(O de cómo una conversación bajo la lluvia puede cambiarlo todo)
💘 —>: “Dicen que después de una promesa, el silencio es dulce.
Mentira.
El silencio es peligroso. Es como dejar una olla de leche en el fuego sin vigilarla: tarde o temprano, hierve y se desborda.
Giovanna y Fabián creen que están a salvo porque se dieron la mano y decidieron “quedarse”.
Yo, en cambio, sé que apenas acaban de abrir la puerta a un pasillo lleno de habitaciones donde las emociones hacen eco.
Y lo mejor (o peor) de todo: no hay mapa.
Solo van a avanzar guiados por la memoria de esa frase: “Me quedo”.
¿Ven lo que hice ahí? Una simple chispa… y ahora el incendio es inevitable.
En fin, no me culpen después.”
La tormenta había dejado la tierra húmeda, el aire cargado de ese aroma fresco que solo existe después de la lluvia. En la cabaña, se disipó una neblina imaginaría, que se colaba por las rendijas de las ventanas.
Giovanna despertó antes que él. Fabián dormía en la otra silla, con el rostro relajado y, la mano sobre los ojos; como si quisiera cubrir sus pensamientos. Ella lo observó un instante y luego se levantó en silencio, sintiendo envidia al verlo inmutable como si nada fuera con él. Mientras que ella había intentado dormir una siesta que resulto mal, porque su mente llevaba horas dándole vueltas a lo que no se había dicho.
No podía seguir en ese juego de miradas, de silencios, de medias palabras. Tenía que hablar.
Más tarde, cuando el equipo se dispersó para grabar unos planos exteriores, Giovanna y Fabián se quedaron atrás, revisando imágenes en la Tablet. Fingían normalidad. Pero el ambiente entre ellos era denso, como un cuarto con ventanas cerradas.
—Fabián —dijo ella sin rodeos—. Necesito saber en qué estamos.
Él la miró. Por fin.
—¿Ahora?
—Sí. Porque me estoy cansando de adivinar. De preguntarme si esto que pasa entre nosotros es una ilusión mía, o si tú también estás ahí, igual de confundido.
—No estoy confundido, Gio.
La frase quedó suspendida en el aire como una gota a punto de caer.
—Entonces… ¿por qué seguimos fingiendo? —su voz se quebró apenas, pero no apartó la vista.
—Porque tengo miedo —confesó él—. Miedo de que, si damos el paso, todo se arruine. Que lo que ahora es magia, se vuelva rutina… o dolor.
Ella se cruzó de brazos, no en actitud defensiva, sino para contener el temblor que le nacía por dentro.
—Yo también tengo miedo, Fabián. Pero no puedo quedarme en este limbo. No después de todo esto que no sé qué es o como llamarlo.
Fabián dio un paso hacia ella. Estaban tan cerca que el calor de su cuerpo la envolvió como una promesa.
—Yo no quiero seguir escapando —dijo él, bajando la voz—. Y si tú me dejas… me quedo.
El mundo se detuvo un instante. Afuera, los pájaros cantaban con esa naturalidad que solo la naturaleza puede tener, ajena a los dilemas humanos. Adentro, el tiempo parecía haberse congelado.
Giovanna sonrió, leve, como si no quisiera que la esperanza se le escapara por la comisura de los labios.
—Me quedo —susurró ella.
Y esa frase, tan corta y tan poderosa, fue todo lo que necesitaban para empezar a construir algo más real. Sin garantías, sin certezas absolutas, pero sí con el valor de nombrarlo.
💘 —>: Si esperaban que aquí hubiera un beso, están equivocados. Yo soy Cupido, no un guionista barato de películas de sobremesa. Mi trabajo es mantener la tensión justo en el punto de ebullición, no servirles el romance en bandeja.
Miren, yo no necesito fuegos artificiales para saber cuándo algo está ardiendo. Lo que pasa entre ellos ahora es como esas brasas que parecen dormidas, pero si soplas un poco… prenden toda la hoguera… ya verán como el incendio de Roma es una fogata al lado de este par.
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Editado: 03.09.2025