En algún lugar de cercano al cementerio de Nueva Orleans, 00:05.
Una pareja que recién abandona una fiesta de Halloween se balancea torpemente entre la calle y la acera. La joven, una morena disfrazada de conejita, se ríe fuertemente junto al chico disfrazado del diablo. A simple vista se ve que ambos han bebido de más, pero aún así, no están dispuestos a dejar la fiesta allí. De repente, la joven saca su celular del bolsillo cuando este comienza a sonar de manera estrepitosa, anunciando que tiene una llamada.
—Espera, Daniel… Alguien me llama —le anuncia ella al chico que estaba besando su mano, y él se molesta cuando ella lo aparta.
—Vamos, Abbi, no respondas…
—Debo hacerlo, puede ser importante.
Ambos arrastran las palabras por el efecto del alcohol y su vista no es la mejor en ese momento. Cuando Abbi revisa el número que aparece en la pantalla, no lo reconoce y la numeración es un tanto extraña, pero aún así decide atender la video llamada.
—¿Hola? ¿Quién eres?
Por más que ella intenta ver de quién se trata, lo único que distingue es una negrura extrema que todo lo envuelve. De repente, sin previo aviso, una voz escalofriante y tortuosa le susurra:
—Soy Azazel, y he venido por tu alma.
La pantalla del celular de Abbi comienza a parpadear con una luz oscura y pulsante. Daniel, curioso y preocupado, se asoma para ver qué está pasando. Ambos quedan hipnotizados por la luz, incapaces de apartar la vista. La voz de Azazel se vuelve más intensa, resonando en sus mentes.
—Mira profundamente en la pantalla, siente cómo tu alma se desvanece en la oscuridad.
Abbi y Daniel sienten una extraña fuerza que los atrae hacia el celular. Sus cuerpos se tensan y sus ojos se abren desmesuradamente. La luz oscura parece extenderse desde la pantalla, envolviéndolos en una neblina etérea. Sus almas comienzan a ser absorbidas, sintiendo cómo su energía vital es arrancada de sus cuerpos.
—¡No puedo moverme! —grita Daniel, pero su voz suena distante, como si viniera de otro mundo.
Abbi intenta soltar el celular, pero sus manos están pegadas a él, como si una fuerza invisible las mantuviera firmemente sujetas. La neblina oscura se intensifica, y ambos sienten un frío helado que les recorre la columna vertebral.
—Sus almas ahora me pertenecen —declara Azazel con una risa malévola.
En cuestión de segundos, la luz oscura se disipa y el celular cae al suelo, inerte. Abbi y Daniel se desploman, sus cuerpos sin vida y sus ojos vacíos, reflejando la última imagen que vieron: la negrura absoluta de Azazel.
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Editado: 29.10.2024