El Último Conjuro.

2- El Ritual.

Charlotte.

Para cuándo llegamos a la tumba de Victor ya era cerca de medianoche, la hora ideal para que el portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos se abriera. Apuré a Gabriel para que encendiera las velas y las colocará ordenadamente en un círculo mientras yo sacaba mi vieja tabla de Ouija, una de las tantas reliquias heredadas de mi tía Dorothy.

-¿Para que trajiste la tabla?

-Nunca se sabe, no es como si invocar espíritus sea mi pasatiempo diario. ¿A caso tú sabes cómo hacerlo?

-No. – Se defendió Gabriel un tanto molesto. – Pero creí que ya habías estudiado esto con anticipación, si llevas planeando esto con tanto tiempo, ya deberías de tener claro como llamarlo.

-Se lo mismo que tu sabes, he visto las mismas pelis de terror que tú porque de hecho, las vimos juntos. Pero, por si acaso he traído la tabla y un viejo libro que encontré entre los trastos olvidados del ático.

-¿Qué libro? Déjame verlo, por favor.

-Demasiado tarde. – Le dije mientras le sacaba la lengua y desenvolvía el polvoriento libro de su funda de cuero. Al parecer había pertenecido a mi abuela y esa era la razón por la que no quería mostrarle el libro a Gabriel. Mi abuela era un tema prohibido en casa, no se nos permitía hablar o preguntar sobre ella. – Además, solo es un viejo libro lleno de palabras y símbolos en resumen, es uno más del montón.

Abrí el libro por la página 357 dónde hace dos noches atrás, por arte de magia había encontrado el ritual para invocar el espíritu de Victor. Lo gracioso es que yo solo iba a traer la tabla, pero de repente junto a mí cayó una caja de madera con unos símbolos intrincados y su tapa estaba abierta, por lo que supuse que no habría problema con echarle un vistazo a su interior. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí este misterioso libro; cuando comencé a ojearlo, sus paginas pasaron rápidamente hasta llegar a la 357.

-¿Trajiste lo que te pedí?

-Si, aunque no fue fácil.

-Ya. Sabes que Seraphina está loca por ti.

-Claro, pero es algo incómodo por no hablar de morboso, entrar a su casa con la excusa de una cita e ir al viejo cuarto de su hermano a buscar una de sus prendas.

-Lo más morboso es que ellos mantengan su cuarto tal cual él lo dejo.

Él no respondió y en su lugar me dio la vieja sudadera de Victor, pero yo sabía que pensaba igual que. Coloqué la sudadera sobre la tabla en el centro del círculo y luego comencé a recitar el ritual tres veces como indicaba el libro.

-In nomine luminis et tenebrarum, ego invoco te, spiritus antiquus. Spiritus, audi vocem meam. Ex umbris ad lucem, te invoco. Per vires elementorum, per potentiam verborum, adesto mihi.

A lo lejos se escucharon las campanadas marcando la llegada de la medianoche y a nuestro alrededor el viento comenzó a silbar y las copas de los árboles se mecieron con el. Las hojas caídas se elevaron en el aire mientras que la temperatura descendió abruptamente, por mi espina dorsal una corriente me atravesó erizándome la piel.

-Da mihi signum praesentiae tuae, ut sciam te adesse.

Susurré con miedo; aunque no sabía si mi miedo era causado por la necesidad de una respuesta o por mi reacción al obtener una, solo sabía que tome la mano de mi mejor amigo con gran fuerza y él me sujeto de igual manera.

-Gracias por liberarme, pequeña bruja.

Las palabras fueron susurradas a mi oído por una voz gélida, espeluznante y con un olor a putrefacción, fue tan viváz que salte del susto.

-¡Eso es todo, nos vamos de aquí!

Gabriel me gritó mientras levantaba el libro, la tabla y luego tiraba de mi mano. Corrimos esquivando lápidas con el gato siguiéndonos el paso y maullando histéricamente. Solo cuando logramos salir del cementerio y alejarnos dos cuadras fue cuando nos detuvimos a tomar aire.

-¿¡Qué demonios fue eso!?

Grité de manera histérica mientras me pasaba las manos por el pelo y miraba a Gabriel en busca de una respuesta.

-No losé, pero sea lo que sea, aquello que invocamos está noche no es Victor.




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