Frontera de Ceniza y Acero – círculo neutral, 48 horas después del pacto secreto entre Corvus y Vesper
El pacto ya estaba sellado en la sombra: Aetheria y Chronos, viento y tiempo, unidos por primera vez en milenios para aplastar a Terra antes de que las armas divinas regresaran. Pero los ejércitos aún no lo sabían. Por eso el duelo seguía en pie.
El círculo de piedra ardía bajo el sol del mediodía. Alrededor, soldados de ambas Casas mantenían una distancia tensa, sin sospechar que sus líderes ya habían decidido traicionarlos a todos.
Elara avanzó desde el lado de Aetheria, capa de aerotela ondeando como una bandera de rendición que nadie creía.
Sus ojos estaban hundidos: llevaba dos noches sin dormir desde que descubrió el pacto secreto entre Corvus y Vesper en la sala subterránea de la Ciudadela Etérea.
Vesper salió del lado de Chronos, guantelete temporal brillando con un pulso frío. Su expresión era de triunfo contenido.
Vesper
(voz que cortaba el aire como cristal)
—Has venido, bastarda. Creí que Corvus te habría encerrado después de lo que descubriste.
Elara
(sonrisa amarga)
—Corvus cree que este duelo me mantendrá ocupada… y lejos de los micrófonos. Los dos sabemos porqué aceptasteis este teatro.
Vesper
(mirando a los soldados que observaban)
—Ellos no lo saben aún. Y cuando termine contigo, seguirán sin saberlo El pacto se anunciará como “victoria diplomática” después de que Chronos y Aetheria “reconcilien” sus diferencias… en tu tumba.
Elara
(alzando su dispositivo de viento)
—Entonces no perdamos tiempo. Porque cuando gane… el pacto morirá contigo.
Heraldo neutral
(voz amplificada, ajeno a la verdadera apuesta)
—¡Duelo por honor entre Elara de Aetheria y Vesper de Chronos ¡Sin armas divinas! ¡Hasta rendición o incapacidad!
Los soldados rugieron, creyendo que veían un duelo por orgullo. Solo Riven, oculto entre las rocas del lado de Aetheria, sabía la verdad: este no era un duelo por honor.
Era un duelo por el futuro de la guerra.
Vesper
(sonriendo con frialdad)
—Cassia confiaba en la paz. Tú la destruiste. Por ella… y por el pacto… ¡muere!
Vesper disparó la primera onda temporal: un círculo que envejeció el suelo a su alrededor hasta convertirlo en polvo de siglos.
Elara respondió con una ráfaga de viento que rompió la onda y la lanzó hacia atrás.
Y el duelo que decidirá si el pacto secreto sobrevivía… o moría antes de nacer, comenzó.
El polvo de siglos se alzó cuando la onda temporal de Vesper impactó contra la ráfaga de Elara. El aire crujió: tiempo y viento chocando como dos tormentas opuestas.
Vesper avanzó con paso lento, guantelete alzado. Cada paso suyo hacía que la hierba alrededor envejeciera y se desintegra en segundos.
Vesper
(voz distorsionada por el campo temporal)
—¿Sabes cuántos años tardó Cassia en confiar en alguien de Aetheria? Tú lo destruiste todo en una noche.
Elara giró sobre sí misma, liberando un tornado en miniatura que rompió el campo y la empujó hacia atrás.
Elara
(gritando por encima del viento)
—¡Cassia está viva! ¡La vi en la visión del Crisol! ¡Está atrapada, no muerta! ¡El pacto que firmasteis con Corvus es una mentira para mantener la guerra!
Un jadeo recorrió a los soldados de ambos bandos. Algunos bajaron las armas, confundidos.
Vesper se detuvo su avance. Sus ojos se estrecharon.
Vesper
—¿Cómo te atreves a usar su nombre?
Elara
(aprovechando la pausa, voz alta para que todos oigan)
—¡Porque yo también la vi sufrir! ¡Y vi a Corvus y a ti firmando el pacto secreto hace dos noches! ¡Viento y tiempo unidos para aplastar a Terra y repartirse Elysara! ¡Este duelo es solo para silenciarme antes de que hable!
El murmullo se convirtió en rugido. Un capitán de Chronos dio un paso adelante, incrédulo.
Capitán Chronos
—¿Pacto… con Aetheria?
Vesper
(volviéndose hacia sus propias tropas, voz cortante)
—¡Silencio! ¡Es una mentira desesperada de una traidora!
Pero la duda ya estaba plantada.
Elara cargó. Activó su dispositivo al máximo: una cuchilla de viento comprimido se formó en su mano derecha. Vesper respondió levantando un escudo temporal: el aire se solidificó en capas de tiempo congelado.
Las dos armas chocaron.
El impacto lanzó a ambas hacia atrás.
Elara rodó por el suelo y se levantó sangrando del labio. Vesper se incorporó más despacio, el guantelete chispeando.
Vesper
(susurro solo para Elara, pero el viento lo llevó más lejos de lo que esperaba)
—Da igual lo que digas. Cuando te mate aquí, el pacto seguirá adelante. Y nadie podrá detenernos.
Elara
(sonriendo con sangre en los dientes)
—Entonces tendré que ganar… y hablar más alto.