El Último Brindis

(2) El Eco del Silencio

El silencio que siguió al desplome de Berta fue apenas un suspiro antes de que el pánico explotara. Gritos ahogados, exclamaciones de horror y el sonido de sillas volcándose llenaron el gran salón. Abigail se arrodilló junto a su madre, el rostro empapado en lágrimas y el cuerpo tembloroso. –¡Mamá! ¡Mamá, responde!– , imploraba, mientras Bruno intentaba consolarla, con una mano en su espalda y la mirada inquieta.

Ernesto, aunque visiblemente afectado, fue el primero en recuperar una compostura forzada. –¡Alguien llame a un médico! ¡Rápido!– demandó con una voz que, a pesar del shock, mantenía su tono de autoridad. Freda, a su lado, apretaba los labios finos, sus ojos oscuros recorriendo a los demás invitados, como si ya estuviera calculando las implicaciones de la tragedia.

Pero Maura ya estaba en acción. –¡Soy la detective Maura Silva! ¡Nadie sale de este salón!– su voz, aunque joven, tenía una resonancia de autoridad que cortó el murmullo creciente. Erasmo, con una agilidad sorprendente para su tamaño, ya se había posicionado en la entrada principal, bloqueando cualquier intento de escape.

–¡Cerrad todas las puertas de la mansión! ¡Y que nadie toque nada!– añadió Maura, su mirada fija en la copa derribada cerca de Berta.

Dos paramédicos, que por fortuna habían sido invitados a la fiesta ,uno de ellos era primo lejano de Marcela , se apresuraron a auxiliar a Berta. Después de unos minutos que parecieron horas, el más joven, con el rostro grave, se irguió lentamente. –Lo siento... No hay nada que hacer. Parece... envenenamiento fulminante.–

La noticia golpeó a todos como un mazazo. Abigail soltó un lamento desgarrador. Ernesto se tambaleó, apoyándose en un sofá. La sofisticada fiesta de cumpleaños se había transformado en una escena de crimen en un instante.

Maura se acercó al cuerpo de Berta, manteniendo una distancia respetuosa. Sus ojos expertos notaron el leve tinte azulado en los labios de la víctima, un claro indicio del veneno.

Erasmo, asegura la copa y cualquier otro recipiente de bebida que haya estado cerca de la señora Leitao. No dejes que nadie se acerque a esa zona– , ordenó en voz baja. –Y tú– se dirigió al paramédico,

asegura el cuerpo. Nadie lo toca hasta que lleguen los forenses. Necesito un informe preliminar de todo lo que observes.–

Luego, Maura se volvió hacia la familia y los amigos más cercanos, sus ojos recorriendo cada rostro en busca de la más mínima señal.

Abigail– , dijo Maura, acercándose a la desconsolada hija. –Lo siento mucho. Sé que es un momento terrible, pero necesito que mantengan la calma. Todos ustedes.– Su mirada se posó en Ernesto, que ahora intentaba controlar su respiración. –Y que se queden aquí. Nadie se va hasta que hayamos tomado sus declaraciones.

Marcela se acercó a Maura, sus ojos rojos y llenos de lágrimas. –¡Maura, esto es horrible! ¿Quién podría hacerle algo así a Berta?–

Eso es lo que vamos a averiguar, Marcela– respondió Maura, su voz suave pero firme. –Y voy a necesitar tu ayuda. ¿Quién tenía acceso a las bebidas de Berta? ¿Hubo alguna persona extraña en la cocina o el bar?–

Bruno, visiblemente nervioso, se aclaró la garganta.

Detective, esto es una tragedia. ¿No cree que deberíamos llamar a nuestros abogados?

Maura lo miró fijamente. –Señor, en este momento todos son testigos. Y hasta que no descartemos lo contrario, la posibilidad de que el asesino siga en esta habitación es muy real. Así que no, nadie llama a nadie hasta que yo lo autorice.– Su mirada se detuvo un momento en Pamela, que se había separado de Hernán y ahora observaba a Bruno con una expresión indescifrable.

Paulina, la nieta de Berta, se aferró a Darío, que permanecía en silencio, observando el caos con una intensidad casi perturbadora. Fabricio, el hijo de Ernesto, parecía ajeno a la tragedia, más preocupado por mantener su impecable peinado que por la vida que se había extinguido a sus pies.

Maura sintió el peso de la situación. La mansión, antes llena de vida, ahora estaba sumida en una atmósfera de luto y sospecha. Sabía que cada rostro en esa habitación ocultaba un secreto, y que detrás del brillo de la riqueza Leitao se escondía una red de celos, ambición y quizás, odio mortal. El crimen había sido cometido, y el castigo, o la ausencia de él, dependería ahora de su astucia....



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En el texto hay: crimen, detective, policiaco

Editado: 31.08.2025

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