El Último Brindis

(1) La fiesta y el Veneno

La mansión Leitao se alzaba majestuosa bajo el cielo estrellado, iluminada por cientos de luces que bailaban al ritmo de la música suave que llenaba el aire. Era el cumpleaños número 50 de Berta Leitao, una de las mujeres más influyentes y ricas de la ciudad, y la celebración prometía ser inolvidable.

En el gran salón, donde el eco de las risas y el tintineo de las copas creaban una sinfonía de opulencia, Berta, resplandeciente en un vestido de seda color esmeralda que realzaba su figura, saludaba a sus invitados con una sonrisa impecable. Sin embargo, en sus ojos, si alguien miraba con suficiente atención, se adivinaba una sombra de cansancio, una melancolía que el brillo del lujo no podía ocultar.

Su hija, Abigail, con su usual dulzura, se mantenía a su lado, ofreciéndole una mano para guiarla por la multitud.

Mamá, ¿quieres un descanso? Has estado de pie durante horas– susurró con genuina preocupación. Berta solo le dedicó una sonrisa agradecida y un apretón en la mano.

Mientras tanto, Ernesto, el hijo de Berta, se movía por el salón como un depredador. Su mirada, sharp y calculadora, no se detenía en el rostro de nadie, sino en el valor que cada interacción podría traer.

La fortuna de mamá es grande, Freda, y con todos estos tiburones alrededor, debemos ser los más rápidos– , murmuró a su esposa, Freda, una mujer de expresión severa y movimientos calculadores, que asentía con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Bruno, el esposo de Abigail, con un magnetismo natural que a menudo lo ponía en problemas, se encontraba en la periferia de un grupo, pero sus ojos buscaban incansablemente a Pamela, la hermana menor de Berta. Pamela, con una risa estridente y un escote atrevido, coqueteaba abiertamente con un joven asistente, sin saber que Bruno la observaba, o quizás, sí lo sabía y disfrutaba el juego. Hernán, el marido de Pamela, ajeno a todo, brindaba con un empresario local, su rostro sonrojado por el alcohol y la felicidad.

En un rincón estratégico, observando la escena con una profesionalidad discreta, estaban la detective Maura, de solo 28 años, y su ayudante, Erasmo. Invitados por su amistad con Marcela, la mejor amiga de Berta, se habían mezclado entre la élite, pero sus mentes estaban lejos de la celebración.

Este lugar es un nido de víboras, Erasmo– , susurró Maura, ajustándose el reloj.

Siempre hay más de lo que se ve en la superficie– . Erasmo, un hombre robusto y silencioso, solo asintió, su mirada atenta a la interacción entre Bruno y Pamela.

La noche llegaba a su clímax. Berta, con una copa de champán en la mano, subió a un pequeño estrado improvisado. El murmullo de la gente se aquietó.

Quiero agradecerles a todos por estar aquí esta noche– , comenzó, su voz resonando con una elegancia inquebrantable. –Cincuenta años… y puedo decir que he vivido cada uno de ellos con intensidad. Por la vida, por la familia, por los amigos… ¡Salud!–.

Mientras levantaba la copa para el brindis, un gesto repentino y espasmódico la sobresaltó. Su mano tembló, derramando unas gotas de líquido ámbar. La sonrisa en su rostro se desvaneció, reemplazada por una mueca de dolor. Un jadeo ahogado escapó de sus labios. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y el color abandonó su rostro, dejándolo lívido. La copa se deslizó de sus dedos, cayendo al suelo con un estrepitoso tintineo. Berta intentó aferrarse al atril, pero sus piernas cedieron. Ante los ojos horrorizados de cientos de invitados, la millonaria socialité se desplomó pesadamente contra el pulcro suelo de mármol. El silencio que siguió fue más aterrador que cualquier grito.

Maura, cuya mirada ya estaba fija en Berta por alguna intuición inexplicable, reaccionó al instante.

¡Que nadie salga! ¡Cierren las puertas!– , gritó con voz firme, cortando el pánico que comenzaba a apoderarse de la multitud. Su mente ya estaba analizando la escena: un veneno, sin duda. Aquella fiesta, que había comenzado como una celebración de vida, acababa de transformarse en la escena de un crimen, y la detective Maura sabía que desenterraría secretos tan oscuros como el champán que había envenenado a Berta Leitao. El juego apenas comenzaba...



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#71 en Novela policíaca

En el texto hay: crimen, detective, policiaco

Editado: 31.08.2025

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