez que alguien decía eso, me corroía la culpa de saber que no puedo hacer nada.
— ¿Necesitabas algo Eileen?— extendí mis manos para entregarle mi obsequio.
—Estuve trabajando en mi último día en la cocina y te he preparado esto— Gebra sonrió llevando la mirada de uno a otro
Las mejillas de Saurs se colorearon un poco y creo que entendí porque Addalia me insinuó que algo había entre nosotros, creo que regalarle comida hecha por uno mismo esta visto como algo amoroso, asique me vi obligada a excusarme.
—Es una forma de agradecer todo lo que has hecho por mí— el momento era incómodo.
—Es muy amable de tu parte— murmuro Gebra con una amplia sonrisa.
—Muchas gracias.
Desenvolvió el panecillo y mordió un trozo. Pero después de masticar unos segundos dejo de hacerlo ¿Qué le sucede?
— ¿No te gustan los panecillos?— empezó a masticar de nuevo.
—Esta delicioso— sonreí contenta de ver que le gustaba.
— ¡Eileen!— me gire para ver Addalia y corrí hacia ella, que comenzó a reírse por lo bajo —Vamos a cenar con Gerlson.
Me despedí de ambos saludando con la mano. Gebra se estaba riendo al igual que Addalia y la curiosidad me invadió.
— ¿De qué se reían?— listo exploto de risa.
—Creo que no debería decírtelo, para no delatar al profesor, pero bueno, eres mi amiga
—vamos dilo
—A Saurs no le gustó mucho tu panecillo al parecer— oh, qué vergüenza.
Mientras decía eso, Saurs se acercó a nosotros. Gebra se había marchado antes de que me diera cuenta. Es una mujer muy agradable.
—Eileen¸ ¿puedo hablar contigo?
—Bien se la dejo dos segundos, me quedare por allí— dijo Addalia mientras se alejaba de nosotros.
—Veras— parecía nervioso, ¿no se anima a decirme que no le gusto lo que le traje? —me gustaría cenar contigo...