“Solo vine a decir que no me importa, mientras finjo que no me importa”
Esperé hasta el atardecer. No porque quería verlo, sino porque sabía que él siempre venía a esta parte de la playa a cerrar su turno.
(O eso me decía para no admitir que lo estaba esperando. Lo que sea.)
Y ahí estaba él. Sentado sobre la arena, mirando el mar como si fuera un poema de Pablo Neruda.
Respiré hondo. Ajusté mi sarcasmo. Y caminé hasta él.
—¿Está ocupada esta crisis existencial o puedo unirme?
Benjamín levantó la vista y sonrió. Maldito.
—Claro. Siempre hay espacio para tu humor corrosivo.
Me senté a su lado, dejando una distancia prudente. La suficiente como para que, si Catalina pasaba, no pensara que estábamos “demasiado cerca”. (Sí, estoy así de ridícula. Procesémoslo luego.)
—Voy a ir directo al grano —dije, mirando el horizonte como si eso me diera autoridad moral—. ¿Qué onda con la Barbie zen?
Benjamín levantó una ceja.
—¿Carolina?
—Sí, Carolina. Ex, amiga, espectro emocional... no sé, porque no entendí bien tu performance de hoy. Te juro que me quedé esperando la ficha técnica.
—No pensé que te afectara —respondió sin pestañear.
—Y no me afecta. Pero me irrita. Diferente categoría.
Benjamín bajó la mirada. Parecía incómodo. Bien. Que sienta un poco lo que yo sentí tragándome el jugo de piña caliente aquel día.
—Carolina vino sin avisar. Terminamos hace tiempo. Fue una relación… complicada.
—Ya veo. Y por eso la abrazaste como si estuvieran haciendo un “flash back” de la relación.
Él se rio, bajito.
—¿Estás celosa?
—¡No! —salté tan rápido que me dio un tirón en el cuello. Me sobé con disimulo—. Estoy curiosa. Y observadora. Y un poco irritada, como ya dije. Pero no celosa.
“Solo tengo reacciones alérgicas a la gente que aparece sin ser invitada.”
Hubo un silencio extraño. Y luego él, con esa calma que tanto, me saca de quicio:
—Si lo estuvieras… no me molestaría.
Lo miré. Ese tipo de mirada que mezcla ganas de besarlo con ganas de empujarlo al mar. Y me odié un poco por lo mucho que me importaba todo esto.
—Mira, Benjamín… yo vine a esta isla huyendo del drama. Literalmente. Hice huelga emocional. Cancelé mi membresía al amor. Y ahora estoy aquí, peleando con una versión rubia de tu pasado, mientras tú sonríes como si esto fuera normal.
—No es normal —dijo en serio—. Pero tú tampoco. Y eso me gusta.
En silencio otra vez, pero ahora se hizo más incómodo.
Y esta vez, fui yo quien lo rompió:
—No me hagas sentir cosas. No estoy lista.
—No te pido que sientas. Solo que no huyas cuando lo hagas.
¡Boom!
Flechazo. Pero no de Cupido. Esta vez, fue él, porque sin querer había dado en el blanco, encontrado el detonador escondido de mis frustraciones.
Y dolió… bonito. Y supe que, podía, quizás, darme el lujo de sentir, pero no con él.
#2418 en Novela romántica
#671 en Novela contemporánea
humor comedia romantica, romance amores fallidos, volver a creer esperanza reconciliacion
Editado: 03.09.2025