✨ Capítulo 41: Brief, boomerangs y otras formas de contención

💘—>: “¿Alguna vez han visto a dos personas jugar ajedrez con piezas de origami? Así se ve el amor cuando se disfraza de estrategia creativa. Yo, Cupido, me instalé en la esquina de esa sala como quien sabe que el verdadero pitch no está en el brief, sino en las miradas que se esquivan y los silencios que se alargan justo antes de tocarse las manos.”

El director de cuentas entró con la energía de quien aún no se ha enterado del subtexto romántico que flota en la sala.

—¡Equipo tres! Bienvenidos a la jungla. Tienen dos semanas para conceptualizar, desarrollar propuesta creativa, mockups y un teaser audiovisual. ¡Vamos con todo!

Giovanna y Fabián intercambiaron una mirada rápida.

Sabían trabajar bajo presión.

Lo que nunca habían hecho era trabajar conteniéndose tanto.

Durante la presentación del brief, se limitaron a intercambiar comentarios profesionales.

—Necesitamos que el mensaje principal evoque confianza sin sonar paternalista —dijo ella, apuntando en la pizarra.

—Y que visualmente sea cálido, pero con ritmo. Nada obvio —añadió él, desde su silla, garabateando ideas que no incluían palmeras, playas ni noches estrelladas.

Fabián y Giovanna trabajaban bien. Demasiado bien.

Cada idea que uno lanzaba, el otro la recibía como si ya la hubiera pensado. Cada duda era resuelta con una mirada. Cada complicación, convertida en una oportunidad.

Para cualquiera que los viera desde afuera, eran el equipo soñado. Para ellos, era una tortura de buen gusto.

💘—>: “¿Ven lo que les digo? La sincronía perfecta. La química disfrazada de eficiencia. Y yo, conteniéndome como un actor secundario que sabe que su escena aún no llega.”

En un momento, mientras revisaban juntos una propuesta visual, sus manos se tocaron al alcanzar el mismo teclado.

Ambos se congelaron.

Fueron apenas dos segundos, pero bastaron.

—¿Todo bien? —preguntó Mariana, desde la otra punta de la mesa.

—Sí, claro —dijo Giovanna, bajando la mirada.

—Solo pensábamos lo mismo —agregó Fabián, sin mirarla directamente.

Después de la reunión, cuando todos se dispersaban con el usual “ya nos ponemos de acuerdo por mail”, él se acercó a ella.

Su tono seguía siendo ligero, pero sus ojos tenían ese brillo extraño entre la ternura y la ironía.

—¿Almorzamos?

—Tengo otra reunión.

—¿Después?

—Tengo otra vida —dijo ella sin mirar atrás, caminando hacia el pasillo.

Pero a los tres pasos, sonrió. Porque sabía que estaba jugando.

Y que él también.

Y que, por alguna razón, los dados seguían rodando.

💘—>: “Y ahí estaba yo, Cupido. Invisible, los veo desde el techo, entre cables y telarañas, como el espectador que no fue invitado, pero se coló igual.

En la esquina de esa sala helada por el aire acondicionado, con un café que se enfriaba más rápido que su conversación.

Los veía esquivar miradas como dos adolescentes en un funeral, cuidando de no tropezar con las emociones que habían dejado tendidas en la isla como toallas mojadas.

Fabián hablaba de ritmo visual y confianza en el mensaje. Giovanna asentía como si lo que él dijera no tuviera nada que ver con aquella noche en que casi se besaron.

Yo, que he visto guerras declaradas por menos roce de manos, sabía que eso que tenían era pólvora bajo la alfombra.

Pero no encendí la chispa.

Esta vez, no.

Porque ellos habían hecho un pacto, aunque no lo firmaran:

“No adelantarse. No huir. No resolverlo todo en una sola escena.”

Y yo… yo les debía eso.

Les debía un poco de tiempo para aprender que el amor no siempre es una flecha directa; a veces es un boomerang que, si lo lanzas bien, vuelve cuando estás listo para atraparlo.

Así que guardé mi arco.

Esperé.

Y me prometí algo:

Cuando se cansen de pretender que el tablero es profesional y no personal…

Cuando la última defensa caiga… Ahí sí, voy a disparar.

Y que esta vez no haya lugar a dudas.”