Corazón del Bosque, Dominio de la Casa Sylva
El aire en el Gran Bosque Susurrante, normalmente cargado con el aroma dulce de la savia y la tierra húmeda, tenía esa mañana un sabor metálico. No era sangre, todavía no, sino el presagio de ella.
Lady Aeloria, la Archidruida, permanecía de pie ante el trono de raíces vivas, con las manos apoyadas sobre la corteza rugosa del Árbol Madre. Podía sentir la vibración del suelo, un temblor sutil que recorría kilómetros de red micelar hasta llegar a sus dedos. Eran las pisadas de las legiones de Ignis marchando al sur y el zumbido de las naves de Aetheria cruzando los cielos prohibidos.
La neutralidad, esa muralla verde que había jurado mantener apenas unos días atrás, se desmoronaba como hojas secas en invierno.
Frente a ella, un emisario de la Casa Chronos aguardaba, envuelto en una túnica gris que parecía desenfocada en los bordes. No había traído amenazas, sino una verdad matemática, fría y calculadora, enviada directamente por Janus.
Emisario de Chronos
(voz carente de emoción)
—El cálculo es simple, Archidruida. Corvus y Kaelen han unido el cielo y el fuego. Si el Valle del Eco Eterno cae, no habrá nada que impida a Ignis convertir este bosque en combustible para sus forjas. La neutralidad ya no es una opción; es un suicidio.
Aeloria cerró los ojos. Odiaba la lógica de los hombres de piedra y tiempo, pero odiaba aún más la visión que el bosque le había enviado en sueños: árboles de ceniza y ríos de lava cruzando sus dominios.
Aeloria
(susurró, más para sí misma que para el mensajero)
—Vesper prometió una tregua.
Emisario de Chronos
(suavidad peligrosa)
—La Suma Cronarca ha sido... apartada por su propia seguridad. Lord Janus comanda ahora. Y Janus ofrece protección temporal a cambio de acceso a sus senderos ocultos.
La decisión pesaba más que la losa de un sepulcro. Unirse a Chronos significaba traicionar siglos de aislamiento. Significaba enviar a sus hijos, los Guardianes de Madera Férrea, a morir en una guerra que no era suya. Pero quedarse quietos significaba arder.
Aeloria abrió los ojos. Eran verdes, antiguos y terriblemente tristes.
Aeloria
(voz quebrando el silencio sagrado)
—Decid a Lord Janus que Sylva acepta. Pero no por lealtad a vuestro tiempo, sino por miedo a su fuego.
Golpeó el suelo con su bastón. El sonido resonó en todo el enclave.
Aeloria
(ordenando a sus generales)
—¡Movilizar a los Arqueros de la Espina! ¡Abrid los Caminos Cambiantes hacia la frontera este! ¡Que el bosque vaya a la guerra!
Mientras el emisario de Chronos se inclinaba con una sonrisa satisfecha, Aeloria sintió cómo el Árbol Madre soltaba una gota de savia dorada que cayó sobre su mano como una lágrima caliente. El tablero se había fracturado, y la Casa de la Vida acababa de firmar su sentencia de muerte.
Observatorio de Medianoche, Dominio de la Casa Astrum
La cúpula del Observatorio de Medianoche giraba en silencio, mostrando un cielo falso donde las estrellas se reordenan en patrones de conflicto. El frío en la sala era absoluto, un reflejo de la tundra exterior y del miedo que había empezado a filtrarse en los corazones de los astrólogos.
Nyx Astrum, la Suma Astróloga, observaba la constelación del "Guardián Roto" a través del gran telescopio de cristal negro. A su alrededor, el consejo permanecía en un silencio tenso, roto solo por el susurro de las túnicas de terciopelo y el zumbido de los mecanismos estelares. La noticia de que el Gran Bosque Susurrante había abierto sus fronteras a Chronos había llegado con la fuerza de un cometa: la neutralidad había muerto.
Maestro Caelum
(voz temblorosa, ajustando sus gafas de lente gruesa)
—Sylva ha caído. Si los druidas, que juraron proteger la vida, se han unido a los manipuladores del tiempo... entonces el aislamiento ya no es un escudo, es una jaula.
Lirael
(dando un paso al frente, con urgencia)
—Ignis y Chronos nos rodearán. Si no elegimos un bando ahora, seremos el campo de batalla donde resuelvan sus diferencias. Necesitamos un aliado que domine el cielo, no el suelo.
Nyx se apartó del telescopio. Su rostro, pálido y sereno, no mostraba el torbellino de cálculos que realizaba su mente. Había buscado en las estrellas una tercera opción, un camino de paz, pero el cielo solo le devolvía imágenes de fuego y vacío.
Nyx Astrum
(voz fría y resonante)
—Aetheria.
Un murmullo recorrió la sala. Aliarse con Corvus significaba validar su ambición y, quizás, perdonar sus pecados en Noctua. Pero la supervivencia de Astrum pesaba más que la moralidad.
Consejero Varen