El Ultimo Crisol de Elysara

CAPITULO 14

CAPÍTULO 14

Sala de Estrategia de la Ciudadela Etérea, Aetheria – tres días después de la visita a Astrum

El mapa holográfico de Puerto Sombrío flotaba en el centro de la sala como una isla negra rodeada de mares tormentosos. Corvus, de pie junto a la almirante Lirien de Thalassa, señalaba con un dedo luminoso los muelles ocultos y las torres de sombra.

Corvus
—Puerto Sombrío es el corazón logístico de Umbra. Si lo rompemos, cortamos sus suministros a Chronos–Ignis y su capacidad de vender información.
(mira a la almirante de ojos verdes)
—¿Thalassa está dentro?

Almirante Lirien
(sonrisa afilada como un arpón)
—Mis leviatanes ya navegan bajo bandera de niebla. Saldremos al alba. Pero el cielo es tuyo, Corvus.

Corvus
(gira hacia Elara, que permanece de pie junto a Riven)
—Elara, tú liderarás el escuadrón aéreo. Diez Furias del Cielo, carga completa de proyectiles lumínicos y bombas de viento comprimido. Riven va contigo como oficial de inteligencia.

Elara
(enderezándose, sin vacilar)
—Entendido, mi señor. Puerto Sombrío no verá otro amanecer como bastión de Umbra.

Riven
(bajo, solo para Elara)
—Silas estará allí. Lo sé. Y cuando esté, no cometerá errores dos veces.

Corvus
(ignorando el comentario)
—Salida en seis horas. Que las estrellas se apiaden de quien se interponga.

Las luces de la sala se apagaron, dejando solo el brillo frío del mapa. Afuera, en los hangares flotantes, las Furias del Cielo ya rugían, listas para teñir de fuego el mar nocturno.

Puerto Sombrío nunca había estado tan cerca de caer… ni tan lejos de rendirse.

Torre del Eclipse, Puerto Sombrío – Umbra

La luna apenas se atrevía a asomarse entre nubes negras. Desde la cima de la Torre del Eclipse, la más alta del puerto, Silas Umbra observaba el horizonte con un catalejo de sombra. A sus pies, el puerto parecía una bestia acorazada: muelles ocultos bajo redes de oscuridad, torres de ballesta cargadas con flechas envenenadas, y bajo el agua… algo peor.

Silas Umbra
(voz fría, sin apartar el catalejo)
—Diez naves de Thalassa al oeste. Ciento veinte velas. Y en el cielo… Furias del Cielo. Elara viene personalmente.

Capitán Dren
(cicatriz nueva en la mejilla, aún vendada)
—Las minas submarinas están listas. Una orden y el fondo del puerto se convierte en tumba.

Silas
(baja el catalejo, sonrisa helada)
—No tan rápido. Que las minas duerman un poco más.
(se gira hacia el mapa táctico flotante)
—Primero dejaremos que se acerquen. Que crean que la sorpresa es suya.
(señala tres puntos rojos)
—Cuando crucen la línea de las boyas negras… despertaremos a las krakens de sombra. Y cuando sus naves estén ocupadas hundiéndose, los arqueros ocultos en los acantilados les recordarán que el cielo también puede sangrar.

Dren
—¿Y si Elara sobrevive al primer golpe?

Silas
(ojos brillando como cuchillas)
—Entonces le daremos la bienvenida personalmente.
(toca el medallón umbral en su pecho)
—Esta vez no habrá Bosque de Niebla que la salve.

Un viento salado y cargado de muerte sopló desde el mar. En la torre, las antorchas de llama negra se encendieron solas.

Puerto Sombrío no era una presa.
Era una trampa con dientes.

Cielo y mar frente a Puerto Sombrío – amanecer sangriento

El primer rayo de sol se quebró contra las nubes negras cuando la batalla estalló.

Desde el mar, los leviatanes de Thalassa emergieron como montañas vivas, sus cascos de concha iridiscente brillando bajo la luz mortecina. Cañones de perla dispararon ráfagas de agua comprimida que golpearon los muelles ocultos.

Desde el cielo, diez Furias del Cielo descendieron en formación de lanza. Elara pilotaba la vanguardia, el visor lumínico bajado, el viento rugiendo contra su cabina.

Elara
(vía canal abierto del escuadrón)
—¡Formación delta! Ignorad los muelles, apuntad a las torres de ballesta! ¡Riven, dime dónde están los arqueros!

Riven
(desde el asiento trasero, estudiando el mapa proyectado)
—¡Acantilados este, nivel tres y cinco! ¡Marcados en rojo!

Las Furias viraron en perfecta sincronía. Bombas de viento comprimido cayeron como meteoros plateados, estallando contra los acantilados. Piedra y sombra volaron por los aires; gritos ahogados resonaron desde las grietas.

Piloto Taryn
(excitado)
—¡Impactos directos! ¡Los tenemos—!

Una ráfaga de flechas negras surcó el cielo. Tres Furias fueron alcanzadas; una perdió un ala y comenzó a girar en picada.

Elara
—¡Evasión! ¡Riven, dónde está el siguiente nido!

Riven
—¡Noroeste, cueva a las once! ¡Y cuidado, activaron las boyas negras!

En el mar, las primeras minas submarinas detonaron. Columnas de agua oscura se alzaron como dedos de kraken, tragándose dos naves de Thalassa.



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En el texto hay: fantasia épica, mundo construido, heroina resiliente

Editado: 28.11.2025

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