El Ultimo Crisol de Elysara

CAPITULO 12

Bosque de Niebla, Territorio Fronterizo

El Bosque de Niebla, un laberinto de árboles retorcidos y niebla espesa que lamía las fronteras entre Chronos, Ignis y Aetheria, susurraba secretos en la noche. Sus ramas, cubiertas de musgo luminiscente, proyectaban sombras danzantes, y el aire olía a tierra húmeda y ceniza lejana. Elara y Riven, envueltos en capas oscuras, se deslizaban entre los troncos, sus pasos amortiguados por el tapiz de hojas podridas. Elara, con su orbe lumínico apagado y su dispositivo de viento en el cinturón, seguía a Riven, cuya cicatriz brillaba débilmente bajo la luz espectral. El mapa de rutas comerciales, compartido entre ambos, señalaba un claro donde Umbra celebraría una reunión secreta, un rumor captado tras el ataque del Vengador de Noctua a Ignis.

“Umbra manipula a las Casas,” susurró Riven, agachado tras un árbol, su comunicador de pulso silenciado. “Si encontramos pruebas aquí, podemos exponerlos.” Sus ojos escaneaban la niebla, alertas a los centinelas de Umbra.

Elara asintió, su capa de aerotela rozando el suelo. Corvus me ordenó espiar a Chronos, pero esto es más urgente, pensó, frustrada por su mandato. “Si Umbra orquestó la desaparición de Valerius y Cassia, o el caos en Noctua, lo sabremos,” respondió, ajustando su orbe para captar señales. Avanzaron hacia el claro, donde destellos de luz oscura marcaban la presencia de Umbra. Mientras el Vengador de Noctua sembraba rumores en Ignis, Elara y Riven se adentraban en el corazón de la conspiración, buscando la verdad que podría fracturar Elysara.

La niebla del Bosque de Niebla se arremolinaba entre los árboles retorcidos, sus ramas musgosas proyectando sombras que ocultaban peligros. Elara y Riven, agazapados tras un tronco cubierto de musgo luminiscente, observaban el claro donde Umbra celebraba su reunión secreta, destellos de luz oscura marcando sus movimientos. De pronto, un crujido rompió el silencio. Sombras surgieron de la niebla: espías de Umbra, liderados por Dren, un asesino de ojos fríos y capa negra, cuya daga de sombra vibraba con energía umbral. “Intrusos,” siseó Dren, su voz cortando el aire como un filo.

Elara y Riven se lanzaron al combate cuerpo a cuerpo. Riven, con su cuchillo de Umbra, bloqueó un golpe de un espía, su cicatriz brillando bajo la tensión. Elara, enfrentando a Dren, esquivó una daga que rozó su capa de aerotela. “¡No pasarán!” gruñó, activando su dispositivo de viento, inspirado en Valerius. Un estallido de aire la propulsó hacia atrás, esquivando un segundo ataque letal. La ráfaga derribó a un espía, pero Dren avanzó, implacable.

“¡Riven, el claro!” gritó Elara, lanzando una piedra para distraer. Riven cortó una cuerda que sostenía una red umbral, atrapando a dos espías. La niebla se llenó de choques de acero y jadeos. Elara, usando otra ráfaga de viento, saltó sobre un tronco, ganando distancia. Mientras el Vengador de Noctua sembraba caos en Ignis, Elara y Riven luchaban por sobrevivir en el Bosque de Niebla, su misión para exponer a Umbra pendiendo de un hilo.

La niebla del Bosque de Niebla se retorcía entre los árboles, sus ramas musgosas absorbiendo los sonidos del combate. Elara, acorralada contra un tronco, esquivaba los golpes de Dren, el asesino de Umbra, cuya daga de sombra cortaba el aire con un zumbido letal. Su dispositivo de viento, aún caliente por el uso, le dio un respiro, pero un espía de Umbra se acercó por detrás, su cuchillo brillando. Riven, fundido con las sombras, emergió como un espectro. Su entrenamiento en Umbra, forjado en misiones secretas, guiaba cada movimiento: pasos silenciosos, respiración contenida, ojos fijos en su presa.

Con un giro fluido, Riven lanzó una cuerda umbral que atrapó las piernas del espía, derribándolo. “¡Elara, agáchate!” susurró, su voz apenas un eco. Antes de que el espía pudiera gritar, Riven clavó su cuchillo de Umbra en su pecho, un golpe preciso que silenció la amenaza. La sangre manchó la niebla, y el cuerpo cayó sin un sonido. Elara, jadeando, asintió en agradecimiento, su orbe lumínico parpadeando. Su sigilo es letal, pensó, impresionada por el pasado de Riven.

Dren retrocedió, siseando: “¡Traidores!” Riven, con su cicatriz brillando bajo la luz musgosa, se posicionó junto a Elara. “Umbra nos entrenó para esto,” murmuró, su cuchillo listo. Mientras el Vengador de Noctua sembraba miedo en Ignis, Riven y Elara, en el Bosque de Niebla, luchaban por desentrañar la conspiración de Umbra, su alianza fortalecida por la sangre derramada.

La niebla del Bosque de Niebla envolvía el claro, donde los cuerpos de los espías de Umbra yacían entre raíces musgosas. Elara y Riven, jadeantes, acorralaron a Dren contra un árbol retorcido, su capa negra rasgada y su daga de sombra caída. Elara apuntó su orbe lumínico, proyectando un haz que cegó al asesino, mientras Riven, con su cuchillo de Umbra presionado contra el cuello de Dren, lo inmovilizó. La cicatriz de Riven brillaba bajo la luz musgosa, y su dispositivo de viento zumbaba en el cinturón de Elara, listo para un nuevo estallido.

“Habla,” gruñó Riven, su voz fría, evocando su entrenamiento en Umbra. “¿Qué trama Umbra en esta reunión?” Su cuchillo rozó la piel de Dren, una gota de sangre perlando la hoja.

Dren, con ojos desafiantes, escupió: “Umbra aviva la guerra… debilita a Aetheria, Ignis, Chronos, Terra… todas las Casas.” Su risa amarga resonó en la niebla. “Noctua fue solo el comienzo. La desaparición de Valerius y Cassia… nuestro señuelo.” Elara, con el corazón acelerado, apretó el orbe. Manipulan todo, pensó, horrorizada. Riven presionó más el cuchillo. “¿Quién lidera?” exigió, pero Dren solo sonrió, silenciándose.



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En el texto hay: fantasia épica, mundo construido, heroina resiliente

Editado: 28.11.2025

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