Bajo el calor de la chimenea, los chispazos del fuego contaban historias que robaban de la leña que consumían.
Frente a este, había una pareja, dos almas viejas que hacía mucho habían sido unidas por una tragedia, dos jóvenes que habían envejecido hacía ya mucho tiempo. Se acurrucaban cuáles amantes, frente a la tibieza de las llamas danzantes. Las manos entrelazadas mientras conversaban en susurros sobre su día.
Su hija descansaba a sus pies, una almohada bajo su cabeza y una manta cubría el cuerpo infantil de la pequeña.
Era nochebuena, pronto darían las doce y en sus mentes, durante las horas previas a navidad la pareja aún podía recordar lo que se había perdido y nunca habían contado.
Años más tarde, cuando su hija creció y formó su propia familia, la historia que mantuvieron en secreto salió a la luz a pedido de esos tres pequeños.
La verdad se sabría. Una historia que solo había sido repetida en sus mentes.
Al fin se hablaría de una noche buena que cambió la vida de una joven pareja de enamorados. No ellos, claramente, sino la historia de Catrina y Andrés. Sus mejores amigos.
Cuando llegues al final, seguro creerás que es un simple relato lleno de magia. Una tornería más.
Pero bien sabrás, que las historias siempre contienen un poco de verdad. Aunque sea de forma tan minúscula como una molécula de polvo.
La verdad está, y tiñe esas palabras etéreas tan fantasiosas que nos llevan a lugares mágicos.
Al fin y al cabo, Ciones es una ciudad vieja, ¿Quien dice que la magia no está escondida en sus cimientos?