El Último Deseo de Cupido

✨ Capítulo 44– Entre brindis y señales cruzadas

(O de cómo una cena informal puede complicarlo todo sin romper nada)

El restaurante elegido por la agencia era uno de esos lugares modernos con luces tenues, menú reducido y camareros con delantal de mezclilla. El tipo de lugar donde la conversación parece fluir mejor cuando el vino es bueno y las porciones no intimidan.

La mesa larga ocupaba el centro de un salón semicerrado, con la promesa de “un espacio íntimo para el equipo” según el correo de invitación. Intimidad, claro. Nada como compartir pan artesanal con tus colegas mientras finges que nadie está vigilando quién se sienta junto a quién.

Giovanna llegó con puntualidad medida. Esa que no te hace ver ansiosa pero tampoco desinteresada. Vestía informal, pero con el tipo de ropa que uno selecciona con deliberado descuido. Fabián ya estaba ahí, bromeando con uno de los diseñadores sobre una anécdota de la isla. Al verla, le levantó la copa con una media sonrisa.

—¿Llevas contigo tu famoso radar anti locuras? —le dijo mientras ella tomaba asiento justo… frente a él.

—Siempre. Pero esta vez lo dejé en modo silencio.

La conversación en la mesa era ligera, con los chistes internos típicos del equipo creativo, las exageraciones de las horas extras y el eterno debate sobre si el cliente “lo arruinó todo” o “le dio la vuelta para mejor”.

—Yo creo que la campaña funciona porque tiene alma, —dijo alguien del área audiovisual.

—Porque tiene tensión —corrigió la directora de cuentas, con una ceja levantada.

—O porque los autores estaban emocionalmente comprometidos —añadió, sin disimulo, el mismo ejecutivo que había hecho el comentario incómodo en la presentación.

Giovanna fingió interesarse en su ensalada. Fabián se echó hacia atrás en la silla, observando a todos como si jugara póker emocional.

Pero entre ellos, una corriente invisible se activaba con cada cruce de miradas, cada pequeño gesto.

—¿Recuerdas la caminata? —murmuró Fabián cuando los demás se centraron en un brindis colectivo.

—Recuerdo que no me mataste de hipotermia, así que estás en deuda.

—Puedo pagarte con una caminata urbana. Sin tormentas. Con postre al final.

—¿Eso fue una invitación o solo una promesa vaga?

—Depende de si contestas en código profesional o personal.

Ella le sostuvo la mirada por un segundo que parecieron cinco.

—Depende del postre.

La cena avanzó con risas, brindis por el éxito de la campaña, y una ronda de tragos que algunos lamentarían al día siguiente. Cuando llegó el momento de despedirse, el ambiente era cálido, distendido. Pero entre Giovanna y Fabián había algo más.

Un subtexto.

Caminaron juntos unos pasos fuera del restaurante, como si el aire fresco ayudara a aclarar lo que todavía ninguno se atrevía a decir.

—Mañana volvemos a nuestras rutinas, ¿no? —dijo ella, mirando la ciudad encendida.

—Sí. Pero tal vez no volvamos siendo los mismos.

—¿Y si todo esto fue solo… un paréntesis?

—Entonces fue el mejor paréntesis que he leído.

Se quedaron en silencio, un instante breve, pero cargado.

No hubo beso.

No hubo confesión.

Pero en el roce de sus manos, que se tocaron al despedirse, hubo algo.

Una promesa.

Un punto y coma.

Una pausa con intención.

💘—>: "¿Ven? Ahí está.

No es amor todavía, pero tampoco es nada.

Es esa fase que a mí me divierte tanto: donde ambos fingen que son inmunes, mientras yo, desde aquí, afilo flechas y repaso puntería.

Que sigan jugando a los profesionales distantes…

Yo sé cuándo doblar la esquina y dejarlos sin escapatoria.

Por ahora, que respiren.

Pronto, muy pronto, el aire se les va a acabar.

Con cariño (y un poco de malicia), Cupido.”




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