El Último Conjuro.

4- La noticia.

Gabriel.

Charlotte insistió en que debíamos ir a su casa para hablar con su tía. Fue lo único coherente que le escuché decir en toda la noche, así que la apoyé sin resistencia. Cuando llegamos, Dorothy nos esperaba en el pórtico, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada perdida en el cielo, algo que hacía cuando estaba preocupada. Y esta noche, tenía razón para estarlo.

—¡Tía!

Charlotte corrió hacia ella, y yo me quedé en mi sitio, dándoles espacio para que hablaran con tranquilidad. En segundos, Charlotte le explicó a Dorothy lo que habíamos hecho esa noche. Dorothy no desvió la mirada del cielo hasta que Charlotte terminó de hablar. Entonces, bajó lentamente la mirada y sus ojos se encontraron con los míos. No necesitaba palabras para transmitirme su gran decepción. Yo mismo sabía que había fallado esa noche; no era necesario que Dorothy me lo recalcara con sus fríos y negros ojos inexpresivos, que a la vez lo decían todo.

—Pasen, esto se debe explicar con calma. Aunque, sea lo que sea que soltaron esta noche, tiene a los espíritus muy inquietos y, ya se llevó a dos inocentes.

—¿¡Qué!?

En la interrogativa de Charlotte pude distinguir su miedo, su culpa y su arrepentimiento. Si solo pudiera quitarle ese peso de encima. Como miembro de la familia Beaumont, mi responsabilidad es mantener a mi bruja designada a salvo, pero esta noche fallé a los Duval, a mi clan, a Charlotte y a mí mismo. Era algo simple: solo debía mantener a Charlotte lejos de los problemas o viceversa, y hasta ahora lo había hecho bastante bien. Pero me distraje, me dejé llevar creyendo que lo podría manejar y me equivoqué. Es por eso que a los Beaumont se nos aconseja no involucrarnos sentimentalmente con nuestros designios; aunque no se nos prohíbe, tampoco es bien visto. En mi caso, no pude evitar enamorarme de Charlotte. Poco a poco me fui enredando hasta que ya no pude zafarme, y es por eso que jamás tuve una relación, incluso cuando ella comenzó a salir con Victor. Me hice a un lado, pero seguí ahí para ella. Tampoco ayuda el hecho de que ella se resista a la idea de que desciende de brujas, por lo que no sabe que en realidad yo soy su protector. Y como tal, también poseo habilidades que aún estoy explorando.

—¿Qué tipo de ritual utilizaron para invocar a Victor?

Dorothy se sentó en el sofá junto a la estufa, que estaba encendida con un ardiente fuego danzante, mientras que Charlotte se colocó enfrente. Yo me quedé de pie junto a ella, pero Dorothy me indicó con la mirada que tomara asiento.

—¿Y bien?

Insistió mientras paseaba sus ojos entre su sobrina y yo, esperando a ver quién sería el valiente que hablaría. Tomé aire para empezar, pero Charlotte me interrumpió.

—Lo siento, tía. Solo deseaba hablar con él para pedirle perdón.

—¿Me estás diciendo que hiciste todo este revuelo para pedirle perdón?

—Sí, es importante para mí que él sepa que en realidad sí lo amé. Y creí que esta noche podría contactarlo porque es cuando el velo entre nosotros y ellos es más sensible.

Dorothy suspiró, y yo sabía por qué. Charlotte no necesitaba de ningún ritual o de una noche en especial para contactarse con los del más allá. Ella, al igual que yo, podía hablar con los espíritus sin necesidad de una Ouija o un libro. Lo único que debía hacer era pensar en la persona que deseaba contactar y buscar en el velo que separaba ambos mundos. Teníamos la habilidad de desconectar nuestra mente del cuerpo terrenal y entrar en el velo. Traté de decírselo varias veces, pero ella jamás me creyó. Por supuesto, también busqué a Victor, pero jamás logré encontrarlo. Siempre supuse que se estaba escondiendo de mí, pero en el fondo algo me decía que eso no tenía el más mínimo sentido y que solo había una posibilidad por la que en estos cuatro años no haya logrado contactar con el espíritu de Victor.

—No se lo dijiste, ¿verdad?

—¿Decirme qué?

Charlotte me mira con sus hermosos ojos esmeralda, mientras su cabellera castaña y ondulada enmarca su rostro de ébano, apenas salpicado por algunas pecas esparcidas por sus pómulos y nariz. Aunque ella trata de cubrirlas con maquillaje, siguen estando ahí. Sus labios carnosos están entreabiertos, esperando una respuesta, pero yo no hablo. En cambio, mis ojos se quedan posados en sus labios, admirando su delicadeza y suavidad. De repente, siento el impulso de acariciarlos, como quien quita el rocío matutino del pétalo de una rosa de un rojo pálido. Afortunadamente, logro contenerme y me aclaro la garganta, tratando de quitarme la tensión de encima. No sé cómo decirlo en voz alta, no encuentro el modo, ya que diga lo que diga, sé que en cuanto las palabras salgan de mi boca, ya no habrá marcha atrás. Así que opto por soltarlo de una vez, tratando de prepararme para la negativa de Charlotte ante la idea.

—Charlotte, verás, yo no creo que Victor esté muerto.




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