El Último Conjuro.

9-El sacrificio del protector.

Gabriel.

Regresamos a la casa de Dorothy con el libro que indicaba cómo enviar a Azazel nuevamente a su plano. La casa de Dorothy era un lugar acogedor y lleno de historia, con paredes cubiertas de estanterías repletas de libros antiguos y artefactos mágicos. El aroma a incienso y hierbas flotaba en el aire, creando una atmósfera de misterio y sabiduría ancestral.

Charlotte caminaba a mi lado, su rostro reflejando una mezcla de determinación y cansancio. Sabía que no podía mostrarle el contenido del libro, no aún. Tenía que protegerla, incluso si eso significaba ocultarle la verdad.

—Charlotte, ¿por qué no le echas un vistazo a este libro? —dije, entregándole un tomo antiguo lleno de hechizos de protección en latín. —Dorothy puede ayudarte a aprender algunos de estos rituales. Te serán útiles para defenderte.

Charlotte tomó el libro con una sonrisa agradecida, sus dedos rozando los míos al recibirlo. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. —Gracias, Gabriel. Siempre has sabido cómo cuidarme.

Mientras ella se sumergía en el estudio de los hechizos, me llevé a Dorothy a otra habitación. Cerré la puerta detrás de nosotros y le mostré el ritual de destierro en el libro.

—Para realizar este ritual, se necesita el sacrificio del protector de la bruja —dije en voz baja, sintiendo un nudo en el estómago.

Dorothy me miró con preocupación, sus ojos reflejando la luz tenue de las velas. —¿Estás seguro de querer hacerlo, Gabriel?

Asentí, aunque el miedo y la tristeza me invadían. —No tengo otra opción. Si Charlotte lo sabe, se negará. No puedo permitir que ella corra ese riesgo.

Dorothy suspiró, sus ojos llenos de tristeza. —He estado buscando otro modo porque sabía que este era el mismo ritual que se utilizó años antes. No quería que la historia se repitiera, pero por el momento no he encontrado otra solución. Charlotte debería saberlo, Gabriel.

Negué con la cabeza, decidido. —No, Dorothy. No puedo decírselo. Eso solo lo hará más difícil.

Dorothy me miró con una mezcla de compasión y resignación. —¿Vas a declararle tus sentimientos, al menos? Sé que siempre has estado enamorado de ella.

Me sorprendí de que Dorothy lo supiera. —¿Cómo lo sabes?

—Soy anciana, pero no tonta —respondió con una sonrisa triste. —Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que el amor que sientes por Charlotte no es solo amistad.

Suspiré, sintiendo el peso de mis emociones. —No puedo decírselo, Dorothy. Eso solo complicaría las cosas. Debo mantenerme fuerte por ella.

Me acerqué a la puerta que daba hacia la sala donde Charlotte practicaba los hechizos. La observé en silencio, admirando su belleza. La sala estaba iluminada por la luz cálida de las lámparas de aceite, y el crepitar del fuego en la chimenea añadía un toque de calidez al ambiente. Charlotte estaba sentada en una mesa de madera antigua, sus ojos color esmeralda brillaban con determinación mientras leía en voz baja los hechizos en latín. Las pecas en su nariz y pómulos le daban un aire de inocencia, y su pelo ondulado color castaño caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando su rostro de piel ébano.

Sonreí, imaginando una vida juntos que ya no podría ser. Pero aún así, esperaba que ella no sufriera mucho por mi partida y lograra ser feliz de una vez por todas. Charlotte era fuerte, y sabía que encontraría su camino, incluso sin mí.

Mientras la observaba, sentí una mezcla de amor y desesperación. Quería acercarme a ella, confesarle mis sentimientos, pero sabía que eso solo complicaría las cosas. Debía mantenerme firme, por su bien.

Charlotte levantó la vista y nuestras miradas se encontraron. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y confusión, y su sonrisa me hizo sentir un calor reconfortante en el pecho.

—Gabriel, ¿estás bien? —preguntó, con una preocupación genuina en su voz.

Asentí, forzando una sonrisa. —Sí, solo estaba pensando en lo fuerte que eres. Estoy orgulloso de ti, Charlotte.

Ella sonrió, y por un instante, todo pareció estar bien. Pero sabía que la oscuridad se cernía sobre nosotros, y que pronto tendría que hacer el sacrificio más grande de mi vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.