(O de cómo el trabajo se volvió un terreno peligrosamente íntimo)
Era oficial: la empresa los enviaba a cubrir una nueva locación para una campaña promocional exprés. Imágenes potentes, poco personal, cero márgenes para errores.
Y, por supuesto, los habían puesto juntos.
—¿Nos vamos tú y yo? —preguntó Fabián, con una mezcla de ironía y nerviosismo que intentaba disimular bajo una sonrisa ladeada.
—Parece que sí. ¿Problemas? —respondió ella, ajustando la correa del bolso sin mirarlo.
—No… aunque siento que me lanzaron a un campo minado.
—Tranquilo. Solo no pises donde no debes.
El destino era una finca ecológica a las afueras: árboles que se mecían como si tuvieran siglos encima, caminos de tierra húmeda, cabañas rústicas con techos de madera oscura y una señal de celular tan intermitente que obligaba a convivir… o a perder la paciencia. Un lugar diseñado para desconectar, relajarse… o para enfrentar lo que uno había estado evitando.
—Este lugar parece hecho para reconciliaciones forzadas —, murmuró Giovanna mientras revisaban el programa del día.
—O para reventar una tensión acumulada.
—No me provoques.
—¿Estás segura de que soy yo quien lo hace?
Ella lo miró de reojo, con ese gesto que podía pasar por molestia… si no fuera porque sus labios parecían contener una sonrisa. Ambos sabían que estaban jugando con fuego.
La mañana transcurrió entre tomas y cambios de locación. Fabián detrás de la cámara, concentrado y preciso; Giovanna dirigiendo el contenido, marcando ritmos y corrigiendo detalles. La sincronía entre ellos era automática, casi física. El cuerpo recordaba cosas que la mente, terca, trataba de negar.
Al mediodía, improvisaron un almuerzo en una mesa al aire libre, con el olor a tierra húmeda y café recién colado, envolviéndolos.
—¿Sabes? —dijo ella mientras partía una arepa caliente—. Me pregunto qué tan fácil es para ti adaptarte… a cualquier mujer.
—¿De dónde salió eso?
—De tu facilidad para reírte de los chistes a Emilia. Para dejar que se te acerque.
—Creí que no eras celosa.
—No lo soy. Pero no soy estúpida.
Él sostuvo su mirada, y algo en el aire se tensó como una cuerda de guitarra.
—No me adapto a cualquiera, Gio. Si fuera así… no estaría aquí contigo, trabajando codo a codo, tratando de que me mires como antes.
Ella bajó la vista. El viento traía el aroma de los árboles y la humedad dulce de la hierba recién mojada. Y, de algún modo, ese olor la desarmó.
Al terminar, la tormenta llegó como quien irrumpe sin golpear la puerta. Corrieron hacia la cabaña principal, empapados, riendo como niños que se refugian de un aguacero en vacaciones. Una risa limpia, sin estrategia.
Dentro, chorreando agua sobre el piso de madera, se quedaron un segundo en silencio.
—Esto parece un cliché —dijo ella, sacudiéndose el cabello y salpicando el suelo.
—Entonces falta que se vaya la luz —bromeó él.
El universo, siempre dispuesto a complacer en lo dramático, cumplió la predicción: todo quedó a oscuras.
💘—>: ¡Ja, Ja! Perdón, pero a veces no puedo contenerme.
—¡Dios! —río Giovanna, incrédula.
—Esto ya es una película —dijo Fabián, encendiendo la linterna del celular.
El breve resplandor iluminó sus rostros. No había defensas, ni terceros, ni excusas: solo ellos.
—Giovanna… —empezó él.
Ella levantó una mano, deteniéndolo.
—No digas nada ahora. Solo… quédate ahí. Así.
Y así se quedaron. Sentados, escuchando la lluvia, golpear el techo, el crujido de la madera y ese otro sonido, más íntimo, el del corazón, marcando un ritmo que ninguno quería romper.
—Entonces, no puedo hablar….
—No. Me niego a escucharte en este momento.
—¿Por qué? —la cara de Fabián era de desconcierto. Qué mejor momento que este para decir unas cuantas cosas.
—Porque ahora no tengo la capacidad de negarme a nada de lo que digas.
—¡Oh! Ahora no sé si reír o llorar.
💘 —>: Oh, los mortales… corren bajo la lluvia como si fuera casualidad, se sientan a oscuras y piensan que lo suyo es “simple química”. Pobres. Si supieran la cantidad de empujoncitos logísticos que tuve que organizar para que se les fuera la luz justo en ese momento…
Pero tranquilos, que no es amor todavía. Es algo mucho más entretenido: tensión bien maridada con tormenta. Y yo, por supuesto, estoy preparando la siguiente escena. Aviso: habrá menos lluvia… pero mucho más calor.”
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Editado: 03.09.2025