Hola, William James,
Si has encontrado esta carta en tu mochila es porque finalmente pasó, morí.
O bueno, en la mochila imaginaria de esa ensoñación, ¿siquiera eres real?
Escribo esta carta luego de que vinieras a cenar a casa junto a Gabriela, esa primera noche en donde mi Madre se alejó de los fogones de la cocina y decidió pedir pizza para los cuatro.
Esa primera noche en donde mis últimos días se iluminaron.
No te sientas triste, nunca estuvimos destinados a estar juntos, pero vaya que deseaba estar junto a ti más tiempo.
Aunque nunca lo dije.
En mi mundo de los sueños, ya sabes, ese lugar donde iba cada vez que dormía, o estaba lo suficientemente cansada como para abrir los ojos nos veía a ti y a mi, felices.
Éramos felices en mi mente y creo que esa era una de las razones por las que amaba seguir durmiendo.
Dudo que llegue a besarte, o siquiera tocar tu rostro porque no soy lo suficientemente valiente como para hacerlo, pero quiero que sepas que en mi mente, tu y yo, éramos felices.
Estoy segura de que preguntarás si nos besamos en esas ensoñaciones, y la respuesta es si.
Eran besos tiernos, para nada candentes, pero eran los mejores.
¿Te puedo pedir un favor?
Sé feliz cada día, vive como si fuera la última vez que abres los ojos.
Siempre te voy a querer, aunque tú no lo hayas sabido.
Nunca tuya, pero siempre presente,
Marienn.
PD: te quiero, te quise, te querré.
Y si hay una vida después de esta, espero encontrarte.
Aunque estoy segura de que serás el que me llevara al más allá, espero que esa otra vida de la que tanto hablaste sea tan mágica como me cuentas.