El avión aterrizó con ese golpe seco que te recuerda que la vida no siempre tiene aterrizajes suaves.
Yo, Giovanna Torres, descendí con mi maleta, mi sarcasmo y una promesa: dejarme llevar. Aunque fuera por la corriente del mar.
Mi amiga Valeria me esperaba en la salida con una sonrisa que parecía patrocinada por el sol.
—¡Estás más blanca que mi conciencia! —me dijo, abrazándome como si no me hubiera visto en años.
—Y tú más bronceada que una tostada —le respondí, mientras intentaba no derretirme bajo el calor caribeño, y eso que apenas había llegado tres días antes.
El camino al hotel fue una mezcla de palmeras, música tropical y mis pensamientos intentando no sabotearme.
Valeria hablaba de rituales, baños de mar, energías, y yo solo pensaba en que ojalá el minibar tuviera vino.
—Hoy te bautizo con sal, no hay excusas —me dijo—. Te metes al mar tres veces. Es ley.
—¿Y si me ahogo en la segunda? ¿Se cancela la maldición? — respondí tratando de burlarme de sus ocurrencias.
—No seas dramática. El agua salada limpia todo. Hasta los ex. —ella como siempre creyendo que la luz de la luna te broncea.
Llegamos al hotel. Hermoso. Demasiado hermoso para mi historial emocional.
La cabaña tenía vista al mar, sábanas blancas y una vibra que gritaba: “Aquí podrías enamorarte… o al menos dormir bien”.
Me puse el bikini con la resignación de quien sabe que su cuerpo no está en modo Instagram.
Valeria me lanzó protector solar como si fuera una bendición.
—Vamos, Noé. A liberar bichos.
El primer baño fue frío. Literal y emocional.
El segundo, más tolerable.
El tercero… bueno, el tercero me hizo llorar. No sé si por el agua salada en los ojos o por todo lo que estaba soltando. No es por nada, pero sentí como si me hubieran jalado de los pies —la sugestión es cosa seria— como si algo saliera de mí.
—¿Y ahora qué? —le pregunté, empapada, con el rímel en modo mapache.
—Ahora esperas. El universo ya sabe que estás lista.
Yo no sé si el universo escucha, pero esa noche, mientras el mar rugía y las estrellas brillaban como si supieran algo que yo no, me sentí… ligera… (pura sugestión).
Como si por primera vez en mucho tiempo, no estuviera esperando a nadie.
Solo a mí.
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Editado: 03.09.2025