El Último Deseo de Cupido

Capítulo 12: Yo sin ellos

(O de cómo aprendí a estar conmigo antes de volver a estar con alguien)

El avión zumbaba como un susurro persistente. La mayoría de los pasajeros dormía o se entretenía con pantallas pequeñas. Yo, en cambio, miraba por la ventanilla. Las nubes parecían montañas flotantes, suaves, lejanas. Como mi pasado. Como “ellos”

No sé en qué momento acumulé tantas historias sin final feliz.

Tal vez nunca se trató del final, sino del principio. De cómo me lancé una y otra vez con los ojos cerrados, con el corazón hambriento de compañía y el alma necesitada de validación. Creí que el amor era algo que se encontraba afuera.

En sus manos. En sus besos. En sus promesas. Me aferré a cada uno de ellos como si fueran la respuesta a mi vacío.

El esposo que juré amar para siempre y terminó llevándose hasta las cucharas.

El mago, que desaparecía incluso estando presente.

El banquero, que contaba cada gesto como si fuera una transacción.

Las estrellas fugaces, que iluminaron mi cielo solo para dejarlo más oscuro.

Y “él”, el que no fue. Que sin darme nada, se llevó tanto.

Y, sin embargo, aquí estoy. Entera. No ilesa, pero tampoco rota. Más bien reconstruida, pieza por pieza, con cicatrices que cuentan mejor la historia que cualquier foto de boda.

Afuera, el cielo comenzaba a aclararse. Los primeros rayos del sol se filtraban como hilos dorados entre las nubes. Sentí una calma rara, como si finalmente pudiera respirar sin miedo a que algo se rompa.

Me di cuenta de que llevaba mucho tiempo preguntándome por qué no funcionó con ellos, sin detenerme a pensar si “yo” estaba funcionando conmigo. Porque antes de ser novia, esposa, amante o musa, soy mujer.

Y me toca reconciliarme con esa mujer. Aprender a quererla sin necesidad de validación.

A reírme sola.

A tomarme el vino sin brindar por nadie más.

A vestirme linda para mí, sin esperar miradas externas.

Yo sin ellos soy más liviana.

No porque no duelan sus recuerdos, sino porque ya no los cargo como culpa.

Yo sin ellos soy más libre.

No porque haya dejado de amar, sino porque aprendí que amarme también cuenta.

Yo sin ellos soy más yo. Y eso ya es ganancia.

Cierro los ojos un momento. Pienso en lo que vendrá, no sé si esta isla será solo un descanso o el comienzo de algo nuevo. No sé si me enamoraré otra vez o si simplemente recuperaré partes de mí que creía perdidas.

No tengo un plan. Y por primera vez… eso no me asusta, porque no vine a encontrar a nadie. Vine a encontrarme. Y si en el camino aparece alguien, bienvenido sea.

Pero esta vez, no lo invitaré a llenar un vacío. Solo a compartir la plenitud.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.