El Último Beso Bajo Las Estrellas

- 7. EL PRINCIPIO DEL FIN -

La sensación de ahogo, de no poder controlar tus impulsos básicos como ir al baño me estaban sacando de quicio. Hoy particularmente empezaba a ser un día malo, no era capaz de respirar por mi misma y a los médicos les había tocado entubarme de emergencia porque mis pulmones empezaban a fallar.

No podía hablar, moverme, o respirar con normalidad, mis brazos parecían pequeños puntos de unión entre un tubo y otro, la camilla estaba helándome los huesos y yo no era capaz de siquiera subir la manta para taparme por mí misma.

Maldita sea, no podía hacer nada.

Yo sabía desde el momento que me diagnosticaron que no duraría mucho, porque sabía en el momento en que el doctor vio mis resultados y me observo con pesar que no tendría mucho tiempo.

Lo que no quería admitir era que me estaba quedando sin tiempo.

Mi madre esta a mi lado, ya no es capaz de ir a casa a cambiarse por el miedo de que me vaya y ella no este junto a mí, al otro lado de la cama esta William James y Gabriela, ambos intentan sostener alguno de mis dedos sin que se sientan incómodos con el otro.

Los tres se turnaban por horas para poder cuidarme mientras que las otras personas iban a comprarse un café, ir al baño o dormir un rato.

William James se dedica a observarme, su sonrisa amable casi ha desaparecido, pero mantiene la sonrisa para que yo no me preocupe más de la cuenta.

—¿Tienes frío? —pregunta, yo intento apretar su dedo como señal afirmativa a su pregunta.

Él se levanta para subir la cobija hasta mis hombros, tapando mis manos porque el frío era insoportable.

Mi madre lo mira maternalmente, susurra un gracias por haberse dado cuenta.

Cierro los ojos, los analgésicos están haciendo efecto nuevamente, el cansancio me está afectando, no soy capaz de abrir los ojos una vez más.

Entre mis sueños puedo verme en aquel lugar paradisiaco junto a William James, la manta de cuadros y las estrellas, en donde el dolor no era parte de mi día a día.

En donde mi diagnostica nunca hubiese sido dado.

En ese mundo fantástico las estrellas nunca dejan de brillar, el beso dulce de William James se hacía más largo y nunca dejaba de sonreírme.

Quería quedarme en ese mundo.




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