El último deseo

1.

Julián, un niño amedrentado por los típicos problemas de la niñez se hallaba frente a la fogata de la casa de su abuelo, pensando. Unos pensamientos no constructivos en realidad, solo divagaba acerca de la diferencia entre el Juego Lol y El Dota. Algo que, según él no encajaba.

― Julián.

El niño gira la cabeza para observar a su abuelo viéndolo con reproche.

― Niño, no deberías estar tan cerca del fuego. Luego te nos vas a rostizar.

― Pero abuelo Mitch...―el hombre niega.

― Te vas a quemar, luego tu mamá me llega con la reprimenda― alcanza a decir mientras alza al niño de ocho años y lo sienta en el sofá de la estancia.

El señor Michael Golf, retirado de las fuerzas armadas, hombre culto y de gran respeto. Condecorado con varias medallas y reconocimientos en su honor, vive a las afueras de la ciudad en una enorme granja que compró una vez terminado su servicio. La tranquilidad de ese lugar siempre le ha encantado al menor de sus nietos, le permite alejarse de todos los problemas que se le han presentado a su corta edad. El ya casi ejecutado divorcio de sus padres, la ignorancia de su hermano mayor, y la tranquila pero tormentosa agonía de no saber qué pasará con él cuando las aguas se calmen. Solo aquí, frente a la chimenea se sentía seguro.

― Pero…

― Sin peros muchacho. Sé que hace frío afuera, sin embargo, estamos adentro, así que estoy seguro de que no te pasará nada.

― Lo sé, pero...―el abuelo suspira y regresa por donde vino, trayendo consigo y extraño muñeco, de madera en su totalidad, cubierto por raros adornos que se hacían pasar por cabello, unos ojos dibujados a pulso del pincel, tenía aspecto de un hombre mayor, vestido formal y unas gafas que hubieran causado más de una risa a los hombres de su época.

― ¿Qué es eso abuelo?― el hombre sonríe.

― Tu regalo de Navidad―su nieto toma extrañado el presente y lo observa con lentitud.

― Y… ¿Para qué sirve? No suena, no habla, y no hace absolutamente nada.

― Te prometo que hace más que eso Julián. Este muñeco cumple tus más grandes deseos.

El joven Julián Golf tendía a ser escéptico respecto a esas cosas. Cuentos de hadas, historias de héroes. Los últimos acontecimientos no le permitían pensar de esa manera.

― Abuelo, está increíble pero no creo que…

― Por favor Julián, acéptalo. Sé que lo que está pasando últimamente no te deja ser feliz. Sin embargo, te aseguro que esto mejorará tu vida.

― ¿Cómo?

― Pues verás, cuando era niño mi madre me entregó ese muñeco para recordarme lo importante que es la familia. Dijo que se parecía a mi padre, que cada vez que lo viera, lo recordaría, que jamás olvidara mi esencia, como él lo hizo. También fue militar. Al iniciar mi servicio, recordé eso siempre. Por eso tu padre insiste mucho en decir que soy un abuelo muy raro. Debería ser más serio dicen. Tonterías, me encanta hacer el ridículo.―su nieto lo admira desde el sillón.

― Ya decía por qué Michael dice que eres un fenómeno abuelo― el exmilitar lo observa frunciendo el ceño.

―¿Tu hermano dice eso de mí?―cuestiona.

― Ah...―el niño sabía que si decía algo, su hermano le iba a hacer algo horrible, eso según él, pues mencionó: “si vas con el chisme a mi papá, o al abuelo de lo que hablamos, no te imaginas que puedo hacer”. Él no es violento, pero sabe que las travesuras entre hermanos, se quedan donde están. Hasta la tumba― nada.

El señor Mitch, confundido, simplemente dejó el tema de lado. No tiene caso discutir con un niño de ocho años.

― Ven, es hora de cenar. Tus padres no tardan en llegar y de seguro estarán bastante enojados.

― De acuerdo.

La cena transcurre con normalidad, sin ningún tipo de charla que podría incomodar al pobre niño, sus emociones ya de por sí estaban muy revueltas.

― Hijo― Julián levantó la vista para lograr ver a su padre que llegaba con el cabello desalineado, la corbata suelta, y la camisa arrugada― hora de irnos, tenemos que pasar por tu hermano a la casa de su amigo.

Su abuelo suelta un suspiro y se dirigieron hacia él para despedirlo, de paso darle una que otra indicación sobre su apariencia.

― Sebastián, sabes que no puedes recoger a tu hijo así, de esa forma, solo mírate, estás…

―Por favor papá, justo en este momento no estoy de humor, las cosas con Sarah están como...―mira a su hijo―complicadas. Te prometo que te contaré después. Por ahora solo déjame llevarme a mi hijo a la casa y dormir.

― De acuerdo. Solo espera, tengo que darle a Julián algo importante.

― Como quieras.

El abuelo se acercó al sillón y le entregó a su nieto en pequeño juguete de madera.

― Cuídalo―. El pequeño asiente.

En el auto se dispara la tensión, las dos personas presentes en el interior se hallaban sumidos en sus propios pensamientos, los del niño no eran comparables que los de su padre. Estaba atormentado, su mujer lo había abandonado por otro, un hombre con más de seis cifras de sueldo anual, alto, atractivo según ella, afirmó que lo amaba, que los últimos años nadie la había hecho sentir como no se había sentido en mucho tiempo, que ya no lo amaba, tomó sus cosas y se fue con su nueva pareja a vivir a otro país, él no quiso saber a dónde, ya le dolía bastante el hecho de saber que su mujer se andaba acostando con otro hombre, en su misma cama. Para él fue caer muy bajo, entonces ambos tomaron la decisión de divorciarse, pero no contó con que ella lo abandonaría con sus dos hijos.

― Papá, ¿estás bien?

― Por supuesto Julián, es solo que todo lo que está pasando es un poco complicado.

―¿Y mamá?

― No volverá. Lo lamento hijo.

― No te preocupes, si se fue es porque no le importamos en lo absoluto, ¿Verdad?― su padre concuerda.

El resto del camino no hablaron de nada, la tensión seguía latente en el aire, sin embargo el ambiente se mantenía quieto. Julián sostenía su nuevo muñeco con una mano, la otra la tenía puesta en su mentón pensando acerca de lo que haría con ese extraño objeto.



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En el texto hay: valores, magia, amor de familia y amigos

Editado: 20.12.2018

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