La revelación del nuevo testamento cayó como una bomba en la mansión Leitao. Maura, con el documento en la mano, reunió a la familia en el gran salón, ahora desierto de los cientos de invitados y lleno de la fría luz de la mañana. Erasmo, con una discreta solemnidad, se mantuvo junto a ella.
–Hemos encontrado el último testamento de la señora Berta Leitao– , anunció Maura, su voz resonando en el silencio. –Fue redactado hace solo dos días. Sus términos cambian significativamente el reparto de su fortuna.–
Los ojos de la familia se clavaron en ella, una mezcla de expectación y temor.
–En este testamento– , continuó Maura, leyendo con voz clara, –la parte de la herencia de la señora Pamela Leitao se reduce drásticamente, citando 'actos de deslealtad y traición'.–
Pamela soltó un jadeo ahogado, sus ojos se llenaron de lágrimas de rabia y dolor. Bruno, a su lado, apretó los puños, su rostro transfigurado por una mezcla de ira y desesperación. –¡No es posible!– , gruñó. –¡Esto es una farsa! ¡Ella no podía hacer esto!–
–Al contrario, señor Delgadillo– , replicó Maura, –sí podía. Y lo hizo.–
–Además– prosiguió Maura, observando las reacciones, –las acciones y propiedades que se retiran a la señora Pamela se redistribuyen a favor del señor Ernesto Leitao y su hijo, Fabricio Leitao.–
Ernesto, que hasta entonces había mantenido una fachada de gravedad, no pudo evitar que una sonrisa triunfal, aunque fugaz, cruzara sus labios. Freda, a su lado, le dio un discreto apretón en la mano, una chispa de satisfacción brillando en sus ojos.
–Justicia poética– murmuró Freda, apenas audible, mientras Ernesto se aclaraba la garganta y adoptaba una expresión de falsa contrición. –Una pena que haya sido de esta forma tan trágica, por supuesto– añadió con un tono que no convenció a nadie.
Abigail, que había estado observando la escena con una tristeza profunda, se acercó a Pamela y le puso una mano en el hombro. –Pamela, lo siento tanto...–
–Y finalmente– Maura continuó, elevando la voz, –se establece una fundación de investigación médica, dotada con una considerable suma de dinero, cuya supervisión quedará a cargo de... el señor Darío Leitao, por su 'brillante mente y capacidad para la investigación'.–
El shock fue casi cómico. Darío, que se había mantenido en la periferia, se atragantó con su propia saliva, sus ojos de nerd aún más grandes detrás de sus gafas. Paulina, su hermana, lo miró con una incredulidad furiosa y una pizca de envidia. –¡¿Darío?! ¡¿Una fundación?!– exclamó, sin poder contener su disgusto. –¡Pero si solo lee libros y hace pociones en el sótano!–
Fabricio, por su parte, se rió con sarcasmo. –Vaya, vaya, el cerebrito de la familia se ha hecho de oro. Felicidades, primito.– Aunque su tono era de burla, había un ligero toque de celos en su voz.
Maura dejó que las revelaciones calaran, observando cómo los motivos se retorcían y enredaban. El veneno había actuado rápido, pero el testamento había actuado más rápido aún, creando una red de beneficiarios y damnificados, cada uno con su propio resentimiento o ambición.
–Señor Delgadillo, señora Leitao– , Maura se dirigió a Bruno y Pamela con una voz que era acero. –Este testamento fue escrito hace dos días. ¿Sabían ustedes de su existencia? ¿Y de las implicaciones que tenía para sus planes?–
Bruno perdió el control. –¡No! ¡Claro que no! Si lo hubiera sabido... ¡Ella nos quería arruinar! ¡No me extrañaría que lo hubiera escrito ella misma, la vieja bruja!– Se detuvo, dándose cuenta de lo que había dicho. El silencio en el salón era sepulcral. Su cara enrojeció.
Pamela, con lágrimas en los ojos, negó con la cabeza. –Berta me había advertido... pero no pensé que llegaría tan lejos. No sabía de este testamento.– Su mirada se fijó en Ernesto con un odio furioso. –¡Tú! ¡Sabías de esto! ¡Estuviste presionando a Berta para que me desheredara!–
–¡Eso es una difamación!– bramó Ernesto, dando un paso adelante. –Mi madre tomó sus propias decisiones–
Maura intervino. –Es suficiente. Las pruebas forenses de la botella de cianuro indican una preparación muy específica, con un compuesto orgánico inusual. Darío, me has dicho que te gusta la química. Que tienes un 'laboratorio' en el sótano. ¿Podrías explicarnos exactamente qué tipo de experimentos realizas allí? ¿Y si tienes acceso a sustancias químicas inusuales?–
Darío, que había recuperado el color, se tensó.
–Solo... experimentos sencillos. Ácidos débiles, bases... nada peligroso. Y la abuela Berta siempre supervisaba lo que compraba.–
–¿Supervisaba o te dejaba total libertad?– inquirió Maura, sus ojos fijos en él. –Y Paulina, Fabricio, ¿alguno de ustedes ha estado alguna vez en el 'laboratorio' de Darío? ¿O tienen conocimientos de química?–
Paulina levantó la barbilla. –¡Por favor, detective! Yo no tengo tiempo para esas tonterías. Mi abuela me estaba preparando para la dirección de la empresa. Mi futuro es la economía, no los tubos de ensayo.–
Fabricio se encogió de hombros. –Yo solo paso para ver si Darío no va a volar la casa. Y para pedirle que me ayude con la tarea de química de vez en cuando. Pero nada de venenos, que yo sepa.– Se rió nerviosamente.
Maura notó que la defensa de Fabricio era un poco demasiado rápida. ¿Y si Paulina, con su ambición desmedida, no aceptaba que Darío obtuviera un beneficio significativo? ¿Y si Fabricio, con su facilidad para el engaño, ocultaba algo?
La detective sintió que el rompecabezas se volvía más complejo, pero las piezas empezaban a encajar de formas inesperadas. El cianuro "especial" seguía siendo el hilo conductor, y la mente detrás de la mezcla aún permanecía en la sombra. Pero con el testamento revelado, la presión aumentaba, y el asesino, o los asesinos, sentirían el aliento de la justicia cada vez más cerca...