Gabriel.
Corría por el cementerio entre los árboles, mi respiración agitada y mi corazón latiendo con fuerza. A través de la niebla, vi a Víctor admitiendo que lo del incendio fue una farsa. La rabia me invadió al verlo tomar del brazo fuertemente a Charlotte. Sin poder contenerme, revelé mi presencia gritando su nombre.
—¡Charlotte!
Tanto ella como Víctor se voltearon para verme. Nuestras miradas se encontraron, y supe de inmediato que debía encargarme de Víctor antes que de Azazel. Caminé hacia él con determinación, y Víctor soltó a Charlotte para enfrentarse a mí.
—Esto termina aquí, Víctor —dije, mi voz firme.
Víctor sonrió con desdén. —Vamos a ver si puedes detenerme, Gabriel.
Nos lanzamos el uno contra el otro, una pelea feroz y desesperada. Víctor era fuerte, pero mi determinación era mayor. Logré derribarlo con un golpe certero, dejándolo inconsciente en el suelo.
Charlotte se acercó a su abuela, su voz llena de dolor y confusión. —¿Por qué lo hiciste, abuela?
Aine, con lágrimas en los ojos, respondió con voz quebrada. —Víctor me prometió devolverle la cordura a mi hija. No podía negarme.
Charlotte y yo comprendimos todo en ese momento. Azazel, viendo que la lealtad de Aine flaqueaba, decidió matarla frente a su nieta. Intenté detenerlo, pero no llegué a tiempo. El desgarrador grito de Charlotte al ver morir a su abuela partió mi corazón.
Pero a su vez, el grito de Charlotte tuvo un efecto doloroso en los oídos del demonio, que comenzó a taparse los oídos y cayó al suelo aturdido. Aproveché el momento para dibujar el círculo con los símbolos en el suelo del cementerio y encender las velas para realizar el ritual.
Charlotte, al verme se acercó, su voz llena de desesperación. —¿Puedo ayudarte?
La miré con temor y dolor, negando lentamente. —No, Charlotte. Esto es algo que debo hacer solo.
Me acerqué a ella y la besé, un beso lleno de amor y tristeza. Sentí sus labios suaves contra los míos, y por un momento, todo el dolor desapareció. Al separarnos, vi que Charlotte tenía los ojos cerrados. Así que aproveche el momento y susurré el ritual de sacrificio mientras sacaba la daga de mi bolsillo.
Me aparté de Charlotte, y al sentir mi ausencia, abrió los ojos. El horror y el miedo en su mirada me desgarraron por dentro.
—¿Qué estás haciendo, Gabriel? —preguntó asustada.
Le sonreí, admirando su belleza por última vez. Elevé el brazo para obtener impulso y apuñalarme. Sentí un dolor agudo cuando la daga me alcanzó, pero también una extraña paz. Charlotte corrió hacia mí, pero no llegó a tiempo.
Me desplomé en el suelo, semiconsciente, mientras Charlotte se inclinaba sobre mí llorando. —¿Por qué lo hiciste?
—Era la única forma de desterrar al demonio —respondí con voz débil.
El demonio comenzó a gritar en agonía mientras el suelo se resquebrajaba bajo sus pies y las llamas del infierno lo consumían. Fue lo último que vi antes de que mis ojos se cerraran para siempre.
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Editado: 29.10.2024