El Último Brindis

(5) La Verdad en el Cristal

El sol de la mañana se colaba por los ventanales de la mansión Leitao, desvelando el desorden y la atmósfera de luto que la noche anterior había cubierto la opulencia. Pero Maura no tenía tiempo para el dolor ajeno. El informe preliminar de los forenses había llegado.

Sentada en el estudio de Berta, ahora transformado en una oficina improvisada de la policía, Maura revisaba los documentos. Erasmo, siempre a su lado, leía por encima de su hombro.

El veneno es cianuro– , anunció Maura, su voz grave. –Actúa casi de inmediato. Esto confirma que fue añadido a su bebida, probablemente justo antes del brindis.–

Erasmo silbó. –Cianuro. No es algo que se encuentre fácilmente. Y la botella... ¿tenemos algo de ella?–

La pequeña botella de cristal que encontraste detrás de la maceta dio positivo a residuos de cianuro– continuó Maura, señalando un párrafo. –No hay huellas dactilares claras, solo manchas borrosas. Pero lo más interesante es esto: la sustancia tiene un rastro de un compuesto orgánico específico, algo que no es común en el cianuro industrial. Indica que podría ser una preparación más 'artesanal' o una variante específica. Esto reduce el círculo de posibles proveedores o fabricantes.–

Maura levantó la vista. –Necesitamos averiguar quién en esta casa podría haber tenido acceso a cianuro o a conocimientos de química para obtener una sustancia así. Y quién podría haber preparado el veneno.–

Mientras Erasmo se ocupaba de esa nueva línea de investigación, Maura decidió que era hora de jugar sus cartas más fuertes. La evidencia de la relación entre Pamela y Bruno, y las finanzas de este último, eran demasiado significativas para ignorarlas

Quiero hablar con el señor Bruno Delgadillo y la señora Pamela Leitao, juntos. Esta vez, en la biblioteca. Quiero un ambiente más... íntimo– ordenó Maura.

La biblioteca, un espacio acogedor con el aroma de libros viejos y cuero, parecía un escenario más apropiado para desvelar un drama personal. Bruno y Pamela entraron, el primero con su sonrisa habitual, aunque un poco más forzada, la segunda con los brazos cruzados y una expresión de desafío.

Maura no se anduvo con rodeos. Puso sobre la mesa una serie de fotografías borrosas pero inconfundibles. Pamela y Bruno, juntos, en varios encuentros discretos fuera de la ciudad. Una en un café, otra en un hotel, una tercera saliendo de un coche.

Señora Leitao, señor Delgadillo– comenzó Maura, su voz sin emoción. –Tenemos pruebas de que ustedes mantienen una relación sentimental. Una relación secreta. ¿Les gustaría explicarle esto a la señora Abigail Leitao y al señor Hernán Ortega?–

El color abandonó el rostro de Bruno. Su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mueca de sorpresa y traición dirigida a Pamela, quien parecía a punto de desmayarse.

¿Cómo... cómo han obtenido esto?– susurró Pamela, con la voz apenas audible.

Eso no es relevante en este momento, señora Leitao– , replicó Maura con frialdad. –Lo relevante es que esta relación podría proporcionar un motivo para el crimen. El señor Delgadillo, además, tiene serios problemas financieros, pérdidas importantes en la bolsa.–

Bruno, recuperándose de la conmoción, intentó una fachada de indignación. –¡Esto es un ultraje! ¡Son calumnias! Mi relación con Pamela es puramente platónica. Somos amigos. Y mis finanzas... son mis finanzas. No tienen nada que ver con esto.

¿Platónica?– , Maura levantó una ceja. –Las fotografías sugieren algo más. Y sus pérdidas financieras sugieren una necesidad desesperada de dinero. ¿Señora Leitao, la señora Berta sabía de su relación con Bruno?–

Pamela se derrumbó en la silla, las lágrimas brotando incontrolables. –Sí... sí lo sabía. Me lo advirtió. Tuvimos una discusión terrible hace unos días. Me dijo que si seguía con Bruno, ella... ella se aseguraría de que yo no viera un centavo de la herencia. Y que le diría a Abigail –

La revelación de Pamela golpeó a Bruno como un rayo. Su rostro, antes arrogante, ahora estaba lleno de pánico. –¡Pamela, cállate! ¡Estás diciendo tonterías!

¿Y usted, Bruno?– , Maura se volvió hacia él, ignorando su interrupción. –¿Tenía conocimiento de que Berta Leitao planeaba desheredar a Pamela si la relación continuaba? ¿Y que eso afectaría sus propios planes de obtener dinero, quizá a través de Pamela, o incluso de Abigail?–

Bruno se puso de pie, su voz ahora era un gruñido.

–¡Esto es absurdo! ¡Yo amaba a Berta como a una madre! ¡No le haría daño a nadie!–

No fue amor lo que mostró en esas fotografías, señor Delgadillo– , puntualizó Maura, señalando las imágenes. –Y el amor al dinero a veces es más fuerte que cualquier otro.–

La tensión en la biblioteca era palpable. Maura observaba la desesperación en los ojos de Bruno y el remordimiento de Pamela. Habían caído en la trampa. Las coartadas de la noche anterior, el fingido dolor, todo empezaba a desmoronarse bajo el peso de la verdad. La discusión con Berta, la amenaza de desheredar a Pamela, la desesperación financiera de Bruno... todo encajaba como piezas de un rompecabezas macabro...



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En el texto hay: crimen, detective, policiaco

Editado: 31.08.2025

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