El Último Deseo de Cupido

✨ Capítulo 45 – El tercer movimiento

(O de cómo un nuevo jugador cambia el ritmo del juego sin pedir permiso)

El lunes amaneció con el cielo límpido y la ciudad funcionando en su habitual frenesí de correos, juntas y tráfico. Giovanna llegó a la agencia con su café en mano y esa sensación de que algo había cambiado ligeramente desde la cena. Nada concreto, pero... algo. Un roce más sostenido, un cruce de miradas con peso, una frase a medio decir.

La reunión de la mañana prometía novedades. Y las novedades, como suele pasar, llegaron disfrazadas de oportunidades.

—Tenemos un nuevo cliente internacional —anunció Patricia, la directora general creativa, entrando con su energía de café triple.

—Una marca de tecnología de lujo. Alta gama. Quiere posicionarse en Latinoamérica con una narrativa emocional. ¿Quiénes creen que son los mejores para esto? —hizo una pausa, y sin esperar respuesta, continuó—. Fabián, Giovanna: ustedes dos. Los quieren liderando el pitch creativo desde cero.

Hubo aplausos breves. Felicitaciones. Giovanna disimuló el nudo que le apretó el estómago. Fabián le guiñó un ojo desde su lugar. Todo sonaba bien. Hasta que Patricia remató:

—Y, como parte de este esfuerzo, vamos a recibir en las próximas semanas a Emilia Rossetti, directora de marca global. Viene de Milán. Fabián, tú ya trabajaste con ella en una campaña europea, ¿cierto?

💘 —>: “Anteros… tenemos que hablar... cómo tengas las manos metidas en esto, se lo diré a padre... —no mejor a madre, padre estaría feliz con el conflicto—”

Fabián asintió. Pero su sonrisa habitual fue un poco más... ajustada.

Giovanna no dijo nada, pero algo en su radar emocional se encendió. No eran celos, exactamente. Era más bien esa punzada sutil que aparece cuando alguien pronuncia el nombre de una historia que no conoces.

—Es brillante —agregó Fabián, casi como para cerrar el tema—. Muy meticulosa. Y … muy italiana.

El comentario sacó risas. Pero a Giovanna no se le escapó el matiz en su tono.

💘 —>: “Muy italiana. Traducción: intensa, directa, apasionada. O, más peligrosamente: alguien que dejó huella.”

La semana avanzó a ritmo vertiginoso. Reuniones, sesiones de brainstorming, intercambios creativos. Giovanna y Fabián funcionaban como un reloj suizo. El equipo los observaba con admiración, incluso con algo de envidia. Había química, esa alquimia creativa difícil de fingir.

Pero el miércoles en la tarde, Emilia Rossetti llegó.

Alta, segura, impecablemente vestida. Entró a la sala de juntas como quien pisa su escenario.

—Fabián —saludó con una sonrisa que combinaba calidez y vieja complicidad—. Siempre es un placer.

El abrazo fue breve, pero no neutral. Giovanna sintió que el aire cambiaba de textura.

Durante la reunión, Emilia fue afilada, elocuente. Interrumpía con preguntas inteligentes y desafiantes. A Giovanna la trató con cordialidad, pero con esa cortesía distante que se reserva para las personas que uno aún está evaluando.

Y Fabián… Fabián no era el mismo. Más tenso. Más pendiente de lo que decía. Menos espontáneo.

Cuando terminaron, Giovanna y él se quedaron solos en la sala por unos segundos.

—¿Trabajaste mucho con ella en Europa? —preguntó Giovanna, con la naturalidad más ensayada del planeta.

—Un par de campañas. Nos entendíamos bien.

—¿Solo campañas?

Fabián la miró, ladeó la cabeza y sonrió, como si estuviera evaluando cuánto decir.

—Hubo un par de… líneas borrosas. Pero eso ya quedó en el pasado.

—¿Y tú lo tienes claro? —preguntó ella sin rodeos.

Él se quedó en silencio un segundo.

—Sí. Pero no estoy seguro de que ella lo vea igual.

Y ahí estaba. La primera grieta en el nuevo edificio que estaban construyendo. Pequeña, pero real.

Esa noche, Giovanna no pudo dormir del todo bien. No por celos. No por inseguridad. Sino porque, por primera vez en mucho tiempo, quería proteger algo que todavía no tenía nombre.

Y eso… ya era mucho decir.

💘—>: "Ah… la llegada de un fantasma con tacones.

No hay nada que me divierta más que poner en la misma sala al presente prometedor y al pasado con buena memoria. Esta vez debo agradecer a Anteros por su ayuda no pedida.

Vi cómo Giovanna fingía anotar datos mientras medía cada gesto de esa italiana de museo.

Vi cómo Fabián, el confiado, bajaba medio tono la voz y subía medio metro la muralla invisible que pone cuando no quiere que le lean la mente.

Lo llaman profesionalismo. Yo lo llamo… campo minado emocional.

Y, por si se lo preguntan, claro que moví un par de piezas para que esto ocurriera.

Porque nada define mejor a dos personas que cómo manejan una grieta cuando todavía no hay contrato firmado… ni en la oficina, ni en el corazón.




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