Una tarde, mientras observaban el atardecer desde lo alto de una colina, Sofía finalmente reunió el coraje para confesarle a Javier la verdad que había estado ocultando: su madre estaba enferma y su familia atravesaba tiempos difíciles. Javier, con lágrimas en los ojos, la abrazó con ternura y prometió estar a su lado en todo momento. Compartió con ella su propio dolor y luchas personales, fortaleciendo aún más su vínculo. Desde ese momento, se convirtieron en pilares de apoyo el uno para el otro, enfrentando juntos los desafíos que la vida les presentaba.