El Último Brindis

(10) El Último Brindis

El gran salón de la mansión Leitao, que había sido escenario de la ostentación y la tragedia, ahora era un tribunal improvisado. Maura había convocado a toda la familia una vez más. La tensión era un hilo invisible que los unía a todos, cada uno con su propio miedo y sus secretos a flor de piel. Darío, pálido y tembloroso, estaba sentado, su destino pendiendo de un hilo.

La investigación ha concluido– , anunció Maura, su voz fría y resonante. –Sabemos cómo murió Berta Leitao. Sabemos quién fue. Y sabemos por qué.–

Los ojos de todos se clavaron en ella. Pamela y Bruno, sentados juntos, se aferraban el uno al otro, la desesperación en sus rostros. Ernesto y Freda mantenían una compostura forzada, pero sus miradas inquietas los delataban. Abigail, con una expresión de profunda tristeza, observaba a cada miembro de su familia, como si intentara descifrar sus almas. Paulina, con su habitual arrogancia, intentaba parecer imperturbable, aunque sus ojos escaneaban la sala. Fabricio, con su sonrisa perezosa, se había vuelto inusualmente serio.

Maura levantó el informe forense. –El cianuro que mató a la señora Berta Leitao contenía un compuesto orgánico específico, el 'Compuesto Orgánico X'. Este mismo compuesto fue encontrado en el laboratorio del señor Darío Leitao, quien posee el conocimiento y los medios para su síntesis. Esto, junto con el hecho de que el nuevo testamento otorgaba a Darío una posición de prestigio, lo convirtió en un fuerte sospechoso.–

Darío sollozó, su rostro cubierto por las manos. –¡No fui yo! ¡Yo no lo hice!–

Maura asintió, su mirada en Darío. –No, Darío, tú no lo hiciste. Aunque el rastro del veneno nos llevó directamente a tu laboratorio y a tu conocimiento, tú no eres el asesino.–

Un suspiro colectivo recorrió el salón. Darío levantó la cabeza, sus ojos llenos de una mezcla de alivio y confusión.

Sin embargo–. Maura continuó, su voz adquiriendo una nueva intensidad, – el 'Compuesto Orgánico X' fue la clave, porque indica que el veneno fue preparado de una manera muy específica, y no por un asesino profesional. Alguien con acceso al conocimiento de Darío, o a sus materiales, llevó a cabo el crimen. Y esa persona también tenía un motivo mucho más directo.–

Maura hizo una pausa dramática, sus ojos recorriendo a cada uno de los presentes, antes de detenerse finalmente en Fabricio Leitao.

Señor Fabricio Leitao– dijo Maura, su voz como un filo. –Usted fue el mayor beneficiario directo del nuevo testamento de Berta Leitao. Las acciones y propiedades desheredadas a Pamela se redistribuían a usted y a su padre. Usted estaba en el lugar y el momento exacto para administrar el veneno: cerca del bar, coqueteando, en la confusión del brindis.–

Fabricio intentó una risa nerviosa. –¡Detective! ¿Qué dice? ¡Es una locura! Yo estaba pasándola bien, no haciendo nada raro.–

¿De verdad, señor Leitao?– Maura no parpadeó.

Usted frecuentaba el laboratorio de Darío para 'ayuda con los deberes de química'. Usted sabía exactamente qué químicos tenía Darío. Usted era consciente del nuevo testamento, del gran beneficio que le reportaría, y quizás temía que Berta, voluble como era, pudiera cambiar de opinión de nuevo o que la revelación de la relación de Pamela y Bruno precipitara una decisión que no le beneficiara directamente.–

Maura se acercó a Fabricio. –La abuela Berta anunció el brindis . En ese instante de distracción, cuando todos miraban hacia ella, usted se acercó disimuladamente a la mesa. Escondió la pequeña botella de cianuro en su mano, la vació en la copa de Berta y luego la arrojó discretamente detrás de la maceta. Su coartada de 'estar coqueteando' era perfecta para despistar y ocultar su verdadero propósito.–

El rostro de Fabricio se desfiguró. Su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mueca de terror y furia. –¡No! ¡No fue así! ¡Yo no!–

Fue la ambición, señor Leitao– , dijo Maura con tristeza. –Y la arrogancia. Usted creyó que podía salir impune. Pero dejó un rastro. El rastro del veneno, que conectaba con su primo Darío. Usted utilizó su conocimiento y su inocencia para encubrir su propio crimen–

Freda soltó un grito ahogado. Ernesto se quedó de piedra, observando a su hijo con una mezcla de horror y desolación.

¡Ella se lo merecía!– , gritó Fabricio de repente, su voz rasposa, la máscara de superficialidad por fin cayendo. –¡Siempre controlando, siempre amenazando! ¡Nos quitaba lo que era nuestro por derecho! ¡Y esa vieja bruja quería seguir metiéndose en mi vida! ¡Era la única forma de que por fin me dejara vivir en paz y disfrutar lo que me correspondía!– Sus ojos se llenaron de un odio profundo, revelando la verdadera oscuridad detrás de su fachada despreocupada.

La verdad golpeó a la familia con la fuerza de un rayo. Los policías, que Maura había posicionado estratégicamente, se movieron rápidamente para asegurar a Fabricio.

Pamela se derrumbó en los brazos de Bruno, el alivio y el horror mezclados. Abigail se acercó a Darío, abrazándolo con fuerza. Ernesto se tambaleó, apoyándose en Freda, quien a pesar de todo, le tendió la mano.

Maura observó la escena. El crimen de Berta Leitao había destapado la podredumbre que se escondía bajo el brillo de la fortuna. La avaricia, la envidia, el resentimiento... todos los ingredientes que habían fermentado en el corazón de esa familia.

Con Fabricio asegurado, Maura se volvió hacia Erasmo. –Caso cerrado. La mansión Leitao finalmente reveló sus secretos, uno por uno.–

Mientras la policía se llevaba a Fabricio, sus gritos de indignación resonaban por los pasillos. El silencio que siguió fue diferente. No era un silencio de luto, sino un silencio de una verdad cruda y dolorosa. La opulenta mansión Leitao, testigo de un imperio, ahora también era testigo de su propia oscuridad...



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En el texto hay: crimen, detective, policiaco

Editado: 31.08.2025

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