“Juramento del Arquero”
💘 —>: La terraza está vacía.
La brisa marina mueve las últimas luces del bar como si fueran faros cansados.
Giovanna y Fabián ya no están. Sus huellas en la arena se borran con cada ola.
Yo sigo aquí, solo, con el arco en las manos.
Lo miro como quien observa un arma que no usó… y que tal vez debió disparar.
Podría olvidarlos.
Podría tachar sus nombres de mi lista y dedicarme a otros corazones menos tercos, menos llenos de cicatrices y orgullo.
Pero no lo haré.
Porque en algún rincón de ambos —en ese lugar donde ni ellos mismos se atreven a mirar— todavía vive algo que yo vi nacer. Y ese algo… es mío.
Lo sembré yo. Y lo voy a proteger, aunque tarde años en florecer.
Así que aquí, bajo estas estrellas y con el mar como testigo, hago mi juramento:
Si me queda una sola flecha en el carcaj, será para ellos.
Si el destino les cierra las puertas, yo abriré una ventana.
Y si vuelven a caminar en direcciones opuestas, yo inventaré un camino que los cruce otra vez.
Puede que no sea mañana.
Puede que no sea en esta isla.
Pero antes de que mis alas se doblen por última vez… voy a darles la oportunidad que no tomaron hoy.
Ese es mi último deseo.
Y aunque el mundo olvide sus nombres, yo no lo haré.
Porque, al final, un arquero con puntería cuestionable también tiene derecho a su tiro perfecto.
Dos semanas.
Eso fue lo que me tomó.
Catorce amaneceres planeando, tres ajustes de calendario, un par de correos electrónicos enviados “accidentalmente” al buzón correcto, y una llamada anónima al departamento de recursos humanos de cierta agencia.
No es que yo sea rencoroso, pero después de mi juramento en aquella terraza, no iba a dejar las cosas a la deriva.
Y aquí están.
Ella, Giovanna, con su blazer de armadura, su bolígrafo mordisqueado y esa mirada de “estoy lista, pero no tanto”.
Él, Fabián, con su café, su expresión calculada y esa habilidad innata de parecer que nada le importa… cuando le importa demasiado.
Yo los observo desde la lámpara del techo —no pregunten cómo llegué ahí, el amor siempre encuentra la manera— mientras intercambian miradas rápidas, como si estuvieran midiendo la temperatura antes de entrar al agua.
Sé que ella piensa que es una coincidencia.
Sé que él cree que fue pura logística de la agencia.
Pero yo sé la verdad: esto es mi operativo más limpio en años.
No hay mar, no hay gaviotas, no hay brisa romántica para suavizar las esquinas.
Solo ruido de ciudad, luces frías y una sala de juntas con olor a café quemado y competencia profesional.
Porque si logran verse aquí, entre deadlines y presentaciones de PowerPoint… entonces el tiro valdrá la pena.
Guardo mis flechas.
Hoy no disparo.
Hoy solo miro cómo se sientan uno al lado del otro y abren sus libretas al mismo tiempo.
Porque a veces, la puntería no está en el arco… sino en saber ponerlos en el mismo campo de juego.
Y yo… yo cumpliré mi promesa.
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Editado: 03.09.2025