El Ultimo Crisol de Elysara

ARCO 6 "El Retorno Divino" CAPITULO 23

Cielos sobre la Frontera de Ceniza y Acero – El Amanecer del Último Asalto

No hubo trompetas ni declaraciones formales. La guerra comenzó con un silencio roto por el rugido de mil motores.

El cielo, habitualmente un lienzo de nubes y luz, se había convertido en un techo de metal y fuego. La flota combinada de Aetheria e Ignis descendía sobre las fortificaciones de Terra como una plaga de langostas de acero. Las Furias del Cielo zumbaban entre las inmensas barcazas de asedio, dejando estelas de vapor químico, mientras los misiles Eclipse-9 —comprados a Umbra con traición y oro— llovían sobre los escudos de raíz de la Casa Terra.

Abajo, la tierra gritaba. Los bosques fronterizos ardían con un fuego que no era natural, alimentado por acelerantes alquímicos. Los berserkers de Ignis, enloquecidos por la promesa de conquista, cargaban a través de las llamas, chocando contra los muros de piedra viva que los geomantes de Terra levantaban desesperadamente.

Desde la cabina de la Furia del Cielo "Luz Rota", Elara observaba el apocalipsis en miniatura.

Elara

(voz tensa, manos aferradas a los controles para evitar las ondas expansivas)

—Han empezado. Corvus no esperó ni al amanecer completo. Mira eso... están bombardeando los santuarios civiles. No buscan rendición, Riven. Buscan exterminio.

Riven

(mirando los monitores tácticos, su rostro iluminado por las alertas rojas)

—Es la desesperación de la que hablamos. Tienen que ganar hoy, o se quedan sin energía mañana. Es un ataque suicida disfrazado de gloria.

La nave de Elara y Riven no participaba en la masacre; volaba bajo, rozando las crestas de las montañas, invisible a los radares gracias a los códigos de ocultación robados. Su destino no era el frente de batalla, sino el origen de todo: la Cresta de los Ecos.

Elara

—Si no llegamos a la Cresta antes de que Terra caiga, no habrá mundo que salvar.

Riven

—Tenemos compañía. No somos los únicos que ignoran la guerra para ir al norte.

En el radar, una señal solitaria parpadeaba, moviéndose a pie a una velocidad imposible por los desfiladeros inferiores.

Elara

(reconociendo la firma energética)

—Lian. El Vengador.

Riven

—Va hacia la misma grieta. Si él desata la tecnología de Noctua allí... podría romper la realidad antes de que nosotros la arreglemos.

Elara empujó los propulsores al límite. La Luz Rota aceleró, dejando atrás el infierno de la guerra para adentrarse en el silencio mortal de la Cresta.

Entrada a la Cresta de los Ecos

La nave aterrizó con un chirrido metálico sobre la roca desnuda. El aire aquí era diferente; no olía a humo ni a sangre, sino a ozono y electricidad estática. La realidad parecía más delgada, como un velo a punto de rasgarse.

Elara y Riven descendieron, armas en mano. Frente a ellos, en el centro de un anfiteatro natural formado por columnas de basalto, una figura les daba la espalda.

Lian estaba de pie frente al lugar donde Valerius y Cassia habían desaparecido. No llevaba su máscara de hueso. Su rostro, marcado por la ceniza y el dolor, miraba al vacío. En sus manos, el cuerno de Noctua y la daga de sombra vibraban con una resonancia baja.

Lian

(sin girarse, su voz amplificada por la acústica antinatural del lugar)

—Sabía que vendríais. Los traidores siempre vuelven a la escena del crimen.

Elara

(bajando su dispositivo de viento, dando un paso cauteloso)

—No somos traidores, Lian. Y esto no es una escena del crimen. Es una puerta.

Lian se giró bruscamente. Sus ojos violetas brillaban con una mezcla peligrosa de locura y lucidez.

Lian

—Una puerta que vuestras Casas abrieron. Escuchad el viento. ¿Lo oís? No son ecos. Son gritos. Están al otro lado. Valerius. Cassia. Y todos los que murieron en Noctua. Siento sus almas presionando contra la tela del mundo.

Riven

(guardando sus dagas, mostrando las manos vacías)

—Si están al otro lado, podemos traerlos de vuelta. O al menos, saber la verdad. Pero si usas ese cuerno aquí... colapsarás el paso.

Lian

(sonrisa triste)

—¿Y si eso es lo que quiero? Si rompo el paso, la energía liberada barrerá los ejércitos que se están matando ahí abajo. Ignis, Aetheria, Terra... todos purgados. Paz a través del silencio.

Elara

—Eso no es paz. Es el vacío. Es lo que Nhergal querría.

Lian vaciló. La mención del dios oscuro pareció enfriar su furia por un segundo.



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En el texto hay: fantasia épica, mundo construido, heroina resiliente

Editado: 06.12.2025

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